El Producto Interior Bruto (PIB) es el indicador de referencia para conocer la riqueza de los estados, aunque hay que tener en cuenta otros indicadores
Pere Rusiñol (Alternativas Económicas)
De la misma forma que hay personas ricas y pobres, también hay países ricos y pobres. En el caso de las personas, es bastante fácil determinarlo: una persona rica tiene mucho dinero y propiedades de todo tipo, como casas, coches, yates, acciones de empresas o productos financieros.
En cambio, para los países el medidor más común es el Producto Interior Bruto (PIB), que normalmente se calcula en dólares, la moneda de Estados Unidos (EE.UU.). Esta moneda también es la más utilizada en los intercambios comerciales de todo el mundo.
El PIB es la suma de bienes y servicios que un país produce durante un año. Es decir, que refleja el tamaño de su economía: cuanto más se produce, más dinero y riqueza suele generarse, de ahí que el PIB se haya convertido en el indicador de referencia.
En la actualidad, todos los gobiernos desean que el PIB suba. Consideran que esta subida es un signo de progreso, no solo para el país sino también para sus habitantes, puesto que cuando una economía crece suele haber más empleos y, por tanto, más gente trabajando y cobrando un salario. Esto mejora la situación de las familias y también del propio gobierno, que así puede recaudar más impuestos.
Estados Unidos es el país del mundo con un PIB más elevado: supera los 25 billones de dólares. Cada billón equivale a un millón de millones, con lo que 25 billones se representaría así: 25.000.000.000.000. Esto es una gran cantidad de dinero si se compara con países como España, que ocupa el 15º lugar del ranking mundial, con un PIB de alrededor de 1,4 billones de dólares.
El número de habitantes lo cambia todo
Sin embargo, el dato total del PIB por sí solo no nos ayuda demasiado a la hora de saber realmente si un país es rico o pobre porque dependerá del número de habitantes del país. Un país grande con mucha gente producirá más en cifras absolutas que otro mucho más pequeño, sin que ello nos diga gran cosa sobre la riqueza real.
De ahí que para hacerse una idea más real sea más útil el PIB per cápita, que es el resultado de dividir la riqueza total generada por la economía de un país en un año (el PIB) por el número de habitantes.
La comparación entre España y Suiza ayuda a entenderlo. El PIB de España es muy superior al de Suiza porque también es un país mucho más grande: 1,4 billones de dólares frente a 0,86 billones. Sin embargo, España cuenta con 47 millones de habitantes para generar esta riqueza mientras que Suiza cuenta con apenas 9 millones de habitantes. Como resultado, el PIB per cápita suizo resulta ser de casi 92.000 dólares, mientras que el español es de 30.000 dólares.
Es decir: España es la 15ª economía del mundo según el PIB. Pero es menos rico de lo que aparenta: en términos de PIB per cápita cae al puesto 33º.
Ojo con la estadística
Aun así, conviene ser muy cauteloso a la hora de extraer conclusiones a partir de este tipo de estadísticas. Hay un dicho muy conocido que lo expresa bien: si tú tienes un pollo y yo ninguno, la estadística considera que ambos tenemos medio pollo, pero en la realidad solo el que realmente lo tiene podrá comer.
Algo parecido sucede en los países: por mucho que el PIB per cápita diga que, según el tamaño de la economía, a cada español le tocan 30.000 dólares con toda seguridad hay algunos que tienen muchísimo más y otros que están muy lejos de esta cifra.
La forma en la que se calcula el PIB de una economía ya es de por sí muy polémica. Los criterios generales se establecieron en la década de 1930 y a grandes rasgos se sigue contabilizando igual, a pesar de que el mundo ha cambiado mucho. En su día, se dio prioridad a la actividad económica privada sin prestar atención a los efectos reales sobre el bienestar de la gente y del planeta, y dejando fuera buena parte de la actividad económica que no busca el lucro: la educación y la sanidad pública, los cuidados, la ayuda mutua…
Esto provoca muchos sinsentidos. Por ejemplo: invertir más en la educación pública contratando a más profesores no supone ningún aumento del PIB. En cambio, aumentar la producción de una fábrica privada de plástico, que es muy nocivo para el medio ambiente, sí que contribuye al incremento del PIB.
Alternativas al PIB
Es precisamente por este tipo de incongruencias que hace años que los economistas más sensibilizados buscan alternativas al PIB para reflejar mejor el bienestar de las personas y del planeta y no quedarse en las cifras abstractas de la economía.
Los economistas ecologistas impulsan desde hace años el llamado Índice de Progreso Real, que tiene en cuenta también el impacto ecológico. De esta manera, si algo produce daño al planeta o a las personas no debería contabilizarse como positivo, por mucho dinero que genere, sino que debería restar al índice. Se trata de una lógica muy distinta al PIB.
El índice alternativo al PIB más consolidado para medir el progreso de un país en términos no exclusivamente económicos es el Índice de Desarrollo Humano (IDH), promovido por Naciones Unidas, que tiene en cuenta el PIB per cápita pero también otros indicadores, como el nivel de educación y la esperanza de vida.