El presidente Emmanuel Macron espera repetir la victoria de 2017 contra Marine Le Pen y evitar así un gobierno de ultraderecha en Francia
Este domingo se celebra la segunda vuelta de las elecciones a la presidencia de Francia. Los dos candidatos que se disputan el cargo son Emmanuel Macron, actual presidente y líder del partido La República en Marcha, y Marine Le Pen, diputada de la Asamblea Nacional y líder de Agrupación Nacional, un partido de extrema derecha.
En las últimas elecciones presidenciales, celebradas en 2017, los mismos candidatos llegaron a la segunda vuelta y Macron se impuso con un 66% de los votos (más de 30 puntos de ventaja sobre Le Pen). Las últimas encuestas apuntan a que Macron volverá a ganar, pero por un margen menor.
La primera vuelta de las elecciones se celebró el pasado 10 de abril. Macron quedó primero con un 27,8% de los votos (casi 10 millones) y Le Pen fue segunda con el 23,1% (poco más de ocho millones de votos). El candidato de izquierdas, Jean-Luc Mélenchon, se quedó a las puertas con un 22% de los votos.
La campaña electoral estuvo marcada por la participación del ultraderechista Eric Zemmour, líder del partido Reconquista, que defendía un discurso racista y excluyente contra la inmigración en Francia. Su partido obtuvo dos millones y medio de votos.
Macron y Le Pen participaron en un debate electoral a tres días de las elecciones, aunque no está muy claro quién ganó. Macron criticó que Le Pen recibiera un préstamo de un banco ruso para su campaña política en 2014, hecho que la vincularía con el régimen de Vladímir Putin.
Por su parte, Le Pen se presentó como la defensora de la clase media francesa y acusó a Macron de ir en contra de sus intereses, con medidas como el aumento de impuestos sobre el combustible que desencadenaron el movimiento de los chalecos amarillos, cuyas protestas paralizaron Francia durante meses.
Macron y el centro populista
Licenciado en Ciencias Políticas y en Filosofía, Emmanuel Macron tiene 44 años y es uno de los presidentes más jóvenes de Europa. Trabajó en el mundo de la banca antes de entrar en política: fue asesor del presidente François Hollande y en 2014 fue nombrado ministro de Economía.
En 2016 fundó su propio partido para presentarse a las elecciones. Aunque empezó su carrera política dentro del gobierno socialista, Macron siempre ha evitado definirse como un político de derechas o de izquierdas: ha apoyado siempre al sector empresarial, pero también ha adoptado políticas más liberales o progresistas en cuestiones como la cultura o la inmigración.
Macron se ha convertido en el principal líder de la política europea desde que Angela Merkel dejó de ser la presidenta de Alemania. El presidente francés destaca por su diplomacia: como representante de la Unión Europea, asumió un rol protagonista para intentar disuadir a Putin de invadir Ucrania.
Dentro de su programa electoral, destaca la propuesta de acabar con los combustibles fósiles de cara a 2050 y, para ello, propone construir nuevos reactores nucleares y potenciar la energía eólica y solar. También quiere potenciar la agricultura formando a jóvenes agricultores (Francia es el principal productor agrícola de Europa).
Macron también quiere retardar la edad de jubilación de 62 a 65 años y ha propuesto que se pueda expulsar de Francia a los ciudadanos extranjeros que cometan algún delito o cuya solicitud de asilo haya sido rechazada.
Le Pen en su segundo asalto
Marine Le Pen tiene 53 años y es licenciada en Derecho. Es hija de Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional, un partido de ultraderecha histórico en Europa que consiguió un gran apoyo de la clase trabajadora con mensajes populistas contrarios a la inmigración. Jean-Marie Le Pen acabó expulsado de su propio partido por defender que el holocausto nazi solo fue “un detalle de la historia”.
Le Pen ha mantenido la estrategia del populismo, aprovechando el descontento social para ganar apoyos. Entre sus propuestas más polémicas están la de prohibir el velo islámico en la calle o recuperar la pena de muerte, aunque en las últimas semanas ha moderado su discurso para atraer a votantes de centro.
Igual que otros partidos de ultraderecha en Europa, Le Pen quiere marcar distancias con la Unión Europea y priorizar la economía francesa por encima de la europea. También ha propuesto eliminar los impuestos de la renta a los menores de 30 años, una medida muy criticada porque va en contra de la idea de igualdad.
En las pasadas elecciones, Le Pen contó con el apoyo de Vladímir Putin. En esta ocasión, la candidata no ha querido hacer referencia al presidente ruso en su campaña, pero sí que ha defendido un acercamiento de la OTAN y la Unión Europea a Rusia una vez haya finalizado la guerra en Ucrania.
La extrema derecha en Europa
Francia fue uno de los primeros países europeos donde la extrema derecha irrumpió con fuerza en el panorama político. Jean Marie Le Pen disputó la segunda vuelta de las elecciones en 2002 frente a Jacques Chirac. Aunque nunca ha llegado al poder, sus mensajes vienen calando en las clases populares francesas desde hace tiempo.
La extrema derecha está presente en varios países de la Unión Europea. Los partidos ultraderechistas ocupan la presidencia en Polonia y Hungría, donde Viktor Orbán ya lleva 12 años en el poder. En Italia, el presidente Mario Draghi cuenta con el apoyo del Movimiento 5 estrellas y Liga Norte, considerados partidos de extrema derecha.
Incluso en Alemania, donde el nazismo escribió uno de los capítulos más oscuros de la historia, la extrema derecha ha conseguido representación parlamentaria a través del partido Alternativa por Alemania.
En España, el partido ultraderechista VOX se convirtió en la tercera fuerza política en las últimas elecciones generales. Los mensajes racistas, antiinmigración, machistas, homófobos y ultranacionalistas son compartidos por los partidos de ultraderecha de toda Europa.
Los líderes de extrema derecha suelen utilizar mensajes sencillos y directos, que apelan a los sentimientos y presentan soluciones poco realistas a problemas complejos. Se presentan, así, como salvadores y gente del pueblo. Estos movimientos aprovechan las crisis económicas y la pérdida de poder adquisitivo para ganarse a las clases populares, que temen perder sus privilegios.