24 noviembre 2024
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24 noviembre 2024

Por qué hay cada vez más desigualdades

El nivel de desigualdad económica en un país se puede medir a través de diferentes mecanismos, como el índice Gini

Pere Rusiñol (Alternativas Económicas)

Las diferencias entre ricos y pobres son cada vez más importantes alrededor del mundo. Los ricos cada vez son más ricos, mientras que los pobres cada vez son más pobres. Todos los datos muestran que la desigualdad económica aumenta. Pero, ¿a qué se debe esto?

Los enfoques llamados «liberales», que consideran que lo más importante es la libertad individual por encima de cualquier otra consideración, no suelen preocuparse demasiado por el aumento de la desigualdad. 

Los liberales consideran que la clave está en que el sistema garantice a la población la posibilidad de prosperar por sí misma, lo que servirá como un fuerte estímulo para que las personas se vuelvan más activas y así contribuyan a la mejora de la sociedad en su conjunto. Según esta forma de ver las cosas, poner límites al enriquecimiento reduciría los alicientes para esforzarse y se crearía menos riqueza.

En cambio, los enfoques de tipo «socialista» consideran que la igualdad es vital para que una sociedad prospere. En primer lugar, por cuestiones morales, para que todos los seres humanos tengan las mismas oportunidades y sean tratados con dignidad sin que los más poderosos puedan imponer su voluntad a los demás. 

Pero también por razones sociales y económicas: las grandes crisis suelen estallar en los momentos de mayor desigualdad porque demasiado dinero en muy pocas manos hace menos eficiente la economía y aumenta el malestar de los más vulnerables.

Entre estos dos enfoques, liberal y socialista, suele haber un amplio terreno intermedio de consenso en la búsqueda de un equilibrio entre libertad e igualdad. Y en este terreno compartido incluso los mayores defensores de la libertad suelen considerar que la desigualdad es negativa cuando alcanza niveles demasiado elevados.

Dos propuestas para medir la desigualdad

Existen muchas formas de intentar medir la desigualdad económica en una sociedad, pero hay dos indicadores que se han convertido en los más habituales.

El primero es el llamado índice Gini, en el que el número 0 representa una igualdad perfecta, mientras que el 1 implica desigualdad total. España tiene un índice de 0,349, mientras que Estados Unidos roza el 0,40. Por tanto, según este indicador la desigualdad es mayor en EE.UU. que en España, pero no muchísimo más. 

El segundo es el porcentaje de los ingresos de un país en manos de los más ricos. A veces, se tiene en cuenta el 1% más rico y a veces el 10% más rico, y se lo compara con lo que tiene el 50% de la población con menos ingresos. Según el World Inequality Database (la base de datos sobre la desigualdad en el mundo), en España, el 10% más rico controla el 31% de la riqueza, mientras que la mitad de la población tiene que conformarse con el 25%. 

Tanto si se toma en cuenta el índice de Gini como el porcentaje de la riqueza que controlan los más ricos, se observa que la desigualdad ha aumentado en las últimas décadas en la mayoría de países. 

La crisis mundial de finales de la década de 2010, conocida como La Gran Recesión, ayuda a explicarlo, pero ya había una tendencia en esta misma dirección desde los años 80. En aquel momento, ganaron fuerza en todo el mundo los gobiernos llamados «neoliberales», que en la disyuntiva entre libertad e igualdad optan muy claramente por la primera y reducen la importancia de la segunda.

La clave: los impuestos

La clave principal que determina el nivel de desigualdad económica en un país son los impuestos, que es el dinero que recauda el Estado para poder funcionar y organizar los servicios públicos a los ciudadanos: carreteras, educación, sanidad, pensiones, etc. Por ejemplo: cada vez que vamos al médico de la sanidad pública, nos atienden sin pagar porque previamente el gobierno ha recaudado impuestos.

Normalmente, cuanto más dinero obtiene un país a través de los impuestos más servicios accesibles y de mejor calidad hay. En consecuencia, menor es la desigualdad. En el caso contrario, cada uno tiene que pagar por lo suyo y, por tanto, los más ricos tienen acceso a todo, mientras que el resto tiene mucho más difícil salir adelante.

Los impuestos pueden ser directos o indirectos y ello tendrá al final una relación muy importante con el nivel de desigualdad de una sociedad.

Los impuestos directos se aplican a una persona determinada y se establecen en función de su situación personal. Esto permite calcular el porcentaje a pagar en función de su riqueza y poner una tasa mayor a los que más tienen. Esto se conoce como progresividad: a más riqueza, más alto el porcentaje del impuesto. 

En España, el impuesto directo más importante es el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), que es el que más dinero recauda y se calcula a partir de los ingresos que tienen las personas.

En cambio, los impuestos indirectos se asignan a los bienes o servicios y todos los compradores lo pagan por igual, con independencia de su nivel de renta. No tienen, pues, ninguna progresividad. En España, el más conocido es el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA): todos lo pagamos cuando compramos porque está integrado en el precio. 

Los partidos políticos “neoliberales” defienden las rebajas generalizadas de impuestos y mayor peso de los indirectos en nombre de la libertad personal. La desigualdad ha aumentado como consecuencia de las opciones tomadas por los gobiernos que han ganado más elecciones en las últimas décadas. Pero se trata de una opción abierta: en las democracias, el rumbo a seguir siempre depende del resultado de las elecciones.

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