La pandemia ha afectado la producción de estos dispositivos electrónicos, necesarios para fabricar videoconsolas, móviles o coches
Los chips o microchips son unos pequeños dispositivos que contienen circuitos electrónicos integrados y se utilizan en aparatos como móviles y ordenadores, pero también en otros objetos cotidianos que han ido incorporando funciones digitales como los electrodomésticos, las tarjetas de crédito o incluso los coches.
El material más utilizado para fabricar chips es el silicio, un mineral semiconductor. En la actualidad, el 80% de la producción de chips de silicio se concentra en tan solo dos países: Corea del Sur y Taiwán. Pero ahora estos mercados no dan abasto para abastecer toda la demanda mundial.
La pandemia ha afectado la producción global de todo tipo de materiales y productos: el confinamiento, los contagios y el paro de la actividad han impedido que se siga produciendo al mismo ritmo que antes. El problema es que la falta de microchips repercute en muchos otros sectores como la automoción o la tecnología móvil, que no pueden seguir fabricando sus productos si no tienen chips.
Por otro lado, el confinamiento y las restricciones durante la pandemia también han aumentado la compra de dispositivos electrónicos para teletrabajar, ver series o navegar por internet desde casa. Como consecuencia, la demanda de chips está muy por encima de la oferta y, siguiendo la ley de la oferta y la demanda, el precio de los chips y los materiales para fabricarlos ha subido.
Algunos expertos aseguran que las fábricas tendrán que esperar un año más para volver a producir como antes, aunque otros economistas y fabricantes creen que hasta 2023 no se recuperarán los niveles de producción que había antes de la pandemia. En ese sentido, es posible que el precio de los móviles y ordenadores suba en los próximos meses o que haya que apuntarse a una lista de espera para comprarse la última videoconsola.
Microchips en humanos
Hoy en día, los microchips están presentes en todas partes y tienen aplicaciones muy comunes: desde el pago con tarjetas contactless hasta los chips para identificar mascotas. Pero los avances tecnológicos han llevado incluso a implantar chips en el cuerpo humano: se trata de un movimiento llamado transhumanismo que busca integrar la tecnología en las personas con el objetivo de mejorar la humanidad.
Suecia es uno de los países líderes en la aplicación de microchips en personas. Son dispositivos electrónicos muy pequeños, del tamaño de un grano de arroz, que se implantan bajo la piel de la mano, entre los dedos pulgar e índice, y son prácticamente imperceptibles. Permiten realizar acciones cotidianas como abrir la puerta de casa, acceder al trabajo o usar el teléfono móvil. La compañía de tren SJ incluso integró el uso del microchip como sustituto al billete de tren habitual.
Sin embargo, el uso de esta tecnología también genera algunas dudas, por ejemplo, en lo que respecta a la privacidad de los datos personales que los microchips van recopilando a lo largo del día, desde información sobre la salud hasta la cuenta bancaria de una persona.
Historia de los microchips
La historia de los microchips se remonta a mediados del siglo pasado. El primer circuito integrado o microchip fue creado en 1958 por el ingeniero Jack St. Clair Kilby, que trabajaba en la empresa Texas Instrument en Estados Unidos.
Kilby consiguió solucionar los problemas de conexión de los circuitos que existían entonces y construyó un dispositivo en el que todos los componentes estaban hechos de germanio, el material semiconductor más utilizado en aquella época.
El primer microchip medía poco menos de 12 milímetros y permitió reducir muchísimo el tamaño de los ordenadores de entonces. Años después, en 1967, Kilby presentó la primera calculadora de bolsillo, que ocupaba mucho menos espacio y podía funcionar sin estar enchufada a la corriente.
El invento de Kilby revolucionó la electrónica y abrió una nueva era para la tecnología. En el año 2000 recibió el Premio Nobel de Física por su contribución en este campo.
Con el tiempo, la ciencia ha avanzado y se han descubierto nuevos materiales que conducen mejor la señal eléctrica y son más fáciles de manipular; eso ha permitido crear microchips mucho más potentes. Desde los primeros modelos, que tenían cientos de transistores integrados, los microchips actuales pueden tener miles de millones de transistores microscópicos y transmitir grandes cantidades de información.