La nueva primera ministra británica, Liz Truss, se ha visto obligada a hacer marcha atrás en su propuesta económica
La primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, que fue nombrada hace apenas un mes, ya ha sufrido el primer revés en su programa político. Truss presentó hace diez días un plan fiscal que incluía recortes en los impuestos para hacer frente a la crisis económica, pero su plan no ha tenido los efectos deseados.
La idea de Truss y del ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, era rebajar los impuestos para que la población británica tuviera más dinero para gastar y, de este modo, reactivar la economía. Es como un efecto dominó: si la gente paga menos impuestos, tiene más dinero para gastar en tiendas y negocios, y los negocios tienen más ingresos para invertir y contratar a más gente. De esta forma, se reduce el desempleo y se promueve el crecimiento económico.
No obstante, esta decisión también conlleva un riesgo: si se recortan los impuestos, el Estado deja de ingresar dinero para financiar los servicios públicos, y esto puede provocar un aumento de la deuda pública y un déficit importante.
Este posible escenario generó alarma entre los inversores, que retiraron su dinero del Reino Unido. Como consecuencia, se produjo una caída del valor de la libra esterlina (la moneda británica), que alcanzó el precio más bajo de las últimas décadas. El Banco de Inglaterra tuvo que intervenir y comprar deuda pública para recuperar su valor.
El plan fiscal también incluía una rebaja de los impuestos en las rentas más altas: se eliminaba el impuesto del 45% del IRPF sobre la renta de las personas que ganan más de 150.000 libras al año (168.000 euros). El objetivo era que estas fortunas pudieran invertir y crear nuevas empresas.
Sin embargo, esta medida provocó una gran indignación, ya que se consideraba una forma de beneficiar a los más ricos en lugar de ayudar a las clases más desfavorecidas. Si las grandes fortunas dejan de pagar impuestos, los fondos públicos para invertir en salud, educación y otras prestaciones sociales también disminuyen considerablemente.
Tras varios días de críticas por parte de la opinión pública, los medios de comunicación e incluso de miembros del Partido Conservador (el partido del gobierno), Truss se ha visto obligada a dar marcha atrás y retirar esta medida. Para algunos, este tropiezo debilita la figura de la primera ministra.
El origen de la crisis económica
Las crisis económicas suelen tener varias causas que se combinan y son difíciles de solucionar, porque dependen de muchos factores. En el caso del Reino Unido, las consecuencias de la pandemia de covid se combinan con los efectos del Brexit y con fenómenos globales como la inflación.
La pandemia de covid tuvo consecuencias para la economía mundial. Las restricciones, el cierre de comercios y las limitaciones en la movilidad redujeron la actividad económica y los ingresos en todos los sectores. El Reino Unido fue uno de los países que impuso menos restricciones para intentar mantener la economía pero, aun así, también sufrió grandes pérdidas económicas.
En aquel momento, todavía hacía poco del Brexit: la salida del Reino Unido de la Unión Europea se hizo efectiva el 1 de enero de 2021. Esto supuso una serie de cambios en el presupuesto y las finanzas británicas que aumentaron el gasto: ahora el Reino Unido se considera un país extracomunitario y, como tal, no comparte las ventajas fiscales que tienen el resto de países miembro.
Esto ha encarecido algunas operaciones comerciales, porque deben pagarse aranceles y tasas que antes no se pagaban para exportar a Europa. Además, ha provocado un conflicto en Irlanda del Norte, que hasta ahora tenía un estatus especial porque se encuentra en la isla de Irlanda (Unión Europea) pero es territorio británico.
Por último, el Reino Unido también sufre los efectos de una crisis económica global alimentada por la falta de materias primas, la escasez de microchips o la guerra en Ucrania, por ejemplo. El conflicto en Europa ha derivado en una importante crisis de energía y ha provocado una inflación generalizada, con los precios de los productos básicos subiendo semana tras semana.
¿Para qué sirven los impuestos?
Los impuestos son aportaciones económicas establecidas por ley que todos los ciudadanos y ciudadanas de un país deben pagar. El objetivo es recaudar fondos para pagar los servicios públicos gestionados por el Estado, además de financiar las prestaciones sociales y ayudas a las clases más desfavorecidas.
Los impuestos sirven para pagar el sistema educativo o la asistencia sanitaria, pero también el alumbrado público, la construcción de infraestructuras o el sueldo de los funcionarios (profesores, policías, médicos…).
Hay impuestos que son los mismos para todo el mundo, como el impuesto sobre el valor añadido (IVA), que se aplica al precio de los productos. En cambio, otros dependen de los ingresos y propiedades de cada uno, como el impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF): las personas con menos recursos pagan un porcentaje menor que las personas más ricas.
Aun así, hay que tener en cuenta que estas contribuciones son esenciales para el buen funcionamiento de un país y para garantizar un estado del bienestar que ofrezca servicios públicos, gratuitos y de calidad para aquellos que lo necesiten.