Se cumplen 25 años de la Gran Tragedia, cuando ocho alpinistas murieron en una misma jornada de escalada
El monte Everest está situado en la cordillera del Himalaya, entre Nepal y China, y es la montaña más alta del mundo: 8.848 metros sobre el nivel del mar. Eso lo convierte en todo un reto para los amantes de la escalada, pero también para muchos turistas aventureros que quieren visitar los lugares más remotos del planeta.
Sin embargo, el Everest también es conocido por ser una de las cumbres más peligrosas. Desde el primer ascenso a la montaña en 1953, más de 9.000 personas han subido a la cima y casi 300 alpinistas han muerto debido a accidentes, resbalones y avalanchas, pero también por la fatiga o el mal de altura.
Entre el 10 y el 11 de mayo de 1996, hace ahora 25 años, se produjo la Gran Tragedia: así es como se recuerda una jornada negra en la que murieron ocho alpinistas atrapados por una tormenta de nieve mientras intentaban llegar a la cima del Everest.
Este no fue el peor día en el monte Everest. Durante el terremoto de 2015 que arrasó Nepal, una veintena de montañistas murieron en diferentes partes de la montaña. Y la avalancha de 2014 desprendió una cascada de hielo que mató al menos a 16 guías nepalíes.
Sin embargo, la Gran Tragedia se hizo famosa porque fue narrada por el periodista estadounidense Jon Krakauer en el libro Mal de altura (1997). Más tarde, la novela se adaptó al cine en la película Everest (2015).
El cambio climático también ha hecho aumentar la cifra de muertes. Con las temperaturas cada vez más cálidas, el hielo se derrite y aparecen los cuerpos congelados de escaladores desaparecidos hace tiempo, incluso hace décadas, y que nunca habían sido encontrados.
‘Boom’ turístico en el Everest
El propio Krakauer fue uno de los supervivientes de la Gran Tragedia. El autor denuncia en su libro el negocio turístico en el que se ha convertido escalar el Everest y otros ochomiles del Himalaya. Según él, muchas expediciones comerciales no tienen en cuenta el nivel de los escaladores y llevan a gente poco preparada hasta la cima, sin tener en cuenta las consecuencias.
La temporada de escalada en el Himalaya es corta, de marzo a mayo, ya que hay que esperar a que las condiciones meteorológicas permitan subir a la cima. Esto provoca que tan solo se pueda subir unos pocos días al año, cuando no hay tormentas ni vientos fuertes.
En 2019, las imágenes de decenas de escaladores haciendo cola para coronar la cima del Everest dieron la vuelta al mundo. El 22 de mayo fue el día más concurrido de su historia: más de 200 personas pasaron por la cima.
Los expertos en alpinismo señalan que la masificación turística de la montaña tiene graves consecuencias medioambientales, pero también para la salud de los escaladores.
Durante la primavera de 2019, una veintena de alpinistas murieron intentando coronar alguno de los ochomiles del Nepal. La mayoría eran turistas con poca experiencia que murieron como consecuencia de la falta de oxígeno y el mal de altura.
El gobierno de Nepal ha introducido nuevas normas para evitar más muertes no accidentales: además de la obligación de ir con un sherpa o guía nativo, los alpinistas deberán presentar certificados médicos y demostrar que han escalado antes un pico de 6.500m (como mínimo). Las agencias de trekking también deberán demostrar su experiencia y la calidad de los materiales en las expediciones.
Un vertedero a 8.000 metros
Desde hace años, los activistas medioambientales alertan de la basura acumulada en la falda del Everest, tanto en la cara sur que da al Nepal como en la cara norte, hacia el Tibet (gestionada por el gobierno de China).
Alrededor de 800 personas escalan cada año la montaña más alta del mundo, incluyendo a los sherpas. Estas expediciones dejan a su paso botellas de oxígeno vacías, material de escalada, tiendas de campaña rotas, latas de comida y residuos humanos que se han ido acumulando durante décadas.
Las autoridades de Nepal aprobaron una ley en 2014 según la cual cada escalador debía recoger y bajar de la montaña 8 kilos de basura. En 2019 se llevó a cabo una campaña de recogida que recuperó más de 10 toneladas de residuos y 4 cadáveres abandonados en la montaña.
En 2020, un equipo de científicos encontró muestras de microplásticos cerca de la cima del Everest, a más de 8.000 metros de altitud, un ejemplo más del alcance de la contaminación provocada por los seres humanos.