El viaje del pontífice estará marcado por las restricciones de la pandemia y la inestabilidad en el país
El papa Francisco empieza hoy una viaje de tres días a Irak, país que intenta superar las graves consecuencias de las guerras sufridas durante las últimas décadas. Se trata de una visita histórica porque hasta ahora ningún pontífice, el máximo representante de la Iglesia católica, había viajado a Irak, país musulmán donde vive una minoría cristiana.
También será la primera visita del Papa Francisco al extranjero desde 2019, ya que la pandemia de coronavirus obligó a cancelar todos los viajes previstos para el año pasado. El Papa y su comitiva se han vacunado contra la Covid-19 antes de ir a Irak.
Francisco no ha querido renunciar al viaje a pesar de la pandemia de Covid-19, de las posibles amenazas terroristas y de la inestabilidad política en Oriente Medio, una región afectada por varios conflictos armados. En enero hubo dos atentados suicidas en un mercado del centro de Bagdad, la capital de Irak, que provocaron una treintena de muertos y más de un centenar de heridos.
El Papa visitará varias ciudades y enclaves históricos de Irak. En Bagdad se reunirá con el presidente del país, Barham Salih, y con el primer ministro, Mustafa al Kadhimi. Además, el pontífice se encontrará con el gran ayatolá Ali al Sistani, uno de los clérigos chiíes más importantes del mundo, para lanzar un mensaje de respeto y entendimiento entre cristianismo e islam.
A pesar de que los cristianos viven en esta región desde hace siglos, la comunidad cristiana en Irak sufre desde hace años una persecución por parte de islamistas radicales. Hasta 2003, en Irak había alrededor de un millón y medio de cristianos; hoy en día son 300.000 o 400.000.
Entre 2014 y 2017, con la llegada del Estado Islámico al norte de Irak, miles de cristianos fueron asesinados y cientos de miles tuvieron que abandonar sus hogares. Ahora, la población cristiana intenta volver a la zona, reconstruyendo sus casas y templos. Por eso, la visita del Papa se considera una oportunidad para dialogar con las autoridades iraquíes y mejorar su situación.
Irak, entre las guerras y la inestabilidad política
Irak vive desde hace tiempo una difícil situación política, agravada por guerras y enfrentamientos. El país ha sufrido varios conflictos desde hace décadas: la guerra entre Irán e Irak (1980-1988), la Guerra del Golfo (1990-1991), la invasión internacional liderada por Estados Unidos (2003-2011) o el ataque del Estado Islámico (2014-2017).
Desde que las tropas internacionales consiguieron derrotar al Estado Islámico en diciembre de 2017, Irak ha intentado formar un gobierno de unidad que representara a toda la población. Pero no ha sido fácil debido a las tensiones entre facciones políticas y religiosas, especialmente entre chiitas y sunitas.
A finales de 2019 la población, harta de la violencia y de la corrupción de los gobernantes, salió a las calles para manifestarse. Las protestas fueron reprimidas por el gobierno y terminaron con cientos de muertos.
El nuevo primer ministro fue designado en abril de 2020 (sus dos predecesores duraron poco más de un mes en el cargo). Al Kadhimi tiene la difícil tarea de poner de acuerdo a las diferentes fuerzas políticas para poder avanzar en la reconstrucción del país. De momento, las elecciones se han pospuesto de junio a octubre de 2021.
La pandemia de Covid-19 en Irak
Irak tiene una población de más de 38 millones de personas. Según las cifras oficiales, desde el inicio de la pandemia se han registrado más de 700.000 contagios y cerca de 14.000 muertos por coronavirus, aunque es posible que los casos reales sean muchos más.
Existen ciertos prejuicios sobre la enfermedad entre la población iraquí que hacen que mucha gente con síntomas no reconozca que está enferma y no informe a las autoridades. Esto dificulta el seguimiento de casos y el control de la epidemia.
La sociedad iraquí es muy religiosa y conservadora: es el hombre (y no la mujer) quien debe hacerse cargo de la familia. En ese sentido, muchos hombres tienen miedo a tener que pasar una cuarentena, lo que implicaría alejarse de su familia y no poder ocuparse de ellos, y por eso no acuden al médico.
Por otro lado, los hospitales y otras instalaciones sanitarias son muy precarias debido a años de guerras que han destruido las infraestructuras del país. El sistema sanitario es prácticamente inexistente y muchos creen que si van al hospital acabarán contagiándose.
Ante el aumento de casos, el gobierno iraquí ha introducido nuevas restricciones para intentar detener la propagación del virus. Además del toque de queda nocturno, durante el fin de semana se impone un confinamiento de tres días para limitar los encuentros multitudinarios.