La industria de la música apuesta por los macroconciertos y las giras internacionales para hacer remontar el negocio
La cantante Beyoncé, una de las artistas más importantes del panorama musical, ha anunciado una nueva gira mundial para presentar su último disco: Renaissance, un álbum lleno de referencias a la música disco. El tour empezará en mayo por varias ciudades europeas y en julio llegará a Estados Unidos, con más de 40 conciertos.
El único concierto de Beyoncé en España será en Barcelona, donde actuará el 8 de junio en el Estadi Olímpic Lluís Companys. El estadio tiene capacidad para 55.000 espectadores y lo más probable es que las entradas para ver a Queen B se agoten en cuestión de horas: los precios van de los 62€ a los 209€ las entradas más caras.
La gira de Beyoncé se une a la de Madonna, que volverá a los escenarios para celebrar sus 40 años de trayectoria. Es la artista femenina que más discos ha vendido en toda la historia de la música: más de 330 millones de álbumes y singles, según el Guinness World Records. The Celebration Tour pasará también por Barcelona con dos conciertos en el Palau Sant Jordi (17.000 espectadores), los días 1 y 2 de noviembre.
El negocio de la música en vivo se recupera con fuerza tras la pandemia de covid. Las restricciones y confinamientos obligaron a cancelar actuaciones, conciertos y festivales en todo el mundo y provocaron pérdidas de miles de millones de euros.
Ahora, la industria busca nuevas formas de ganar dinero. Teniendo en cuenta que los consumidores de música ya no compran discos ni CDs, y que la música se escucha de forma gratuita a través de internet, los beneficios proceden principalmente de la música en directo. La principal fuente de ingresos de los artistas ya no son sus discos, sino sus conciertos.
No obstante, este nuevo modelo también presenta un problema: las entradas cada vez son más caras y hay quien llega a pagar miles de dólares por ver a su artista favorito. La crisis económica influye en el aumento de los precios, pero también afecta el hecho de que las promotoras quieren explotar el negocio al máximo.
Entradas cada vez más caras
El incremento en el precio de las entradas se debe a varios factores. Por un lado, la producción de un espectáculo es mucho más cara ahora que hace diez años, o incluso antes de la pandemia: el coste de vehículos y material, contratación de personal y técnicos de sonido, montaje del escenario, alquiler del espacio… Todavía más cuando se trata de una gira y todos estos elementos deben desplazarse de un lugar a otro.
Además, la inflación económica ha disparado todavía más estos costes. Como consecuencia, las promotoras necesitan llenar las salas y recintos al máximo para obtener beneficios, porque hacer un concierto con el estadio medio vacío implica pérdidas. De ahí el interés por los macroconciertos con decenas de miles de espectadores: son una apuesta segura para ganar dinero.
Por otro lado, las tiqueteras (empresas dedicadas a la gestión y distribución de entradas) han introducido una especie de división de clases en las entradas. Antes, todas las entradas valían lo mismo, había que hacer cola por igual y los fans más sacrificados conseguían los mejores sitios en primera fila. Ahora, quien más dinero tiene puede pagar por ello: los tickets más baratos ofrecen una visión limitada del escenario, generalmente en las partes más alejadas del recinto; mientras que las entradas más caras no solo compran los mejores sitios, sino que ofrecen facilidades como la “entrada rápida” (sin tener que hacer cola) o los palcos VIP con todo tipo de comodidades (comida, bebida, sofás, baño privado).
La venta de entradas por internet también ha propiciado la aparición de los “gastos de gestión”, que las tiqueteras aplican para compensar las comisiones bancarias y otros costes tecnológicos. Sin embargo, en algunos casos, estos gastos se consideran abusivos y pueden encarecer el precio de la entrada hasta un 10%.
Acusaciones de monopolio en Estados Unidos
A pesar de todo, el récord de ventas para giras y conciertos demuestra que hay gente dispuesta a pagar precios elevados. Este interés ha llevado a empresas como Ticketmaster, una de las tiqueteras más importantes del mundo, a establecer un sistema de precios dinámicos que varían en función de la demanda: cuantas más personas haya interesadas en comprar una entrada, más sube el precio.
El problema de este sistema es que las entradas pueden alcanzar precios imposibles. Es lo que sucedió con la gira de Bruce Springsteen en Estados Unidos: los tickets llegaron a valer 5.000 dólares en la web de Ticketmaster, lo que generó una gran polémica en redes sociales y muchas críticas por parte de los fans.
Las grandes empresas de la industria musical (sellos discográficos, promotoras, tiqueteras) están participadas o son propiedad de fondos de inversión, cuyo objetivo principal es hacer negocio. En el caso de Bruce Springsteen, lo más importante no es garantizar que los fans de toda la vida puedan ver a su artista favorito, sino obtener el máximo beneficio de los conciertos.
En noviembre, la venta de entradas para la gira de Taylor Swift provocó una situación similar: la página web de Ticketmaster colapsada, precios disparados, comisiones adicionales… Además, un gran número de tickets acabaron en manos de compradores automatizados (bots), lo que levantó las sospechas de reventa.
En enero, el Senado de Estados Unidos llevó a cabo una comisión judicial para investigar un posible monopolio por parte de Live Nation, la mayor productora de conciertos del mundo, que en 2010 se fusionó con Ticketmaster. La relación entre ambas compañías reduce la competencia de otras tiqueteras y les permite establecer el precio que quieran, lo que acaba perjudicando a los consumidores.