El análisis genético de varios cabellos del compositor, muerto hace casi 200 años, revela que estaba enfermo de hepatitis B
El compositor alemán Ludwig van Beethoven falleció el 26 de marzo de 1827 en Viena (Austria), después de una larga enfermedad. En los últimos años de su vida, sufrió graves problemas intestinales que le causaban un gran dolor y le impedían seguir componiendo. Esta enfermedad se sumaba a una pérdida de audición que le había dejado prácticamente sordo.
Los historiadores siempre han teorizado sobre la causa de la muerte de Beethoven, que murió con tan solo 56 años. Se sabe que bebía mucho, y este alcoholismo se atribuye a la depresión que padecía por haber perdido el sentido del oído, fundamental para cualquier músico.
Ahora, un equipo internacional de científicos ha analizado el ADN de su pelo y ha descubierto que el músico tenía una predisposición genética a las enfermedades hepáticas (relacionadas con el hígado). En los meses antes de morir había sufrido una infección de hepatitis B, un virus que provoca náuseas, vómitos y dolor abdominal, y que puede derivar en enfermedades más graves como la cirrosis o el cáncer de hígado.
Los resultados del estudio se han publicado en la revista científica Current Biology. La investigación no aporta datos concluyentes sobre otro de los grandes misterios que rodean la figura de Beethoven: el origen de su sordera. No se sabe si también tenía una base genética o bien sufrió algún tipo de infección que afectó a sus oídos.
No obstante, el análisis del ADN sí que ha revelado que el cromosoma Y del compositor (un cromosoma que solo está presente en los individuos machos) no coincide con los cromosomas de los cinco descendientes actuales de la familia Van Beethoven. Según los científicos, esto indicaría que algún miembro de la rama paterna tuvo otro hijo fruto de una aventura extramatrimonial mucho antes del nacimiento de Beethoven, y aquí es donde las líneas genéticas se separan.
Las muestras de pelo se han obtenido de varias colecciones públicas y privadas en Europa y Estados Unidos. Regalar bucles y mechones de la propia melena era habitual a finales del siglo XVIII y principios del XIX: era una demostración de amor y afecto que podía enviarse por carta o conservarse en un guardapelo.
La genialidad de un músico sordo
Ludwig van Beethoven (1770-1827) fue uno de los mayores compositores de la historia. Su obra influyó en el género de la música clásica pero también en el romanticismo, un movimiento cultural surgido en Europa a finales del siglo XVIII que inspiró a numerosos artistas en el campo de la literatura, la pintura, la arquitectura, la moda…
Nació en una familia humilde donde la música estaba muy presente: su abuelo era violinista y su padre era músico y cantante. No obstante, tuvo una infancia difícil: su padre era alcohólico y muy violento, y estaba obsesionado con que Ludwig llegara a ser un pequeño genio de la música como Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), que daba conciertos con solo siete años.
Beethoven se fue a estudiar música a Viena, donde pronto destacó por sus habilidades musicales y se ganó el favor de las clases más ricas. Esto le permitió cierta independencia económica y poder dedicarse a componer su propia música: rompió con el estilo clásico e, influenciado por el romanticismo europeo, escribió partituras llenas de energía y movimiento, donde las notas representaban la fuerza de la naturaleza y los sentimientos.
Las composiciones de Beethoven se interpretan todavía hoy en teatros y óperas de todo el mundo. Entre las más populares, destacan el Claro de luna (Sonata para piano nº 14, escrita en 1801), Para Elisa (1810) o la Novena sinfonía (1824), que con el tiempo se convirtió en el himno de la Unión Europea.
Sin embargo, Beethoven es sobre todo conocido por su sordera, una enfermedad que empezó a sufrir cuando era muy joven y que marcó gran parte de su carrera. Eso no le impidió crear algunas de las piezas musicales más bellas de la historia, pero sí que influyó en su carácter y le llevó a aislarse del mundo exterior.
ADN para escribir la historia
El estudio del ADN ha servido para aclarar algunos de los grandes misterios de la historia. La paleogenética, por ejemplo, es el estudio de material genético conservado en los restos de organismos antiguos que tienen miles o millones de años, ya sean animales, plantas o seres humanos.
El análisis de restos genéticos conservados en huesos fósiles ha servido para identificar las primeras especies de seres humanos y establecer relaciones entre ellas. Así, cada nuevo descubrimiento nos permite añadir una pieza más al rompecabezas de la evolución humana.
Estas mismas técnicas se utilizan para identificar las momias del antiguo Egipto y saber a qué dinastía pertenecían o con quién estaban emparentadas. De este modo, los arqueólogos escriben el árbol genealógico de los faraones egipcios.
El navegante Cristóbal Colón llegó a las costas de América en 1492 y transformó el mundo occidental. Su origen sigue siendo objeto de debate: ¿era un navegante genovés? ¿Nació en Catalunya, en Galicia, en Portugal? Un equipo internacional liderado por la Universidad de Granada está analizando el ADN de Colón y comparándolo con otras muestras para determinar dónde nació.
En la actualidad, las investigaciones de ADN se utilizan sobre todo para resolver casos criminales, pero también en situaciones de conflicto para identificar a las víctimas. Es el caso de las fosas comunes del franquismo: autoridades y entidades de memoria histórica trabajan para establecer bancos de ADN entre la población actual y comparar las muestras con los restos encontrados para identificar a las víctimas.