La multinacional española es una de las mayores empresas textiles del mundo, pero su modelo plantea dudas sobre la sostenibilidad de la industria
Inditex es una empresa multinacional dedicada a la fabricación y venta de ropa y complementos, propietaria de marcas como Zara, Bershka, Pull&Bear o Lefties. El fundador de la empresa, Amancio Ortega, ha pasado de confeccionar sus propios diseños y venderlos en una tienda de A Coruña en la década de 1960, a dirigir un imperio con más de 5.800 establecimientos en todo el mundo.
El último año, Inditex ha registrado el mayor beneficio de su historia: ha ganado 4.130 millones de euros (es la primera vez que supera los 4.000 millones de beneficio) y ha crecido un 27% respecto al año anterior. Según el informe de resultados de la empresa, las ventas superaron los 32.500 millones de euros, de los que 7.800 procedían de la venta online.
De este modo, el negocio de la moda recupera el ritmo de ventas anterior a la pandemia de covid, que obligó a suspender temporalmente la actividad económica y a cerrar algunos negocios. Por otro lado, Inditex ha conseguido compensar la salida de Rusia, donde tenía 514 tiendas; el grupo español decidió dejar de operar en el país cuando empezó la guerra en Ucrania.
Aun así, el modelo de negocio de Inditex también plantea dudas sobre su sostenibilidad, tanto a nivel de condiciones laborales como a la hora de mantener una producción respetuosa con el medio ambiente.
En los últimos meses, la empresa ha estado en el foco mediático por la huelga de dependientas en España, que denunciaban las duras condiciones laborales y la precariedad de los salarios (la mayoría son mileuristas). Las trabajadoras reclamaban que una parte de los beneficios anuales se destinara a mejorar su contrato, y no solo a pagar los dividendos de los accionistas.
Asimismo, los grandes grupos textiles como Inditex, H&M o Primark externalizan una parte de su producción en países en desarrollo como la India, Bangladesh o Marruecos. El objetivo es abaratar costes, ya que las leyes laborales de estos países son menos exigentes con las empresas: los trabajadores tienen sueldos más bajos y gozan de menos derechos laborales, como el derecho a huelga o el derecho a baja por enfermedad.
Esto puede derivar en una situación de explotación laboral: las trabajadoras (la gran mayoría son mujeres) de estas fábricas trabajan jornadas de hasta 12 horas por un salario de 3 dólares al día, y no pueden ponerse enfermas porque se arriesgan a ser despedidas.
Reutilizar la ropa: el futuro de la moda
La industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, según datos de las Naciones Unidas. Para fabricar ropa se consume una gran cantidad de recursos naturales y el proceso de fabricación y transporte genera muchas emisiones contaminantes, especialmente si la ropa se produce en otros países o continentes.
La fast fashion o moda rápida se ha convertido en un problema global: este modelo produce grandes cantidades de ropa que puede comprarse a precios muy bajos, pero que suele ser de poca calidad y tiene una vida útil muy limitada. Así, mucha gente está acostumbrada a comprar ropa con frecuencia, lo que también produce muchos residuos textiles que son muy difíciles de tratar.
De ahí la importancia de cambiar nuestros hábitos de consumo y apostar por una moda más sostenible, fabricada con materiales orgánicos o reciclados, y producida por empresas o talleres de proximidad. De este modo no solo protegemos la salud del planeta, sino que contribuimos a un sistema económico más justo.
Otra opción es apostar por la ropa de segunda mano, una tendencia que cada vez gana más adeptos porque permite reutilizar la ropa y reducir la contaminación, además de suponer un ahorro económico. Por un lado están las tiendas de ropa de segunda mano como Humana o Roba Amiga, que suelen estar vinculadas a proyectos sociales y funcionan gracias a las donaciones.
Por el otro, en los últimos años han surgido numerosas apps móviles como Vinted, Vibbo o Wallapop, que permiten a los usuarios vender su ropa a otros usuarios. Estas aplicaciones promueven el modelo de economía colaborativa, en la que los individuos se ofrecen servicios entre ellos sin necesidad de intermediarios. La parte negativa de este sistema es que los beneficios no repercuten en la economía local sino en empresas virtuales que suelen tener su sede y pagar impuestos en otros países.
El fenómeno Shein
Shein es una plataforma de moda online creada en China que ha revolucionado el mercado de la fast fashion. Ofrece miles de nuevos productos cada día inspirados en las tendencias de última hora: ropa, complementos, zapatos, maquillaje… Pero sobre todo triunfa por sus precios económicos, que son difíciles de igualar para la competencia.
Esta marca se ha hecho muy popular en redes sociales gracias a una estrategia de marketing que combina eventos de presentación retransmitidos en directo, campañas con influencers y los llamados hauls: vídeos en los que los usuarios analizan las prendas que han comprado.
Este modelo de “moda ultrarrápida” se basa, una vez más, en productos de baja calidad que se producen en masa y que generan una gran cantidad de residuos. Pero también a costa de vulnerar los derechos de los trabajadores del sector textil en China.
Una investigación de la ONG Public Eye denuncia las precarias condiciones de trabajo en una veintena de empresas que son proveedoras de Shein. En estas fábricas, muchos de los empleados no tienen un contrato laboral, hacen jornadas de hasta 75 horas a la semana y trabajan en un entorno donde se incumplen las normativas de seguridad.