El país ha eliminado la producción de energía con este combustible, el principal responsable de las emisiones contaminantes que sobrecalientan el planeta
Reino Unido se ha convertido en la primera gran economía del mundo en deshacerse de la producción de energía con carbón. El gobierno ha cerrado la última central que utilizaba este combustible y que continuaba en activo: la Ratcliffe-on-Soar, situada en Nottinghamshire, en el centro de Inglaterra.
Con esta decisión, el país pone fin a más de 140 años de relación con este combustible fósil, que es el principal responsable de las emisiones contaminantes de dióxido de carbono (CO2) que sobrecalientan nuestro planeta.
La primera central que quemaba carbón para producir electricidad en Reino Unido comenzó a operar en 1882. Durante años, la mayoría del consumo eléctrico que hacía el país procedía de la quema de este mineral. Sin embargo, poco a poco el carbón fue reemplazado por otras energías como el gas o las renovables.
Las organizaciones climáticas que operan en el territorio, como Greenpeace y Amigos de la Tierra, han celebrado la noticia. Consideran que el cierre de la última central de carbón es una victoria trascendental no solo para el clima, sino también para la salud de las personas.
Además de Reino Unido, otros países del mundo llevan años trabajando para eliminar por completo el carbón de su sector eléctrico; entre ellos España, donde esta tecnología apenas genera ya el 1% de la electricidad de todo el país. Pero en otros lugares como China, India, Indonesia, Vietnam y Filipina, el uso de este combustible no se está reduciendo.
El motor de la Revolución Industrial
El uso del carbón en Reino Unido no puede entenderse sin la Revolución Industrial que atravesó Gran Bretaña desde finales del siglo XVIII hasta el siglo XIX. Este fue un período de gran transformación económica, social y tecnológica, y marcó el paso de una economía agraria y artesanal a una economía industrial y mecanizada.
La principal invención que tuvo lugar entonces fue la máquina de vapor, perfeccionada por James Watt. Esta máquina no solo se utilizó en fábricas, sino que también revolucionó el transporte: los trenes de vapor facilitaron el movimiento de personas y mercancías, conectando regiones y acelerando el comercio.
En este tiempo, el carbón se convirtió en la principal fuente de energía. Reino Unido tenía grandes depósitos de este material, especialmente en regiones como Gales y el noreste de Inglaterra, lo que facilitó su extracción. El carbón se utilizaba principalmente para alimentar máquinas de vapor, fundir hierro y producir acero, convirtiéndose en un componente esencial de su industria.
De hecho, la minería del carbón se convirtió en una de las industrias más importantes del país, creando miles de empleos y contribuyendo significativamente a que la economía británica creciese. Sin embargo, el uso intensivo del carbón también tuvo efectos negativos, como la contaminación del aire.
Contaminación y calentamiento global
Cuando se quema, el carbón libera grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), un gas de efecto invernadero que contribuye negativamente al cambio climático. De hecho, la quema de carbón es de las mayores amenazas a las que se enfrenta nuestro clima, según la organización Greenpeace
Los gases contaminantes que se liberan con la combustión sobrecalientan nuestro planeta y empeoran la calidad del aire que respiramos. Por eso, las organizaciones internacionales como las Naciones Unidas (ONU) llevan años reclamando a los gobiernos que reduzcan sus emisiones de carbono para proteger la salud pública y el medioambiente.
En el acuerdo de París, los países se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 °C por encima de los niveles preindustriales, y a realizar esfuerzos para limitarlo a 1.5 °C. Para conseguirlo, es necesario que las emisiones contaminantes se reduzcan alrededor del 45 % para 2030 y que se alcance el cero neto hacia 2050.
Algunos países están apostando por las energías renovables como parte de su estrategia para combatir el cambio climático y reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Sin embargo, Greenpeace señala que algunos gobiernos, en especial en países como China, India, Estados Unidos, están permitiendo que la industria gaste cientos de miles de millones de dólares para construir nuevas térmicas de carbón.
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