Jacinda Ardern llevaba casi seis años en el cargo y fue la mujer más joven en ser elegida jefa de Gobierno de un país
La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, ha anunciado por sorpresa que dejará el cargo a principios de febrero. En una rueda de prensa, ha explicado que ya no se siente con fuerzas para gobernar el país y que no se presentará a las próximas elecciones generales, previstas para el mes de octubre.
“Soy humana. Los políticos somos humanos. Damos todo lo que podemos, tanto tiempo como podemos, y entonces llega el momento. Para mí, este es el momento [de dejarlo]”, ha declarado frente a los medios de comunicación. Ahora, su partido deberá elegir a un nuevo sustituto o sustituta para Ardern.
Ardern ganó las elecciones en 2017 con el Partido Laborista, una formación de izquierdas que hacía más de diez años que no gobernaba en Nueva Zelanda. A sus 37 años, se convirtió en la mujer más joven en ser elegida jefa de Gobierno y liderar un país. Y en 2020 volvió a ganar las elecciones con mayoría absoluta.
Durante su mandato ha impulsado varias políticas progresistas como la despenalización del aborto (antes podía castigarse con penas de hasta 14 años de cárcel), se han impulsado leyes más estrictas sobre el control de armas y se ha nombrado a la primera ministra maorí en la historia del gobierno neozelandés (el pueblo maorí representa el 15% de la población).
En 2018, durante su segundo año como primera ministra, Ardern tuvo una hija y estuvo de permiso de maternidad durante seis semanas. Fue la primera vez en casi 30 años que una mandataria daba a luz a un bebé mientras estaba en el cargo, lo que abrió un debate sobre la conciliación familiar y la dificultad de las mujeres para construir una carrera política.
En ese sentido, la renuncia de Ardern también ha puesto de relieve la importancia de la salud mental entre los políticos y cargos públicos, que pueden sufrir grandes cargas de estrés debido a la responsabilidad de su posición, y durante cuánto tiempo pueden mantenerse en el poder.
El legado de Jacinda Ardern
El mandato de Ardern ha estado marcado por algunos de los momentos más duros de la historia de Nueva Zelanda. En marzo de 2019 se produjeron los atentados de Christchurch, cuando un hombre armado entró en dos mezquitas y asesinó a 51 personas. Fue de un crimen xenófobo y racista cometido por un supremacista blanco.
Ardern se reunió con los familiares de las víctimas y vistió un hiyab como símbolo de solidaridad con la comunidad musulmana en la isla. Una semana después del atentado terrorista, se aprobó una nueva ley para prohibir las armas militares y se retiraron más de 60.000 armas de fuego de circulación.
A principios de 2020, con el estallido de la pandemia de covid, el gobierno de Ardern actuó con rapidez para evitar los peores efectos del coronavirus: se impuso el confinamiento y el cierre de fronteras para controlar el número de contagios. La estrategia anticovid de Nueva Zelanda fue aplaudida en todo el mundo: con una población de poco más de 5 millones de habitantes, se han registrado menos de 2.500 muertos en tres años de pandemia.
Por otro lado, las políticas de izquierdas del Partido Laborista han conseguido diferentes logros a nivel social: la tasa de desempleo se sitúa alrededor del 3%, una de las más bajas del mundo; la pobreza infantil se ha reducido de forma notable, se ha extendido el permiso de maternidad hasta las 26 semanas y se ha aprobado una de las leyes del aborto más progresistas del mundo.
No obstante, el gobierno de Ardern también ha recibido críticas. Ha sido incapaz de resolver el problema de la falta de vivienda pública y accesible, que obliga a muchas personas a vivir en la calle o en su coche, y tampoco ha aprobado medidas para subir los impuestos a los más ricos, como prometió durante la campaña electoral.
Por otro lado, a pesar de ser un país pequeño que contamina mucho menos que otros como Estados Unidos o China, Nueva Zelanda es uno de los estados más contaminantes si se cuentan las emisiones per cápita (el total de emisiones por habitante). Las políticas climáticas neozelandesas de son “altamente insuficientes” según la organización Climate Action Tracker.
Mujeres líderes en el mundo
A pesar de los avances de las últimas décadas, las mujeres en política siguen siendo una minoría. Solo una cuarta parte de los escaños parlamentarios de todo el mundo son mujeres, según datos de ONU Mujeres.
Este porcentaje disminuye a medida que aumenta el nivel de responsabilidad: solo 13 países están presididos por una jefa de Estado y 15 países tienen jefas de Gobierno. Si tenemos en cuenta que las Naciones Unidas cuentan con 193 miembros, a este ritmo se tardaría más de un siglo en alcanzar la igualdad de género en los máximos cargos directivos gubernamentales.
Y no solo eso, sino que deben hacer frente a críticas y actitudes discriminatorias que sus homólogos hombres nunca han experimentado. La propia Jacinda Ardern y Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia, tuvieron que responder a la pregunta sexista de un periodista que sugería que ambas se habían reunido por tener la misma edad.
La presencia de mujeres en cargos públicos es importante para que se tengan en cuenta las reivindicaciones y necesidades de la población femenina a la hora de tomar decisiones políticas: derechos reproductivos, permiso de maternidad, políticas para promover el acceso a la universidad, igualdad en el trabajo… Pero también para que las futuras generaciones de niñas y mujeres tengan referentes en todos los ámbitos.