Hablar de consentimiento nos permite asegurarnos de que ninguna persona se sienta presionada a hacer algo que no desea durante las relaciones sexuales
El consentimiento es un elemento clave de toda relación sexual y por eso es importante saber a qué nos referimos cuando utilizamos este término. En el ámbito de la sexualidad, el consentimiento es un acuerdo entre personas para tener relaciones sexuales.
Antes de mantener relaciones, es muy importante saber si la otra persona está de acuerdo. Para ello, debemos tener una buena comunicación que nos permita asegurarnos de que todas las actividades sexuales se hacen de mutuo acuerdo.
Dar nuestro consentimiento a la hora de realizar prácticas sexuales nos permite establecer límites personales y poner sobre la mesa qué nos apetece hacer. Por eso es muy importante que seamos honestos con la otra persona, al mismo tiempo que respetamos sus límites.
Todas las personas tienen derecho a escoger qué hacer, con quién y cómo en el ámbito sexual. Vulnerar estos derechos y obligar a otras personas a realizar prácticas sexuales sin su consentimiento supone cometer un delito como la agresión sexual o la violación.
¿Cómo dar consentimiento?
Hablar de lo que deseas y lo que no en el campo de la sexualidad no tiene que asustar ni hacerte sentir incómodo o incómoda. Para dar o no nuestro consentimiento, la forma más clara de expresarnos es siempre la comunicación verbal.
Si queremos transmitir a la otra persona que sí nos apetece una práctica sexual determinada y que damos nuestro consentimiento, podemos utilizar frases como “sí quiero”, “probemos esto”, “esto me gusta” o “sigue”.
En caso de que haya algo que no nos apetezca, podemos utilizar frases como “no quiero”, “para”, “esto no me gusta”, “no me siento bien” o “preferiría hacer otra cosa”. También podemos utilizar la comunicación no verbal como, por ejemplo, apartar las manos de la otra persona para expresar que no damos nuestro consentimiento.
Además de dar nuestro consentimiento, también es fundamental respetar los límites de la otra persona. Para comprobar que no se siente presionado o presionada, podemos hacerle preguntas como “¿puedo hacer esto?”, “¿te apetece esto?”o “¿estás seguro/a de que quieres hacerlo?”.
En todo momento debemos recordar que el consentimiento es reversible: esto significa que todas las personas pueden cambiar de opinión y negarse a realizar una práctica sexual en un momento dado. Durante una relación sexual, somos libres de interrumpir la actividad y revocar nuestro consentimiento, y la otra persona debe respetar nuestra decisión.
Agresión sexual y violación
Realizar sexo sin el consentimiento de la otra persona implica cometer un delito sexual. Los delitos sexuales están tipificados de forma diferente según las leyes de cada país. En España, uno de estos delitos es la agresión sexual, que se refiere a cualquier acto que atente contra la libertad sexual de otra persona sin su consentimiento.
Por otro lado, la violación se refiere a un tipo de agresión sexual que implica el acceso carnal (por ejemplo, la penetración) por vía vaginal, anal o bucal o la introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías. Estos delitos sexuales tienen consecuencias penales: cometerlos supone una pena de cárcel.
Según Amnistía Internacional, solo 15 de 31 países europeos tienen leyes que definen la violación basándose en la ausencia de consentimiento. El resto define este tipo de agresión sexual en función de otros parámetros como, por ejemplo, que se haya empleado o no la violencia.
Cualquier persona puede ser víctima de una agresión sexual, independientemente de su género. Sin embargo, la mayoría de víctimas sexuales son mujeres. El miedo a no ser creídas, la desconfianza en el sistema judicial o el estigma son algunos de los factores que hacen que muchas mujeres no denuncien estas agresiones.
Además, los autores de las agresiones sexuales no son siempre personas desconocidas. En ocasiones, las víctimas conocen previamente al agresor, que incluso puede ser su pareja sentimental.