La autora británica contribuyó a desarrollar la novela moderna con el uso del monólogo interior y un estilo lleno de sensibilidad
La escritora británica Virginia Woolf (1882-1941) está considerada una de las autoras más importantes de la literatura universal. Su obra destaca por la sensibilidad de sus personajes, su estilo poético y por el uso del monólogo interior, una de las características de la novela moderna de principios del siglo XX.
Estos días se celebra el 140 aniversario del nacimiento de la escritora, una buena ocasión para recordar su figura dentro de la literatura, pero también como pionera del movimiento feminista.
Adeline Virginia Stephen nació en Londres el 25 de enero de 1882, en una familia vinculada al mundo de las artes y la literatura. Su padre era historiador y novelista, mientras que su madre había hecho de modelo para pintores de la época. Ambos tenían hijos de anteriores matrimonios: en total, Virginia tenía siete hermanos.
La casa de la familia solía estar frecuentada por personalidades literarias tan importantes como el poeta y dramaturgo Alfred Tennyson, el novelista Thomas Hardy o el escritor Henry James. Virginia no fue a la escuela, recibió toda la educación de sus padres y de la gran biblioteca que tenían en casa, donde descubrió a los clásicos de la antigüedad y a los grandes autores de la literatura inglesa.
No obstante, su vida estuvo marcada por varios episodios traumáticos que quedaron reflejados en sus obras. Su madre murió en 1895, cuando Virginia tenía solo 13 años. En 1897 falleció su hermana Stella y, en 1905, su padre. Todas estas vivencias provocaron sus primeras depresiones y crisis nerviosas.
Más tarde se supo que Virginia y Stella habían sufrido abusos sexuales de dos de sus hermanastros, unos hechos que la propia Virginia relató en el ensayo A Sketch of the Past [Un esbozo del pasado], escrito poco antes de morir.
Tras la muerte de sus padres, Virginia y sus hermanos vendieron el hogar familiar y se trasladaron al barrio de Bloomsbury. Su casa siguió siendo un punto de reunión de intelectuales de la época, como el escritor E.M. Forster, el economista J.M. Keynes o el filósofo Bertrand Russell.
Todos formaban parte del Círculo de Bloomsbury, un grupo de amigos brillantes que se dedicaban a diferentes campos del conocimiento: arte, literatura, economía, filosofía… Compartían sus ideas e inquietudes y formaban parte de la élite intelectual británica. En aquel ambiente tan liberal, Virginia entró en contacto con ideas revolucionarias que escapaban de la moral victoriana de aquella época: el feminismo, la bisexualidad, las políticas de izquierdas, la importancia del arte en la vida…
Así fue cómo Virginia conoció al escritor Leonard Woolf, con quien se casó en 1912, y juntos fundaron la editorial Hogarth Press en 1917. A pesar de estar casados, tenían un matrimonio abierto y Virginia mantuvo otras relaciones, como con la poetisa y diseñadora de jardines Vita Sackville-West.
Virginia consiguió un gran reconocimiento como escritora, pero a lo largo de su vida sufrió una gran inestabilidad emocional que la llevó a cometer varios intentos de suicidio. El 28 de marzo de 1941, llenó los bolsillos de su abrigo con piedras y se lanzó al río Ouse, donde murió ahogada. Hoy en día se sabe que sufría trastorno bipolar, pero entonces no era una enfermedad diagnosticada.
Referente de la novela moderna
Woolf dedicó su vida a la escritura: escribió desde críticas literarias hasta novelas, cuentos, biografías, ensayos y obras de teatro.
Su primer éxito como escritora llegó con la publicación de La Señora Dalloway (1925), su cuarta novela. Las críticas alabaron el uso del monólogo interior y de un estilo sensible y muy poético a la hora de relatar la historia. Se trataba de una nueva forma de escribir novelas: la acción y la intriga quedaban en segundo plano para dar relevancia a las reflexiones, sentimientos y recuerdos de los personajes.
Por ese motivo, se considera que Virginia Woolf contribuyó a desarrollar la novela moderna o vanguardista junto con otros grandes autores como James Joyce, Thomas Mann o Franz Kafka.
La autora también se atrevió a jugar con el tiempo narrativo: dando saltos adelante y atrás en el tiempo para mostrar diferentes paisajes y momentos en la vida de los personajes. De este modo, conseguía profundizar en su psicología y mostrar cómo evolucionamos en el tiempo.
Por otro lado, en sus obras también está muy presente el universo femenino: Woolf intenta describir cómo se sienten, cuáles son sus expectativas y de qué forma están discriminadas en una sociedad dominada por los hombres.
Pionera del feminismo
Woolf fue una de las primeras escritoras que se atrevió a cuestionar el papel que la mujer había tenido durante siglos: ser primero una buena hija y luego una buena esposa, tener hijos y cuidar de ellos, dedicarse a las tareas del hogar y no rebelarse contra el lugar que le había sido asignado por el simple hecho de ser mujer…
En ese sentido, fue una mujer muy avanzada a su época y una pionera entre las mujeres intelectuales. De ideas liberales, plasmó en sus libros reflexiones sobre la situación de la mujer en general y de las mujeres escritoras en particular.
En 1928 pronunció dos conferencias en la Universidad de Cambridge sobre la relación entre las mujeres y la literatura. Las ideas de estas conferencias se recogieron en una de sus obras más famosas: Una habitación propia (1929). En este libro, analiza las causas de la discriminación de género a nivel social, económico, político y legal.
Entre las ideas más famosas recogidas en este libro está la que dio título al ensayo: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si quiere escribir ficción”. De esta manera, Woolf reflejaba las dificultades de las mujeres para poder ejercer una actividad intelectual y reivindicaba su derecho a llevar una vida independiente.
Tras la muerte de Virginia Woolf, su obra quedó relegada a cierto olvido. A partir de la década de 1970, con la segunda ola del feminismo, se empezó a reivindicar su figura y su pensamiento. Hoy en día, Una habitación propia se considera una obra de referencia del feminismo.
Obras más importantes
La Señora Dalloway (1925)
El primer éxito literario de Virginia Woolf. Explica un día en la vida de Clarissa Dalloway, una mujer de la alta sociedad que organiza una fiesta, y va alternando las reflexiones de la protagonista con descripciones sobre lo que sucede a su alrededor. A través de los personajes, la autora habla también sobre la locura y la depresión.
Al faro (1927)
La obra se sitúa en dos días separados por diez años y cuenta la historia de una familia en su casa de veraneo en la costa. Esta novela habla de temas como la dificultad del proceso creativo, las secuelas de la guerra sobre la sociedad o el papel secundario al que están relegadas las mujeres de la época.
Orlando: una biografía (1928)
Novela inspirada en la vida de la poeta Vita Sackville-West, gran amiga de Woolf. Es una historia fantástica en la que el protagonista, un noble inglés, se convierte en mujer y vive a lo largo de más de 300 años. La obra ofrece escenarios de lo más peculiares y trama temas tabúes como la homosexualidad o la emancipación de la mujer.
Una habitación propia (1929)
Considerada una de las obras de referencia del feminismo, este ensayo analiza la discriminación de la mujer en sociedad, pero también a la hora de acceder a una educación o de disponer de su propio dinero y ser independiente. Para ello, Woolf analiza la figura de otras autoras como las hermanas Brontë, Jane Austen, George Eliot (seudónimo de Mary Ann Evans) o George Sand (seudónimo de Aurore Dupin).
Las olas (1931)
Esta novela sigue un formato inusual: está formada por el monólogo de seis amigos, que en el fondo conforman diferentes aspectos de un mismo personaje. Es una reflexión sobre el individuo y cómo las personas se relacionan en comunidad.