17 noviembre 2024
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17 noviembre 2024

La izquierda vuelve al poder en Chile

El candidato de izquierdas Gabriel Boric gana las elecciones a la ultraderecha y se prepara para impulsar cambios sociales en el país

El candidato de izquierdas Gabriel Boric ha ganado las elecciones de Chile y marcará un cambio de rumbo en las políticas del país. Boric se ha impuesto en la segunda vuelta con más del 55% de los votos (el mayor porcentaje de apoyo a un candidato desde que se celebran elecciones democráticas) y, con 35 años, se convertirá en el presidente más joven del país.

La primera vuelta de las elecciones chilenas se celebró a finales de noviembre y de allí salieron los dos candidatos más votados: Gabriel Boric, al frente de la coalición de partidos de izquierdas Apruebo Dignidad, y José Antonio Kast, del Partido Republicano, considerado un partido populista y de ultraderecha.

José Antonio Kast ganó la primera vuelta con una ventaja de votos del 2%. Sin embargo, en esta segunda vuelta, el récord de participación ha beneficiado a Boric: el 55,5% del censo electoral acudió a votar, en comparación al 47,3% de la primera vuelta.

Las elecciones de Chile se habían convertido en una suerte de referéndum para saber si la población chilena quería dar continuidad al actual gobierno conservador o bien si prefería apoyar un giro social en las políticas del gobierno.

En ese sentido, Boric representa el espíritu de las protestas que desde hace dos años reclaman cambios políticos, sociales y económicos de profundidad para solucionar la grave crisis económica que afecta al país. Esta desigualdad perjudica a la población con menos recursos, que tiene más dificultades para ir al médico o para acceder a una educación superior.

Para muchos votantes, la victoria de Boric supone también un triunfo sobre la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), cuyo legado sigue influyendo en la política chilena. El propio Kast había reivindicado la figura de Pinochet y se había posicionado en la misma línea ideológica que otros líderes políticos como el brasileño Jair Bolsonaro o el expresidente de Estados Unidos Donald Trump.

Después de que se proclamara la victoria electoral de Boric, decenas de miles de personas salieron a las calles de Santiago de Chile, la capital del país, para celebrar su triunfo. Muchos entonaban canciones de protesta como El pueblo unido jamás será vencido, de la banda chilena Quilapayún.

Protestas sociales en Chile

A finales de 2019, estallaron varias protestas y manifestaciones multitudinarias en varias ciudades de Chile. Las protestas empezaron por una subida de precios en el transporte público, pero los motivos reales eran mucho más profundos.

La desigualdad es uno de los mayores problemas de Chile, donde hay una élite muy rica y una clase media que lucha por sobrevivir con sueldos bajos. A pesar de ser una de las economías de América Latina que más crece, la pobreza afecta a más de 2 millones de personas (el 10% de la población).

Esta distribución desigual de la riqueza tiene su origen en la dictadura, que impuso un modelo económico liberal que favorecía a las empresas privadas y las clases más altas, pero dejaba a las clases más desfavorecidas al descubierto. Se privatizaron servicios básicos como el abastecimiento de energía, la sanidad o la educación.

El anterior presidente, el conservador Sebastián Piñera, intentó dar respuesta a las protestas y convocó un referéndum constitucional en octubre de 2020: el 78% de los participantes votaron a favor de cambiar la constitución (redactada durante la dictadura de Pinochet) y crear un nuevo texto más justo para todos los chilenos. La Convención Constituyente encargada de redactar la nueva constitución está presidida por Elisa Loncón, profesora y activista de la etnia indígena mapuche.

A pesar de las restricciones por la pandemia de covid-19, las protestas se han mantenido hasta hoy y han jugado un papel protagonista en el cambio político.

Los años más oscuros de Chile

Augusto Pinochet (1915-2006), comandante en jefe del Ejército Chileno, llevó a cabo un golpe de estado en 1973 para derrocar al presidente Salvador Allende, cuyo gobierno combinaba ideas socialistas y comunistas. Allende promovió la nacionalización de empresas privadas que gestionaban servicios básicos como el agua o la luz, por ejemplo. 

Sin embargo, una parte de la sociedad chilena no veía con buenos ojos estas políticas socialistas, como los empresarios, las clases adineradas o los militares. Consideraban que la influencia comunista era un peligro y por eso apoyaron a Pinochet, que también recibió el respaldo del gobierno de los Estados Unidos.

Entre 1973 y 1990, la dictadura se encargó de perseguir y reprimir cualquier tipo de oposición a la Junta Militar que dirigía el país: intelectuales y políticos de izquierdas, estudiantes o sindicalistas. Utilizaban métodos como el secuestro, la tortura y el asesinato para atemorizar a la población.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) de Chile, hubo más de 3.000 muertos y desaparecidos entre 1973 y 1990. Las víctimas de la dictadura superan las 40.000 personas.

Durante la dictadura quedaron prohibidos los partidos políticos y sindicatos de trabajadores. El Régimen Militar aplicaba la censura sobre los medios de comunicación y se limitaron los derechos y libertades, como la libertad de expresión y de manifestación.

El candidato de izquierdas Gabriel Boric ha ganado las elecciones de Chile y marcará un cambio de rumbo en las políticas del país. Boric se ha impuesto en la segunda vuelta con más del 55% de los votos (el mayor porcentaje de apoyo a un candidato desde que se celebran elecciones democráticas) y, con 35 años, se convertirá en el presidente más joven del país.

La primera vuelta de las elecciones chilenas se celebró a finales de noviembre y de allí salieron los dos candidatos más votados: Gabriel Boric, al frente de la coalición de partidos de izquierdas Apruebo Dignidad, y José Antonio Kast, del Partido Republicano, considerado un partido populista y de ultraderecha.

José Antonio Kast ganó la primera vuelta con una ventaja de votos del 2%. Sin embargo, en esta segunda vuelta, el récord de participación ha beneficiado a Boric: el 55,5% del censo electoral acudió a votar, en comparación al 47,3% de la primera vuelta.

Las elecciones de Chile se habían convertido en una suerte de referéndum para saber si la población chilena quería dar continuidad al actual gobierno conservador o bien si prefería apoyar un giro social en las políticas del gobierno.

En ese sentido, Boric representa el espíritu de las protestas que desde hace dos años reclaman cambios políticos, sociales y económicos de profundidad para solucionar la grave crisis económica que afecta al país. Esta desigualdad perjudica a la población con menos recursos, que tiene más dificultades para ir al médico o para acceder a una educación superior.

Para muchos votantes, la victoria de Boric supone también un triunfo sobre la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), cuyo legado sigue influyendo en la política chilena. El propio Kast había reivindicado la figura de Pinochet y se había posicionado en la misma línea ideológica que otros líderes políticos como el brasileño Jair Bolsonaro o el expresidente de Estados Unidos Donald Trump.

Después de que se proclamara la victoria electoral de Boric, decenas de miles de personas salieron a las calles de Santiago de Chile, la capital del país, para celebrar su triunfo. Muchos entonaban canciones de protesta como El pueblo unido jamás será vencido, de la banda chilena Quilapayún.

Protestas sociales en Chile

A finales de 2019, estallaron varias protestas y manifestaciones multitudinarias en varias ciudades de Chile. Las protestas empezaron por una subida de precios en el transporte público, pero los motivos reales eran mucho más profundos.

La desigualdad es uno de los mayores problemas de Chile, donde hay una élite muy rica y una clase media que lucha por sobrevivir con sueldos bajos. A pesar de ser una de las economías de América Latina que más crece, la pobreza afecta a más de 2 millones de personas (el 10% de la población).

Esta distribución desigual de la riqueza tiene su origen en la dictadura, que impuso un modelo económico liberal que favorecía a las empresas privadas y las clases más altas, pero dejaba a las clases más desfavorecidas al descubierto. Se privatizaron servicios básicos como el abastecimiento de energía, la sanidad o la educación.

El anterior presidente, el conservador Sebastián Piñera, intentó dar respuesta a las protestas y convocó un referéndum constitucional en octubre de 2020: el 78% de los participantes votaron a favor de cambiar la constitución (redactada durante la dictadura de Pinochet) y crear un nuevo texto más justo para todos los chilenos. La Convención Constituyente encargada de redactar la nueva constitución está presidida por Elisa Loncón, profesora y activista de la etnia indígena mapuche.

A pesar de las restricciones por la pandemia de covid-19, las protestas se han mantenido hasta hoy y han jugado un papel protagonista en el cambio político.

Los años más oscuros de Chile

Augusto Pinochet (1915-2006), comandante en jefe del Ejército Chileno, llevó a cabo un golpe de estado en 1973 para derrocar al presidente Salvador Allende, cuyo gobierno combinaba ideas socialistas y comunistas. Allende promovió la nacionalización de empresas privadas que gestionaban servicios básicos como el agua o la luz, por ejemplo. 

Sin embargo, una parte de la sociedad chilena no veía con buenos ojos estas políticas socialistas, como los empresarios, las clases adineradas o los militares. Consideraban que la influencia comunista era un peligro y por eso apoyaron a Pinochet, que también recibió el respaldo del gobierno de los Estados Unidos.

Entre 1973 y 1990, la dictadura se encargó de perseguir y reprimir cualquier tipo de oposición a la Junta Militar que dirigía el país: intelectuales y políticos de izquierdas, estudiantes o sindicalistas. Utilizaban métodos como el secuestro, la tortura y el asesinato para atemorizar a la población.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) de Chile, hubo más de 3.000 muertos y desaparecidos entre 1973 y 1990. Las víctimas de la dictadura superan las 40.000 personas.

Durante la dictadura quedaron prohibidos los partidos políticos y sindicatos de trabajadores. El Régimen Militar aplicaba la censura sobre los medios de comunicación y se limitaron los derechos y libertades, como la libertad de expresión y de manifestación.

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