La función última de estos mercados es recaudar dinero para la financiación de una empresa, aunque en los últimos años se ha disparado la especulación
Alejandro Inurrieta, economista y consultor financiero, socio de ‘Alternativas Económicas’
Los mercados bursátiles y la Bolsa son los grandes desconocidos para la población en general. Sin embargo, estos suelen aparecer en las noticias de los medios de comunicación con mucha frecuencia, especialmente en momentos de grandes crisis internacionales.
En esencia, la Bolsa funciona como un casino, en el que los jugadores (llamados inversores) apuestan sobre el precio de las diferentes acciones (como en la ruleta). Estas acciones representan a empresas que tratan de captar dinero para su uso personal. Como cualquier juego, si una gran mayoría de jugadores se ponen de acuerdo en apostar a que sube el precio de una empresa, tendremos un mercado llamado alcista. En cambio, si todos se ponen de acuerdo en que baja, tendremos un mercado bajista.
La función última de este tipo de mercados es recaudar dinero para la financiación estructural de una empresa. Es decir: para poder poner en marcha proyectos de inversión y así poder crecer. Sin embargo, a medida que estos han ido creciendo, se han convertido en mercados mucho más especulativos. Esto quiere decir que a menudo se usan para entrar y salir de forma rápida con el objetivo de generar beneficios rápidos. Exactamente lo mismo que ocurre en los casinos.
Muchos tamaños y especializaciones
El desarrollo de este tipo de mercados ha sido muy distinto dependiendo de los países. Tradicionalmente, el mayor desarrollo se ha dado en el mundo anglosajón (Estados Unidos y Reino Unido), en el que la gran parte de las empresas de cierto tamaño han buscado captar fondos en este tipo de mercados. Mientras, las economías europeas solían preferir dirigirse a los bancos para buscar financiación para sus empresas.
Estas diferencias se dejan notar en el tamaño de los diferentes mercados de Bolsa, siendo el mercado norteamericano (llamado Dow Jones) el más grande en cuanto al volumen de capital que maneja. Este capital hace referencia a los fondos que las empresas ofrecen para la venta a los ahorradores o inversores.
Cómo se gana dinero
Podemos preguntar qué es lo que gana una persona si decide invertir o apostar en este mercado. La lógica nos dice que si tengo un ahorro disponible puedo comprar o apostar por una empresa de la que tengo algo de información, o simplemente me dejo llevar por una moda, como ha pasado en muchas ocasiones.
Esto me obliga a pagar un precio relativamente alto y debo esperar a que el precio siga subiendo para poder vender y así obtener la diferencia en el corto plazo. Es lo que se llama una «inversión caliente»: entrar y salir de forma inmediata para llevarme un beneficio, al que se deberá restar las posibles comisiones que se cobran por la compra y la venta de este tipo de acciones.
Otra manera de ganar dinero consiste en esperar al momento en que las empresas deciden repartir entre sus socios (o accionistas) los beneficios que han tenido en el año en curso. Esto ocurre una o dos veces al año y normalmente se traduce en que las empresas reparten un número determinado de euros por cada acción que tenga el inversor. Para llegar a este punto, por tanto, hay que mantener la inversión realizada y así poder acceder a este reparto. Esto puede compensar parcialmente lo que nos hemos gastado en la inversión inicial.
Especulación y burbujas
Los principales problemas que tienen hoy este tipo de mercados es que se han convertido en núcleos de especulación. Es decir: en mercados muy calientes, lo que alimenta lo que se denominan burbujas financieras. La última gran burbuja vivida en el mundo fue la de 2008, pero se trata de episodios recurrentes que arruinan a muchos pequeños ahorradores. Estos suelen fiarse de la información disponible, pero siempre es diferente para las grandes fortunas que para aquellos que disponen de un pequeño capital.
Esta diferencia de acceso a la información es el germen de las fuertes entradas o salidas de efectivo. Esto contradice la idea de que los mercados de Bolsa reflejan la realidad de la salud de las empresas o la situación económica de un país.
Por tanto, el resultado adverso de los mercados bursátiles es que los precios de las apuestas pueden ser manipulados por grandes agentes, filtrando información privilegiada a los operadores afines para que compren o vendan en función de la moda o tendencia que se genere en torno a una empresa o un momento histórico internacional.
Esta realidad debería ser sancionada por los órganos de vigilancia y control. El problema es que estos están dirigidos mayoritariamente por personas afines a los grandes operadores. De esta manera, se perjudica al inversor más pequeño, aquel que necesita unos fondos extra para poder acceder a bienes y servicios.
Una realidad cada vez más lejos de la teoría
En conclusión, los mercados bursátiles no son un buen instrumento para canalizar ahorro, especialmente a corto y medio plazo, ya que están contaminados por intereses de grandes corporaciones. También por la reciente prevalencia de instrumentos financieros muy sofisticados, que provocan pérdidas para las personas que tienen poca formación sobre el tema.
Los avances tecnológicos solo han servido para provocar mayores pérdidas, lo que los ha alejado cada vez más del objetivo inicial de estos mercados, que era proveer ahorro para las empresas necesitadas y satisfacer el legítimo deseo de remunerar el ahorro de las familias y empresas.