El comercio justo propone un modelo económico que protege los derechos humanos y busca un reparto más equitativo para las personas
La economía y el comercio son herramientas necesarias para el desarrollo y el crecimiento de la humanidad. El problema es que, a lo largo de la historia, la forma en que se han organizado estas herramientas no ha beneficiado a todas las personas por igual.
Mientras que algunas partes del mundo disfrutan de la riqueza que les aporta el comercio, otras sufren situaciones de extrema pobreza. Esto crea grandes desigualdades entre los países desarrollados, donde operan empresas multinacionales con grandes ganancias, y los países empobrecidos (también llamados países en vías de desarrollo), que tienen más dificultades para beneficiarse del intercambio comercial.
Ante esta situación, el comercio justo nace con el objetivo de crear un sistema comercial alternativo y más justo para todos. Según la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO, por sus siglas en inglés), este modelo propone una relación comercial basada en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad entre todos los agentes implicados.
Las organizaciones y empresas que pertenecen al comercio justo siguen una serie de principios fundamentales que respetan los derechos humanos, laborales y sociales. Por ejemplo, ofrecen salarios dignos y condiciones laborales seguras y luchan contra la explotación infantil. También realizan prácticas comerciales justas (establecen precios justos y relaciones comerciales estables) y protegen el medio ambiente.
El problema es que muchas de estas organizaciones no cuentan con los recursos financieros necesarios para poner en marcha su negocio y promover el comercio justo. Los bancos tradicionales suelen exigir muchos requisitos y avales para conceder un préstamo.
En este contexto, las finanzas éticas juegan un papel fundamental para dar una oportunidad a todas las personas y promover proyectos económicos con finalidad social. Estas entidades están alineadas con los valores y principios del comercio justo, por lo que suelen invertir con más facilidad en este tipo de proyectos.
Comercio justo frente a la moda rápida
La industria textil es uno de los sectores donde más se vulneran los derechos de los trabajadores y sus condiciones laborales. El informe Salarios Dignos de la Campaña Ropa Limpia subraya que las trabajadoras del sector (la mayoría son mujeres) perciben salarios muy bajos y viven en situación de pobreza extrema.
A esta baja remuneración se suman el riesgo de esclavitud, el trabajo forzoso y la explotación infantil. En países como India, Uzbekistán, China, Bangladesh o Pakistán hay una gran presencia de menores en las diferentes fases de la cadena de producción del textil, según denuncia la Coordinadora Estatal de Comercio Justo en un informe.
Por otro lado, grandes marcas de ropa online como Shein, que lleva años triunfando por sus precios bajos en internet, contribuyen a esta vulneración de derechos humanos. En 2022, una investigación publicada por la ONG Public Eye desveló las precarias condiciones a las que se enfrentan los trabajadores de esta compañía de fast fashion.
Frente a todas estas problemáticas, el comercio justo propone una manera alternativa de fabricar ropa y comercializar las prendas. En los últimos años, muchas organizaciones han hecho campaña para combatir la violación de derechos humanos en esta industria, creando iniciativas de comercio justo.
Un ejemplo de ello es Veraluna, una marca de ropa creada en 2012 por la organización humanitaria Oxfam Intermón. Las prendas de esta marca están confeccionadas en India por diferentes cooperativas, cuyos trabajadores perciben una digna remuneración. Además, los artesanos trabajan en un entorno que garantiza unas condiciones laborales seguras.
Comercio justo para la industria del cacao
Las ventas anuales de chocolate en todo el mundo superan los 100.000 millones de dólares, según un informe de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo. Sin embargo, a pesar de ser una industria con grandes beneficios, estos no se reparten de forma equitativa entre todos los agentes implicados en la producción del chocolate.
Gran parte del cultivo de cacao está en manos de pequeños productores que viven en países en vías de desarrollo: República Dominicana, Ghana y Costa de Marfil son los tres principales productores y exportadores de cacao a nivel global. Así, el cultivo se concentra en países empobrecidos, mientras que la transformación y elaboración final del producto se trasladan por lo general a países enriquecidos.
De esta manera, las empresas encargadas de elaborar el chocolate que encontramos en los supermercados son las que más beneficios perciben. En cambio, los cacaocultores reciben remuneraciones muy pequeñas, lo que provoca que muchos trabajadores de la industria vivan bajo el umbral de la pobreza. Como en el caso del textil, a esta situación se suman problemáticas como la explotación infantil o el trabajo forzoso.
En este contexto, se han puesto en marcha proyectos como Kakokiva, una cooperativa de agricultores en Costa de Marfil que cultiva cacao y café y que comercializa estos productos con otras empresas de comercio justo. Esto les permite vender hasta un 20% por encima del precio del mercado convencional y ofrecer un salario justo a sus trabajadores.
Además de cooperativas, también hay empresas chocolateras concienciadas con la protección de los derechos de los cacaocultores. Es el caso de Tony’s Chocolonely, una de las marcas de chocolate de comercio justo más conocidas en Europa. Para fabricar su chocolate, la empresa adquiere el cacao directamente de cooperativas de Ghana y Costa de Marfil.