El 15 de noviembre se celebra el Día Mundial sin Alcohol para concienciar sobre los efectos negativos que ocasionan las bebidas alcohólicas en el cuerpo
Cada día millones de personas en todo el mundo beben alcohol. El consumo de esta sustancia se ha utilizado ampliamente en muchas culturas durante siglos y a menudo se asocia con la celebración y la relajación.
Desde un punto de vista biológico, el alcohol afecta a nuestro cerebro, liberando neurotransmisores como la dopamina, que están vinculados al placer y la gratificación. Su liberación provoca sensaciones de bienestar y euforia, por eso a mucha gente le gusta la sensación que experimenta el cuerpo después de beber una copa.
Sin embargo, detrás de esta "satisfacción" se encuentran una serie de efectos dañinos que el alcohol puede tener en nuestro organismo, tanto en nuestra salud física como mental.
Cada año se producen 3 millones de muertes en el mundo debido al consumo nocivo de alcohol, según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Su consumo es un factor causal en más de 200 enfermedades, como trastornos mentales, enfermedades cardiovasculares, cirrosis hepática (afecta al hígado) y algunos tipos de cáncer.
El alcohol también afecta negativamente a nuestro cerebro, provocando pérdida de memoria y disminución de la concentración. Además, tiene un alto potencial de crear dependencia, lo que quiere decir que es probable que acabe en adicción. Las personas que sufren de adicción al alcohol pierden el control sobre su consumo.
Por todo esto, la OMS promueve cada 15 de noviembre el Día Mundial sin Alcohol. El objetivo es concienciar a toda la población acerca de los daños físicos y psicológicos que puede ocasionar el consumo de alcohol en el organismo.
Adolescentes y presión del grupo
Alrededor del mundo, los gobiernos limitan a partir de qué edad es legal comprar y consumir alcohol. Por ejemplo, en Estados Unidos se prohíbe vender esta sustancia a las personas menores de 21 años. En otros países como España, Francia o Italia, el límite está en 18 años.
Pese a estas restricciones, el consumo de alcohol en jóvenes menores de edad sigue siendo un problema en la actualidad. El 74% de los jóvenes de entre 14 y 18 años en España reconoce haber consumido bebidas alcohólicas alguna vez en su vida, según la Encuesta sobre uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES) 2021.
El informe también señala que el 23% de los adolescentes dice haberse emborrachado en el último mes y el 41% afirma haber realizado botellón en el último año. En esta edad, es muy común el binge drinking o “consumo en atracón”, que implica beber cinco o más copas, vasos o cañas de alcohol en un tiempo aproximado de 2 horas.
En la adolescencia, la presión del grupo influye directamente en el consumo de sustancias psicoactivas como el alcohol y otras drogas. El deseo de pertenecer y ser aceptado puede llevar a los adolescentes a hacer cosas que no quieren hacer, como beber alcohol, solo por encajar.
La influencia de amigos cercanos y compañeros es un factor determinante en este tema. La idea de “todos lo están haciendo” puede ejercer una presión significativa, haciéndonos creer que si no seguimos la corriente podemos ser excluidos del grupo. Sin embargo, es fundamental establecer límites y decir “no” cuando sea necesario.
Alcoholismo social
Se considera que una persona realiza un consumo social cuando habitualmente o de manera esporádica consume bebidas alcohólicas en situaciones sociales como puede ser una celebración de cumpleaños, una quedada con amigos o una cena de trabajo. Este tipo de consumo de alcohol está muy extendido y suele verse como algo normal y sin riesgos.
La aceptación cultural del consumo de alcohol en eventos sociales y la idea de que beber es necesario para la diversión son elementos que pueden alimentar este patrón de comportamiento.
Sin embargo, algunos bebedores sociales no son conscientes de que, aunque no lleguen nunca a emborracharse, están consumiendo una bebida perjudicial para la salud. No hay consumo de alcohol inocuo, es decir, cualquier nivel de consumo conlleva ciertos riesgos para nuestro organismo.
La repetición de estos patrones de bebida en situaciones sociales puede contribuir a un aumento en la tolerancia. Esto hace que nuestro cuerpo se adapte a la presencia constante del alcohol, y como resultado, se requieren cantidades mayores de estas bebidas para lograr los mismos efectos que se experimentaron inicialmente con dosis más bajas.
Aunque a priori tomar bebidas alcohólicas en eventos sociales pueda parecer una práctica inofensiva, es fundamental ser conscientes de que, con estas prácticas, se pueden desarrollar problemas más graves relacionados con el alcohol.