Los niños y niñas afectados de cáncer tienen más posibilidades de sobrevivir en los países de ingresos altos
Hoy se celebra el Día Internacional contra el Cáncer Infantil, una jornada para concienciar sobre los efectos de esta enfermedad en los pacientes más jóvenes, ya que el cáncer es una de las principales causas de mortalidad entre niños y adolescentes.
Cada año padecen cáncer cerca de 400.000 niños y adolescentes en todo el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los tipos de cáncer infantil más comunes son la leucemia, el cáncer cerebral, los linfomas y los tumores sólidos.
La mayoría de casos de cáncer infantil se pueden curar con medicamentos (como la quimioterapia, que se administra de forma oral o intravenosa), con cirugía (para extraer el tumor mediante una operación) o con radioterapia (para matar las células cancerosas a través de la radiación).
Sin embargo, las diferencias a la hora de acceder a un diagnóstico y tratamiento también reflejan la gran desigualdad que existe en el mundo: en los países ricos, que disponen de recursos e instalaciones sanitarias para tratar esta enfermedad, más del 80% de los niños y adolescentes con cáncer se curan; en cambio, en los países en desarrollo esta cifra se reduce hasta el 30%.
Por otro lado, solo el 29% de la población en países con ingresos bajos tiene acceso a medicamentos contra el cáncer, frente al 96% de la población en países de ingresos altos.
Según indica la OMS, la mayoría de muertes por cáncer infantil en países pobres se deben a diagnósticos erróneos o tardíos y a las dificultades para acceder a una atención médica. Además, la pandemia de coronavirus ha colapsado el sistema sanitario de todos los países y eso ha resultado en menos recursos para detectar y hacer seguimiento de nuevos casos.
¿Cómo funciona el cáncer?
El origen del cáncer es una célula defectuosa que tiene el código genético alterado. Esta célula empieza a multiplicarse de forma descontrolada hasta formar un tumor: una masa de células anómalas que puede invadir otras partes del cuerpo. Si esta masa o tumor no se trata o se extirpa, puede llegar a provocar la muerte.
El cáncer puede aparecer en cualquier parte del cuerpo. Según la American Cancer Society, hay dos tipos principales de cáncer: los cánceres hematológicos o de la sangre, que afectan los glóbulos rojos y se expanden por todo el cuerpo, como la leucemia o el linfoma; y los cánceres de tumor sólido, que se desarrollan en cualquier tejido, órgano o hueso.
Cada cáncer tiene sus propias características: algunos se desarrollan muy rápido, mientras que otros crecen más lentamente; algunos se extienden fácilmente a otras partes del cuerpo, mientras que otros se concentran en la masa tumorosa y es más fácil localizarlos y tratarlos. De esto depende también su tratamiento.
Cuando se detecta un cáncer, se hacen pruebas médicas para establecer en qué fase del desarrollo se encuentra: en las etapas o estadios 0, 1 y 2, el cáncer todavía no se ha propagado, mientras que en los estadios 3 y 4 el cáncer ya se ha extendido y es más difícil combatirlo.
El cáncer aparece en una parte concreta del cuerpo, pero las células cancerosas pueden propagarse a través del torrente sanguíneo o del sistema linfático. Si consiguen establecerse en otro órgano, pueden generar nuevos tumores: es lo que se conoce como metástasis.
Las causas de la enfermedad
En la actualidad, el cáncer es una de las enfermedades más extendidas en todos los países: provocó cerca de 10 millones de muertes en todo el mundo en 2020, según datos de la OMS.
Al ser una de las principales causas de mortalidad, una gran parte de la investigación médica global está centrada en descubrir cuáles son las causas del cáncer y, de este modo, poder desarrollar un tratamiento que pueda prevenir su aparición o permtia curarlo a tiempo.
La aparición de un cáncer está condicionada por las características genéticas del paciente: una persona cuyos familiares hayan padecido cáncer tendrá más posibilidades de tener uno.
Sin embargo, los factores ambientales y el estilo de vida también influyen de forma muy importante en la predisposición de una persona a tener cáncer: la exposición a elementos carcinógenos como la radiación, el humo del tabaco, metales pesados que contaminan el agua, algunos virus y bacterias… Por eso hay muchos más casos de cáncer entre adultos que entre niños: porque los adultos han ido acumulando factores de riesgo a lo largo de su vida.
En ese sentido, las causas del cáncer infantil siguen siendo una incógnita en la gran mayoría de casos, porque no están provocados por factores ambientales ni dependen del estilo de vida de los menores. En muchos casos, los tumores en los niños están relacionados con el proceso de crecimiento, y ahí es donde se centran las investigaciones actuales.
Lo que sí que se sabe es que algunas infecciones, como las que provoca el virus VIH o el parásito de la malaria, son un factor de riesgo para los niños y aumentan las probabilidades de que, cuando sean mayores, sufran cáncer. Por eso es tan importante la vacunación para prevenir enfermedades: vacunarse contra la hepatitis B, por ejemplo, reduce las probabilidades de padecer cáncer hepático, mientras que la vacuna contra el virus del papiloma humano puede prevenir el cáncer de cuello uterino.