Por primera vez después de la pandemia, pandemia y bailarines de todo el mundo podrán celebrar esta jornada bailando sin mascarilla
El 29 de abril se celebra el Día Internacional de la Danza, una iniciativa creada por el Instituto Internacional del Teatro (ITI), entidad que colabora con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para promover las artes escénicas en todo el mundo.
La fecha rinde homenaje a Jean-Georges Noverre, bailarín francés y creador del ballet moderno, que nació el 29 de abril de 1727. El ballet moderno o contemporáneo se inspira en el ballet clásico tradicional, que se interpreta con unos pasos definidos, pero además incorpora nuevos movimientos que lo adaptan a las tendencias actuales.
El objetivo de esta jornada es dar a conocer el arte de la danza en todas sus modalidades y expresiones, más allá de las barreras políticas, culturales y étnicas. Bailar es más que moverse al son del ritmo y de la música, ya sea audible o no: es una forma de expresarse con el cuerpo en movimiento.
Cada año, el ITI elige a un destacado bailarín/a o coreógrafo/a para lanzar un mensaje sobre la importancia de la danza en el panorama cultural mundial. En esta ocasión, la bailarina y directora artística del Ballet de Corea del Sur, Kang Sue-jin, reflexiona sobre los orígenes de la danza y el impacto de la pandemia.
En el pasado, la danza era una forma primaria de comunicación no verbal que hablaba a través de los gestos, y hoy en día ha evolucionado hasta ser un arte efímero. Las representaciones de danza son obras difíciles de recuperar, porque se interpretan y se disfrutan en el momento.
En ese sentido, la pandemia de covid-19 ha hecho todavía más difícil disfrutar del arte de la danza por culpa de las restricciones, los confinamientos y las limitaciones de aforo. Y por ese motivo también, según Sue-jin, cada representación es aún más importante y valiosa.
Instituciones como el ITI y la UNESCO, pero también compañías de baile, asociaciones culturales y bailarines de todo el mundo han programado actos de celebración en diferentes países. Por primera vez después de la pandemia, los bailarines y bailarinas podrán bailar sin mascarilla en sus espectáculos.
Esta jornada es también una oportunidad para reivindicar la profesionalización de la danza y el trabajo de los bailarines y bailarinas, que muchas veces actúan de forma gratuita por amor al arte, literalmente.
La danza como identidad
En la actualidad, identificamos el baile como un espectáculo o una forma de entretenimiento. Sin embargo, desde hace miles de años, la danza es una forma de expresión artística que define a un pueblo o cultura, igual que la música, la pintura o la literatura.
La civilización egipcia, persa o griega tenían sus propias danzas y coreografías, asociadas a sus divinidades y a los grandes eventos del calendario. Las danzas que se representaban en los festivales de la antigua Grecia y, posteriormente, la antigua Roma, fueron el origen del teatro actual.
Durante la Edad Media, la Iglesia prohibió este tipo de manifestaciones artísticas al considerarlas paganas (relacionadas con religiones que entonces estaban perseguidas). No fue hasta la llegada del Renacimiento que se recuperaron las tradiciones clásicas y Europa escapó de la oscuridad medieval.
En la era contemporánea, la danza ha ido más allá de culturas y civilizaciones para convertirse en una forma de representar los sentimientos humanos, de transmitir ideas e incluso contar historias. Del ballet moderno inspirado por Noverre, hasta los nuevos movimientos y metodologías de Isadora Duncan.
A día de hoy, la danza puede representar también un acto de protesta y utilizarse como plataforma para promover la paz y la solidaridad. Es el caso de la bailarina principal del Teatro Bolshoi de Moscú, Olga Smirnova, que se ha posicionado en contra de la guerra en Ucrania y ha decidido abandonar el país.
¡Chicos a bailar!
Desde la delicadeza del ballet clásico, hasta los movimientos espontáneos de las músicas urbanas, la danza se caracteriza por tener una sensibilidad especial que se expresa a través del movimiento corporal.
A menudo, la figura del bailarín profesional suele identificarse con una mujer. Esta idea surge de una serie de estereotipos e ideas preconcebidas, como que “la danza es cosa de chicas” porque ellas tienen un cuerpo más delicado, mientras que “los chicos que se dedican a la danza son afeminados”.
La realidad es que bailar a nivel profesional requiere estar en gran forma física y los mejores bailarines y bailarinas dedican centenares de horas a entrenar, igual que los deportistas de élite.
Por otro lado, los chicos y hombres que se dedican a la danza deben enfrentarse a comentarios machistas y homófobos que tienen su origen en los roles de género creados durante siglos en la sociedad. La mejor manera de combatir estos estereotipos es apostar por una danza libre de prejuicios, en la que solo haya personas expresándose a través de su cuerpo.