La guerra en Ucrania se suma a otros conflictos y crisis económicas que obligan a millones de personas a abandonar su hogar
En el último año, más de 100 millones de personas se han visto obligadas a desplazarse por culpa de la guerra, la violencia o la pobreza en sus países de origen, según informa la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Se trata del mayor número de desplazados de la historia.
Millones de estas personas viven en campos de refugiados, a la espera de que la situación en sus países mejore y puedan volver a sus hogares. Algunos han solicitado asilo ante gobiernos extranjeros y han sido acogidos como refugiados, mientras que otros se han desplazado a otras partes de su país como desplazados internos.
Cada 20 de junio se celebra el Día Mundial del Refugiado para concienciar sobre la situación de las personas refugiadas en todo el mundo. Cada minuto, 24 personas lo dejan todo para huir de la guerra, la persecución o el terror.
4,8 millones de refugiados ucranianos
A finales de 2021, el número de personas desplazadas alcanzaba los 89,3 millones en todo el mundo: casi 8 millones más que el año anterior. La situación era muy grave, pero ha empeorado todavía más debido a la guerra en Ucrania.
Desde que Rusia empezó la invasión de Ucrania el 24 de febrero, cerca de 5 millones de ucranianos han cruzado la frontera para buscar refugio en otros países de Europa (y otros 7 millones se han desplazado dentro de su país). El mayor país receptor es Polonia, principal país fronterizo de la Unión Europea, que ha recibido ya a 1,17 millones de refugiados según los últimos datos de ACNUR.
Alemania, con 780.000 refugiados, o República Checa, con 370.000, son otros países europeos que han abierto sus puertas a quienes huyen de la guerra. La mayoría son mujeres, niños y gente mayor, ya que la ley marcial de Ucrania obliga a los hombres adultos de nacionalidad ucraniana a quedarse para combatir en la guerra.
Ucrania no forma parte de la Unión Europea (UE), pero se considera un país aliado y tiene un valor estratégico muy importante frente a la ofensiva de Rusia. Por eso los países miembro de la UE llegaron a un acuerdo histórico en marzo, que permitía a los ciudadanos ucranianos quedarse en Europa en calidad de refugiados durante los próximos tres años.
Esta situación contrasta con las personas desplazadas por la guerra de Siria, que en 2015 provocó una ola de refugiados en Europa. No obstante, estas personas recibieron un trato muy distinto. Al principio, algunos países cerraron las fronteras; más tarde se aprobó un sistema de acogida por cuotas que en la práctica nunca se cumplió. Finalmente, la Unión Europea llegó a un acuerdo con Turquía para desplazar hasta este país a todos los migrantes en situación irregular, aunque huyeran de la guerra.
A día de hoy, el conflicto en Siria sigue abierto y más de 13 millones dependen de la ayuda humanitaria. Hay 6,7 millones de desplazados internos y 6,6 millones de refugiados sirios en diferentes países del mundo, aunque la mayoría se encuentran en países vecinos como Turquía (3 millones) o el Líbano (1,5 millones).
Más allá de las guerras en Ucrania y Siria, la crisis política en Venezuela (3,8 millones) Afganistán (2,6 millones) y Sudán del Sur (2,2 millones) son los principales focos de personas desplazadas, que se ven obligadas a huir para sobrevivir.
Los refugiados no sólo huyen de la guerra
La palabra refugiado suele asociarse a una persona que huye de la guerra, pero la realidad va mucho más allá. Las bases de lo que significa internacionalmente esta palabra, qué derechos tienen los refugiados y qué responsabilidades deben cumplir los países de acogida se recogen en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.
Este tratado surgió de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), aprobada por las Naciones Unidas en 1948 para promover la paz y la cooperación entre países después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). La DUDH establece que todos los seres humanos deben gozar de unos derechos y libertades fundamentales, sin distinción de raza, ideología, religión o procedencia.
La Convención de 1951 define el término refugiado como una persona que se encuentra fuera de su país de origen por “miedo a ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas”. Así, uno de los derechos más importantes es el que garantiza la no devolución de las personas refugiadas a sus países de origen, donde su vida correría peligro.
La condición de refugiado se aplica a personas muy diferentes: activistas políticos que luchan contra regímenes represivos, miembros del colectivo LGTBIQ+ que son perseguidos por las leyes homófobas en su país, o incluso refugiados climáticos que ven cómo su hogar desaparece por los efectos del cambio climático.
Por otro lado, los países firmantes de la Convención están obligados a garantizar una serie de derechos a las personas refugiadas, como el acceso a un trabajo o a una vivienda dignos, y a ofrecerles protección legal para poder permanecer allí. Sin embargo, cada país lo aplica de maneras diversas: por ejemplo, España solo concede un 5% de las solicitudes de asilo que recibe, según denuncia la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).