La proliferación de la tecnología y las redes han generado nuevas formas de agresión que tienen un impacto emocional importante entre las víctimas
La violencia de género ha dejado de ser un fenómeno que se manifiesta a nivel físico. La expansión de internet y las redes sociales ha creado espacios de interacción nuevos en el ámbito digital, y esto ha facilitado la proliferación de conductas abusivas y violentas, especialmente hacia las mujeres.
Con la proliferación de las nuevas tecnologías y las redes sociales, se normalizan algunos usos de riesgo como compartir información personal, fotos o la ubicación, lo que puede poner a las personas en situación de vulnerabilidad.
Además, las redes permiten que el agresor pueda ejercer la violencia de género a distancia, ya sea a través del control o con insultos. Además, también dificultan poder romper con la relación de manera definitiva, ya que el agresor puede seguir acosando a la víctima por diversas plataformas o hacerle daño mediante el chantaje o la humillación.
La violencia de género en internet tiene una estructura parecida a la violencia física, pero con la particularidad de que se ve amplificada por la tecnología. Las mujeres, especialmente las jóvenes, son 27 veces más propensas a ser atacadas en línea que los hombres, según datos de la ONU.
Nuevas formas de violencia
Las redes sociales han dado pie a nuevas formas de violencia de género, como la cibermisoginia o la ciberviolencia simbólica, que perpetúan los comportamientos y actitudes machistas entre los internautas.
Las agresiones digitales pueden adoptar múltiples formas, desde el ciberacoso y el sexting no consensuado hasta el chantaje sexual y la difusión de imágenes íntimas sin autorización.
Las redes sociales, los teléfonos móviles y las aplicaciones de mensajería se convierten en herramientas utilizadas por los agresores para controlar, manipular y someter a las víctimas.
Además, la proliferación de contenidos pornográficos en internet denigra la figura de la mujer y fomenta la desigualdad de género entre millones de usuarios.
El acoso sexual también se ha extendido al ámbito digital, un mundo en el que es muy difícil mantener la privacidad y en el que es muy fácil crear perfiles e identidades falsos. Por eso es tan importante mantener una actitud crítica, no compartir nuestra información con gente desconocida y saber separar entre la vida real y nuestra identidad digital.
Las plataformas sociales como Twitter, Instagram y Facebook facilitan diferentes tipos de violencia. En Twitter, por ejemplo, es común que las mujeres reciban amenazas o insultos, especialmente aquellas que abordan temas relacionados con los derechos humanos o el feminismo. En Instagram, por su parte, el acoso se asocia más a comentarios sobre la apariencia física y la cosificación del cuerpo.
El impacto psicológico y emocional de la violencia digital
Las consecuencias de la violencia digital son devastadoras para las víctimas, especialmente a nivel emocional y psicológico. Estas víctimas, la mayoría jóvenes, hablan de situaciones de pánico y estrés y muestran una gran disminución de la autoestima y pérdida de confianza en sí mismas.
El daño emocional aún es más profundo cuando la violencia digital afecta a menores. El acoso más frecuente entre los menores es la recepción no solicitada de imágenes sexuales, lo que deja una huella emocional muy grande en las víctimas, ya sea por vergüenza, miedo de represalias o porque consideran que lo que ha pasado no es lo suficientemente grave para alertar a un adulto.
A pesar de la creciente prevalencia de la violencia digital, las denuncias siguen siendo escasas. Esto se debe a varios factores, como la falta de comprensión sobre lo que constituye abuso digital y la ausencia de apoyo para las víctimas.
Es esencial que tanto las víctimas como la sociedad en general aprendan a identificar las señales de abuso digital desde las primeras manifestaciones, para poder actuar rápidamente y evitar que la violencia vaya a más.
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