La presidenta de la Comisión Europea denuncia el trato machista que recibió durante su visita a Turquía
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha denunciado ante el Parlamento Europeo el trato que recibió hace unas semanas en una visita oficial a Turquía, en la que se vio apartada de la reunión por el hecho de ser mujer.
Von der Leyen y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, acudieron a principios de abril a una reunión con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, para tratar diversos acuerdos entre la Unión Europea y el gobierno turco.
Al llegar a la sala de negociaciones solo había dos sillas: Erdogan ocupó una y Michel se sentó en la otra, dejando a Von der Leyen de pie. La presidenta de la Comisión Europea acabó sentada en un sofá lateral, apartada de la conversación entre los dos políticos.
El incidente fue muy criticado porque, más allá de un error de protocolo, ni Erdogan ni Michel hicieron amago de ceder el asiento o buscar una alternativa para incluirla en las conversaciones. Representantes políticos, activistas y organizaciones de la sociedad civil lo consideraron un acto machista que invisibilizaba la figura de Von der Leyen, la primera mujer en ocupar el cargo de Presidenta de la Comisión Europea.
La propia Von der Leyen ha explicado cómo se sintió en el pleno del Parlamento Europeo, donde se ha debatido sobre los derechos de la mujer.
Por su parte, el presidente del Consejo Europeo se ha disculpado en varias ocasiones y ha explicado que decidió sentarse para no provocar un conflicto diplomático y facilitar el avance de los acuerdos entre la UE y Turquía después de meses de negociaciones. Michel también ha anunciado que colaborará en dos directivas europeas para impulsar la presencia de mujeres en consejos de administración y reducir la brecha salarial.
A finales de marzo, Turquía se retiró del Convenio de Estambul, un tratado elaborado por la Unión Europea para combatir la violencia contra las mujeres. El convenio entró en vigor en 2014 y, a día de hoy, está ratificado por más de 30 países europeos.
Según este convenio, la violencia machista es una violación de los derechos humanos y cualquier forma de violencia contra la mujer supone un delito: tanto la violencia física como la psicológica, además de la violación, la mutilación genital femenina, el matrimonio forzado o el acoso. Se trata de un acuerdo vinculante, de modo que los países firmantes están obligados a cambiar la ley para cumplir lo que dice el acuerdo.
Las situación de las mujeres en Turquía
Turquía es un país de mayoría musulmana pero oficialmente laico según la constitución. Así, la sociedad turca es más abierta y moderna que en otros países musulmanes, donde la visión tradicional del islam impone una forma de vida más conservadora. En ese sentido, la mayoría de mujeres turcas no lleva velo y gozan de una vida más independiente, sobre todo en las ciudades.
Sin embargo, en los últimos años, el país ha adoptado políticas cada vez más conservadoras. El gobierno de Erdogan ha incrementado la presencia de la religión en la política y en muchos aspectos de la vida pública, lo cual afecta a los derechos de las mujeres o del colectivo LGTBI.
Erdogan fundó en 2001 el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). El AKP nació como un partido laico, pero en los últimos años ha islamizado sus políticas: potenciar las escuelas islámicas, construir mezquitas, prohibir el alcohol o normalizar el uso del velo en las instituciones (que antes estaba prohibido). La población de las grandes ciudades ve con recelo la islamización de Turquía, pero Erdogan tienen un gran apoyo entre la población rural, más conservadora.
Además, Erdogan ha modificado la constitución para seguir en el poder más allá del tiempo permitido por ley. Muchos políticos, activistas y periodistas que han cuestionado su gobierno han sido detenidos y encarcelados. Organizaciones de derechos humanos como Reporteros Sin Fronteras denuncian la represión y la falta de libertades en Turquía.
La relación entre Turquía y la Unión Europea
A pesar de estos desencuentros diplomáticos, Turquía y los 27 países miembro de la Unión Europea siguen colaborando en muchos ámbitos debido a su proximidad geográfica. Uno de los acuerdos más polémicos surgió a raíz de la llamada crisis de los refugiados.
A partir de 2014, más de un millón de personas llegaron a las costas de Europa procedentes de países de Oriente Medio. La gran mayoría huían de la pobreza y de conflictos armados como la guerra de Siria, y buscaban la oportunidad de empezar una vida mejor aunque fuera lejos de su hogar.
Pero Europa no supo cómo gestionar esta ola migratoria y decidió cerrar sus puertas. Para frenar la llegada de migrantes, en 2016 la UE firmó un acuerdo con Turquía (país que se encuentra entre Grecia y Siria) para que acogiera a las personas que intentaban llegar de forma irregular a Europa. A cambio, Turquía recibía 3.000 millones de euros para alojarlos en campos de refugiados (y luego 3.000 millones más).
El acuerdo funcionó durante un tiempo, pero la situación de los migrantes no ha mejorado. En Turquía hay más de 4 millones de personas en campos de refugiados que esperan un visado para poder entrar a Europa, mientras que otros miles siguen intentando llegar a través de las islas griegas.
Los países europeos critican la actuación de Turquía, pero también eluden su propia responsabilidad en la crisis migratoria. Mientras tanto, Erdogan amenaza con abrir las fronteras para conseguir nuevos acuerdos con la Unión Europea.