La aristócrata y escritora gallega vivió contracorriente y utilizó su influencia para defender los derechos de la mujer en la España del siglo XIX
El 12 de mayo de 1921 moría en Madrid la escritora gallega Emilia Pardo-Bazán. En el centenario de su muerte, su figura destaca como una de las intelectuales más progresistas de la época, al introducir en España corrientes literarias que estaban de moda en el resto de Europa y defendiendo la emancipación de la mujer.
Su vida fue poco convencional y a menudo fue criticada por ello, pero nunca dejó de tener sus propias opiniones y de vivir su vida como ella quería.
Emilia Pardo-Bazán y de la Rúa-Figueroa nació en Coruña el 16 de septiembre de 1851, en el seno de una familia noble y muy rica. Desde pequeña se interesó por la lectura y, gracias a su posición privilegiada y al hecho de contar con el apoyo paterno, Emilia tuvo la mejor educación posible.
En el colegio francés al que asistía descubrió a algunos autores clásicos como Jean de La Fontaine o Jean Racine. En sus textos aprendió los valores de la Revolución Francesa (1879): libertad, igualdad y fraternidad, que influyeron en su obra y en su forma de ver el mundo. La literatura francesa fue una gran referencia a lo largo de su vida.
Desarrolló una carrera larga y muy prolífica como escritora, traductora, periodista y crítica literaria. Entre sus obras hay medio centenar de novelas y cuentos, una veintena de ensayos sobre temas tan diversos como la literatura o la cocina española, biografías, traducciones, artículos periodísticos, obras de teatro, libros de viajes…
Gracias a sus viajes por Europa entró en contacto con autores extranjeros y con nuevas corrientes literarias como el realismo o el naturalismo francés, un movimiento que se centra en contar la realidad de forma directa y sin filtros, sobre todo a la hora de retratar las capas más bajas de la sociedad.
Emilia escribió una serie de artículos sobre el naturalismo y su máximo representante, el escritor francés Émile Zola, recopilados bajo el nombre de La cuestión palpitante (1883). Esta obra creó una fuerte polémica porque chocaba con los valores conservadores y católicos de la sociedad española de entonces. La autora fue muy criticada por otros escritores e intelectuales, pero ella nunca renegó de sus ideas.
La escritura como denuncia social
Como estilo literario, el naturalismo permitía retratar las situaciones más duras y denunciar las injusticias sociales que tenían lugar entre las clases más desfavorecidas. Este fue el pilar central de La Tribuna (1882), considerada la primera novela naturalista española.
La protagonista de esta novela es una mujer joven que trabaja en una fábrica y lidera las protestas para reivindicar mejoras para las trabajadoras. El texto describe las duras condiciones en las que trabaja el proletariado y convierte en heroína a una mujer pobre, que se queda embarazada y es abandonada por el padre (un joven rico), pero que aun así no rechaza sus ideales progresistas.
Más tarde escribió Los pazos de Ulloa (1886), considerada su obra más famosa, en la que describe la naturaleza humana a través del mundo rural gallego, las penurias de los campesinos y el contraste con los caciques, que abusan de su posición de privilegio. La historia continúa diez años después en La madre naturaleza (1887).
Pionera del feminismo en España
Emilia Pardo-Bazán vivió una vida privilegiada gracias a la fortuna y la posición de su familia. Sin embargo, eso no la alejó de la realidad social de otras mujeres que vivían una situación mucho peor que la suya.
En sus escritos defendió la emancipación de la mujer, su derecho a recibir una educación, a decidir por sí misma y a no estar sometida a la tutela de ningún hombre, como ella misma hizo con su vida. Varios de sus cuentos y novelas tratan el tema de la violencia machista.
Ella no pudo ir a la universidad porque en su época las mujeres tenían prohibido acceder a la educación superior. Sin embargo, al final de su vida fue nombrada consejera de Instrucción Pública por el rey Alfonso XIII y consiguió cambiar la ley: el 8 de marzo de 1910 se aprobó una Real Orden que permitía a las mujeres inscribirse en la universidad.
Fue la primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid y la primera en ocupar una cátedra de literatura en la Universidad Central (actual Universidad Complutense de Madrid).
Sin embargo, aunque presentó su candidatura en varias ocasiones, Emilia nunca consiguió ingresar en la Real Academia de la Lengua, cuyos integrantes seguían defendiendo la exclusión de las mujeres del mundo académico. Emilia también había propuesto como candidata a la escritora feminista Concepción Arenal, que tampoco fue aceptada.