La pornografía representa de forma poco realista y estereotipada las relaciones sexuales, lo que influye en las expectativas de los jóvenes sobre el sexo
Cuando hablamos de pornografía nos referimos a películas o imágenes que representan actos sexuales y cuyo objetivo es provocar la excitación sexual. En la actualidad, gran parte del contenido pornográfico se difunde a través de internet.
El problema del porno es que suele representar el sexo de una forma poco realista e incluso estereotipada. Por ejemplo, los vídeos suelen denigrar la figura de la mujer y presentan una idea errónea de lo que deben ser las relaciones sexoafectivas. Aun así, muchos jóvenes acceden a este tipo de contenidos.
El 62,5% de las personas adolescentes de entre 13 y 17 años ha visto pornografía alguna vez en su vida. Son datos del último informe de Save the Children sobre el consumo de pornografía en la adolescencia.
El estudio indica que la mayoría de jóvenes (53,8 %) accede por primera vez a este tipo de contenidos antes de los 13 años. Con la expansión de internet y los smartphones, los adolescentes suelen intercambiar memes, gifs, fotos o vídeos de carácter sexual con sus amigos: es la forma más habitual por la que llegan a conocer la pornografía.
Una visión poco realista de la sexualidad
La mayoría de jóvenes tiene la percepción de que la información sobre la sexualidad es escasa y está mal tratada, según un estudio de la Sociedad Española de Contracepción (SEC). Como consecuencia, casi la mitad de los adolescentes utiliza internet para informarse sobre el tema.
Muchos de ellos terminan accediendo a la pornografía en busca de respuestas sobre cómo funciona la sexualidad. El problema es que el porno incorpora elementos como la dominación masculina, la cosificación, el sometimiento de la mujer, la violencia o el hecho de silenciar el deseo femenino.
Estos elementos representan una muestra poco realista de lo que deberían ser las relaciones sexoafectivas. El sexo debe basarse en el consentimiento, la igualdad, la comunicación, el disfrute y placer de todas las partes implicadas, además de practicarse con seguridad.
Muchas personas creen que el sexo en la vida real será igual a lo que han visto a través de una pantalla. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones las relaciones sexuales reales no se parecen a la pornografía. Esto puede crear un sentimiento de inseguridad en los jóvenes, que ven frustradas sus expectativas en lo referente al sexo.
Pero además, al consumir porno, el deseo sexual adolescente se va construyendo sobre unos cimientos violentos y desiguales. Algunas personas tratan de emular los comportamientos que ven en la pornografía, llevando a cabo prácticas sexuales poco respetuosas con la otra persona.
Educación sexual para tod@s
Para prevenir las conductas violentas y desiguales en las relaciones sexuales entre las personas jóvenes, es fundamental que tengan acceso a una educación sexual de calidad.
La educación sexual integral (ESI) engloba los diferentes aspectos de la sexualidad, tanto a nivel físico como psicológico y social, y es indispensable para la salud y el bienestar de los más jóvenes. Es un proceso de enseñanza y aprendizaje donde se tratan temas como los derechos humanos, la sexualidad humana, la igualdad de género o la salud reproductiva.
Este tipo de educación ayuda a los jóvenes a mejorar su salud sexual y reproductiva, conociendo mejor su cuerpo. También les permite entablar relaciones sexuales basadas en el respeto, lo que contribuirá a prevenir y reducir los casos de violencia y discriminación de género.
Según la Organización Mundial de la Salud, los gobiernos tienen la obligación de ofrecer a los adolescentes una educación completa en el ámbito de la sexualidad. Para ello, es fundamental que las escuelas incorporen este tipo de formación a edades tempranas a través de planes de estudio obligatorios.