La aparición de la variante ómicron y el aumento de casos en todo el mundo imponen nuevas restricciones para frenar la pandemia
La aparición de una nueva variante de coronavirus con numerosas mutaciones y que se propaga con mucha rapidez ha alertado a gobiernos de todo el mundo. La variante B.1.1.529 u ómicron, letra griega que le ha asignado la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha aparecido en Sudáfrica pero ya se han detectado casos en varios países del sur de África y de Europa.
Cada nueva variante del SARS-CoV-2 modifica las características del virus: puede hacer que se propague con más facilidad o que sea más resistente a las vacunas. Por eso la OMS ha convocado una reunión de urgencia para valorar la nueva variante y la ha calificado como variante preocupante (VOC), lo que implica nuevas restricciones para frenar su propagación.
Varios gobiernos ya han tomado medidas. Los países de la Unión Europea, el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Australia y varios países en América del Sur han prohibido la llegada de vuelos desde países del sur de África. En el Reino Unido, los viajeros procedentes de estos países deberán cumplir una cuarentena y estar aislados durante 10 días.
Los científicos de la OMS señalan que la variante ómicron tiene un número de mutaciones mucho mayor que el de otras variantes, sobre todo en la proteína de pico o proteína espiga, que es la parte que el virus utiliza para penetrar en las células de nuestro cuerpo.
La mayoría de vacunas contra la covid están diseñadas para desactivar estas proteínas. El problema es que, con las mutaciones, el virus cambia la forma en que se introduce en nuestras células y, como consecuencia, las vacunas dejan de funcionar.
La Organización Mundial de la Salud teme que esta nueva variante pueda ser más contagiosa que la variante delta, detectada por primera vez en la India en octubre de 2020 y que se extendió rápidamente por todo el mundo.
Certificado covid: el nuevo pasaporte mundial
Ante el aumento de contagios y la aparición de nuevas variantes, cada vez más países están aplicando el pasaporte covid como requisito para acceder a locales comerciales y de restauración, gimnasios, museos o teatros. Este pasaporte inmunitario también es necesario para viajar a la mayoría de países.
Los gobiernos esperan que, de este modo, más gente se anime a vacunarse y se puedan evitar restricciones más severas, como el cierre temporal de negocios o el confinamiento.
En la Unión Europea, el certificado covid permite viajar sin restricciones entre los 27 países miembro. Sin embargo, a partir de enero este certificado tendrá una caducidad de 9 meses a partir de la última dosis recibida: la población adulta deberá vacunarse con una tercera dosis de refuerzo para renovar el pasaporte inmunitario.
El debate sobre la tercera dosis pone de relieve una vez más la desigualdad en el acceso a las vacunas entre los países ricos y pobres. Más de la mitad de la población mundial (54%) ha recibido al menos una dosis de la vacuna, según datos de Our World in Data; sin embargo, solo el 5,6% de esta población parcialmente vacunada pertenece a países con bajos ingresos.
Estados Unidos (48 millones de casos confirmados), la India (34 millones) y Brasil (22 millones) siguen siendo los tres países más afectados por la covid, según datos de la OMS. Estados Unidos es el país más rico del mundo pero adoptó una posición negacionista durante los primeros meses de la pandemia, sin confinamiento ni uso de mascarilla obligatorio, que resultó en una rápida expansión del virus.
En cambio, la crisis sanitaria en la India se debe a la falta de recursos médicos y al alto nivel de pobreza entre la población. En el caso de Brasil, la mala gestión de la pandemia por parte del gobierno han llevado al presidente, Jair Bolsonaro, a ser acusado de crímenes contra la humanidad.
Efectos sobre la economía
La nueva variante también ha tenido consecuencias para la economía. Las bolsas de todo el mundo han registrado pérdidas económicas por el temor a una nueva ola de contagios que tenga un alcance global.
A principios del año pasado, la pandemia paralizó las fábricas y el comercio entre países y continentes, lo que provocó una grave crisis económica. Las restricciones afectaron al consumo y obligaron a cerrar muchos negocios. Por otro lado, muchas personas perdieron su empleo y pasaron a depender de los subsidios y ayudas económicas de los gobiernos.
Ahora, los inversores y empresas temen que pueda pasar lo mismo, por eso intentan vender sus bienes y acciones antes de que pierdan valor. El problema es que esto provoca un efecto dominó: cuando todo el mundo quiere vender, la oferta es mayor que la demanda y, como consecuencia, el precio de los productos disminuye.
Es lo contrario de lo que sucedió hace justamente un año, a finales de 2020, cuando el anuncio de las vacunas contra la covid-19 llenó de optimismo a la sociedad, a los gobiernos y también a los mercados financieros. La perspectiva de un mundo libre del virus animó a los inversores a comprar y eso provocó que los precios subieran.