Las escritoras han estado relegadas a un segundo plano durante años, recibiendo un menor reconocimiento que sus compañeros
Se dice que la primera obra literaria firmada de la historia fue escrita por una mujer. Hablamos de Enheduanna, una princesa, sacerdotisa y escritora que vivió hace más de 4.000 años en la antigua Mesopotamia. Hoy en día es considerada la primera persona de la historia de la humanidad que creó su propia obra literaria.
En la actualidad, encontrar libros escritos por mujeres es algo habitual: en cualquier librería o biblioteca hay títulos firmados por escritoras. Sin embargo, desde la obra de Enheduanna hasta las obras actuales, miles de mujeres autoras han sido ocultadas o ignoradas y no han recibido el reconocimiento que merecían.
Históricamente las mujeres han estado relegadas a un segundo plano en multitud de ámbitos de la vida pública, como la política, el trabajo o la representación social. Durante siglos, sus funciones se han limitado al ámbito doméstico, dedicándose únicamente al cuidado del hogar y la familia.
Esta situación impidió a muchas mujeres recibir una educación que les permitiera aprender a leer y escribir. Aún así, algunas sí que tuvieron la oportunidad de formarse y pudieron adentrarse en el campo de la escritura. De esta manera, la historia de la literatura nos ha dejado grandes obras literarias escritas por mujeres.
Un seudónimo para publicar
Durante años, la presencia de mujeres en la literatura universal estuvo invisibilizada por los hombres, que no les permitían participar en la creación de obras de arte. En el siglo XIX, por ejemplo, no estaba bien visto que las mujeres participaran en la vida cultural e intelectual pese a tener talento en ámbitos como la escritura.
Esto provocó que editoriales y periódicos no quisieran publicar en sus páginas textos escritos por mujeres. El miedo a no poder publicar y no ser valoradas por el público hizo que muchas optaran por publicar sus libros bajo un seudónimo: un nombre falso diferente al real para que no las reconocieran.
Con el tiempo se ha descubierto que muchas obras firmadas con seudónimos masculinos habían sido realmente escritas por mujeres. El caso más famoso es el de Currer Bell y Ellis Bell, nombres falsos que utilizaron las hermanas Brontë para publicar sus novelas. Nos referimos a Emily Brontë, escritora de Cumbres Borrascosas (1847), y Charlotte Brontë, autora de Jane Eyre (1874), dos obras clave de la literatura inglesa.
Otra escritora que se vio obligada a usar seudónimo fue Amantine Aurore Dupin, conocida durante años bajo el nombre de George Sand. Novelista y periodista del romanticismo francés, es considerada como una de las escritoras más populares de Europa en el siglo XIX. Su obra más conocida fue Indiana (1832).
Otras autoras como Matilde Cherner, Mary Anne Evans o Louisa May Alcott también utilizaron seudónimos masculinos para publicar sus libros.
Premios literarios
Gracias a la lucha del movimiento feminista, las mujeres han ido ganando representación en ámbitos como la cultura, la ciencia o la política. En lo que a la escritura se refiere, las mujeres también han conseguido ganar premios literarios que reconocen su trabajo.
Uno de los más famosos es el Premio Nobel de Literatura, que se concede cada año y es uno de los galardones más prestigiosos del mundo. El año pasado, el Nobel fue para la escritora francesa Annie Ernaux. En 2020, fue galardonada la estadounidense Louise Glück y, en 2018, la polaca Olga Tokarczuk.
Pese a los reconocimientos de estos últimos años, los premios literarios siguen presentando una gran desigualdad de género entre hombres y mujeres. En más de 120 años desde su primera entrega de premios, tan sólo 17 mujeres han sido galardonadas con el Nobel literario.
La diferencia entre galardonados y galardonadas no es exclusiva de los Nobel. En el caso del Premio Cervantes, el más importante de la literatura en castellano, sólo 6 mujeres han recibido el galardón en casi 50 años de historia. Entre ellas Cristina Peri Rossi, que ganó el año pasado, y María Zambrano, que fue la primera mujer premiada en 1988.
Aunque las mujeres han empezado a ser reconocidas en la literatura, la desigualdad en los premios pone en evidencia que todavía queda mucho camino por recorrer.