Un mes después de la retirada de las tropas internacionales, las niñas y mujeres afganas han quedado excluidas de la educación
El 15 de agosto de 2021 los talibanes entraron en Kabul, la capital de Afganistán, después de semanas combatiendo contra el ejército afgano y haciéndose con el control de las principales ciudades del país. Semanas antes, el gobierno de Estados Unidos había anunciado la retirada de sus soldados en territorio afgano, lo que dio ventaja a este grupo armado.
La retirada de las tropas extranjeras se completó el 31 de agosto. Un mes después, a pesar de las promesas de cambio, el nuevo gobierno talibán ha vuelto a imponer una interpretación muy estricta de la sharía, la ley islámica, y han limitado los derechos y libertades de la población.
Las más afectadas han sido las mujeres. Para empezar, no se han tenido en cuenta a la hora de formar gobierno y no hay ninguna mujer en el nuevo ejecutivo talibán. Según el nuevo código legal de los talibanes, las mujeres pueden trabajar pero quedan excluidas de los cargos públicos y de los trabajos en la administración.
Los talibanes ya gobernaron en Afganistán entre 1996 y 2001. Durante ese período, las niñas y mujeres tuvieron prohibido acceder a una educación y fueron relegadas al ámbito doméstico. Ante la comunidad internacional, el nuevo gobierno talibán aseguró que esta vez sería diferente.
Sin embargo, las nuevas leyes anunciadas durante las últimas semanas reprimen todavía más la figura de las mujeres. Por ejemplo, las mujeres no podrán asistir a la universidad en la misma clase que los hombres; la gran mayoría de profesores universitarios son hombres, de forma que las mujeres quedan excluidas del sistema. En algunas universidades se colocaron cortinas en medio de la clase para separar a alumnos y alumnas, pero en los centros que no disponen de estos sistemas, las mujeres sencillamente han dejado de ir a clase.
En el caso de la educación secundaria, los talibanes dejaron sin clases a las niñas, lo que impide que puedan acceder a una educación superior y dinamita por completo las posibilidades de crearse un futuro profesional y ser más independientes.
Por otro lado, el estricto código de vestimenta talibán obliga a las mujeres estudiantes a cubrirse totalmente con abayas negras que cubran todo el cuerpo y un niqab que les cubra el rostro. Ante la nueva decisión, varias mujeres han iniciado una campaña en redes sociales para reivindicar los vestidos tradicionales de la cultura afgana.
Las manifestaciones organizadas por mujeres para protestar por todas estas restricciones han sido reprimidas a golpes y en una ocasión, en Kabul, las fuerzas del orden llegaron a disparar.
Prohibiciones también para hombres
La estricta visión del islam que predican los talibanes afecta también a los hombres. Las costumbres occidentales son perseguidas y se ha recuperado la prohibición de escuchar música en espacios públicos, porque se considera que va en contra de los valores del islam.
Llevar ropa de estilo occidental, como tejanos o camisetas, también está vetado para los hombres, que deben recuperar la vestimenta tradicional talibán: el shalwar kameez, un conjunto de pantalones holgados y túnica. En la provincia de Helmand, al sur de Afganistán, los talibanes han prohibido cortar la barba y han amenazado a los peluqueros que lo hagan.
Amnistía Internacional, la Federación Internacional de los Derechos Humanos (FIDH) y la Organización Mundial contra la Tortura (OMCT) han documentado la represión contra la población afgana y la violación de derechos humanos en todo el país. Estas organizaciones denuncian que el nuevo régimen ha cometido asesinatos selectivos de civiles y soldados que se habían rendido.
Por otro lado, las minorías étnicas y religiosas corren el riesgo de ser perseguidas por el simple hecho de representar una cultura diferente a la del Islam que defienden los talibanes.
Huir del país: la única salida
Desde que los talibanes llegaron al poder, el exilio ha sido la única solución posible para muchos afganos y afganas. Al principio los talibanes permitieron la salida de Afganistán, lo que provocó una situación de caos en el aeropuerto de Kabul, donde miles de personas intentaban embarcar en alguno de los aviones extranjeros que salían del país.
Una parte de los trabajadores afganos que habían colaborado con los gobiernos de los países ocupantes contaron con más facilidades para salir, ya que su vida estaba en peligro. Sin embargo, otros no tuvieron tanta suerte y ahora deben convivir con la amenaza de un nuevo régimen que los considera unos traidores.
La salida de profesionales como médicos, profesores o miembros de ONG deja en una situación más difícil a la población afgana, obligada a ceder ante las prohibiciones del grupo armado.
La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, aprobada por las Naciones Unidas en 1951, establece que todas aquellas personas que huyen de un régimen que pone en peligro sus vidas deben ser consideradas personas refugiadas, con derecho a vivir y trabajar en un país de acogida.
Sin embargo, la comunidad internacional todavía no ha activado ningún plan para los refugiados afganos. La Unión Europea, por ejemplo, todavía no ha aprobado unas cuotas de acogida por países y propone destinar fondos a países vecinos, como Irán o Pakistán, para que sus gobiernos acojan el flujo migratorio procedente de Afganistán. Sin embargo, el gobierno pakistaní cerró la frontera con Afganistán a principios de septiembre ante la llegada masiva de afganos.