Aunque el salario es fundamental para conocer el patrimonio personal, este no es el único componente que configura la riqueza real de cada persona
Pere Rusiñol (Alternativas Económicas)
La riqueza de un país suele medirse a través del Productor Interior Bruto (PIB), pero… ¿cómo se mide la de las personas? ¿Se calcula el dinero que cobran cada mes? ¿O quizá el dinero que tienen en el banco? ¿Y las propiedades que han adquirido? ¿Existe algún registro para saber qué tiene cada uno?
Preguntarse por la riqueza de las personas no se hace por simple curiosidad. Los países que, como España, han optado por el modelo conocido como “Estado del bienestar”, que aspira a ofrecer buenos servicios públicos (educación y sanidad, entre otros) para toda la población con independencia de su riqueza individual, necesitan recaudar impuestos para lograrlo.
Cuando hablamos de impuestos nos referimos al dinero que cada ciudadano aporta al gobierno para que el país pueda funcionar y poner en marcha servicios públicos y programas sociales. Y estos se calculan, en teoría, en función de la riqueza que tenga cada persona.
Ingresos del trabajo
La mayoría de personas se gana la vida a través de un salario, es decir, trabajan para otros en una empresa. Es lo que se llama “trabajador por cuenta ajena” y, en este caso, las condiciones del empleo vienen reguladas en un contrato de trabajo. El dinero que reciben los trabajadores a final de mes a cambio de cumplir con estas condiciones es lo que se conoce como salario neto (también llamado “la nómina”). Este dinero llega después de haber pagado los impuestos correspondientes.
Los que trabajan para sí mismos son los autónomos (trabajan “por cuenta propia”) y no tienen que cumplir con las condiciones establecidas en ningún contrato, sino que ellos mismos se organizan. Estos trabajadores tampoco tienen un salario garantizado: el dinero que reciben cada mes depende de los encargos o trabajos que logren realizar.
En ambos casos, estos ingresos que proceden del trabajo realizado se perciben siempre después de haber pagado los impuestos correspondientes. Cuanto mayores son los ingresos, más alto es el porcentaje que se paga en impuestos.
Pagar en función de la riqueza
¿Significa esto que los ricos siempre pagan más impuestos? En teoría debería ser así, pero no siempre lo es, puesto que el salario es solo un componente más del patrimonio total de los individuos.
En el caso de los ricos, el salario suele ser una parte muy menor de su riqueza total, que procede también de otras fuentes. Por ejemplo, de los beneficios empresariales, de los rendimientos de los productos financieros que les ofrecen los bancos, de la compraventa de acciones en la Bolsa o de la adquisición de viviendas y otras propiedades.
En todas estas otras fuentes, el porcentaje de impuestos que se paga suele ser más bajo que en los ingresos procedentes del trabajo. Además, los más adinerados siempre tienen la opción de contratar a expertos que les ayuden a reducir el pago que en teoría les corresponde.
Es por ello que los partidarios de que los ricos paguen impuestos acordes con su riqueza defienden la creación de un registro centralizado que incluya el patrimonio total de cada persona más allá de los salarios. Esta sería la única forma de establecer un porcentaje sobre su capacidad real.
La revista estadounidense Forbes divulga cada año una lista de las personas más ricas del mundo, pero la realiza solo con la información pública disponible, sobre todo del valor en Bolsa de las acciones de sus empresas. Pese a estas limitaciones, las cantidades son multimillonarias. El último ranking de 2022 lo encabeza el estadounidense Elon Musk, con un patrimonio de 238.000 millones de dólares.
Evasión hacia los paraísos fiscales
A las técnicas legales para pagar menos impuestos se les llama “elusión fiscal”. Pero en ocasiones, algunas personas evitan el pago de impuestos ocultando operaciones que han realizado y el patrimonio que ostentan, saltándose la ley. En este caso hablamos de “evasión fiscal” y puede acabar en multa o incluso prisión si el gobierno lo descubre. A toda la economía que se esconde de las autoridades para evitar el pago de impuestos se le llama economía sumergida.
Uno de los instrumentos más utilizados para evitar el pago de impuestos son los llamados “paraísos fiscales”. Se trata de territorios -en muchos casos, países enteros- que combinan impuestos muy bajos y facilidades para ocultar la identidad de los propietarios reales de las cuentas bancarias ahí establecidas.
Con esta fórmula, estos territorios aspiran a atraer riqueza, pero con un alto coste para todos los demás: el resto de países dejan de recaudar mucho dinero y esto perjudica la calidad de sus servicios públicos. Además sufren más corrupción, puesto que los “tramposos” creen que podrán ocultar mejor sus robos en estos lugares opacos.
Los grupos que intentan poner fin a este tipo de territorios prefieren llamarlos «madrigueras fiscales» en lugar de «paraísos»: no tiene nada de idílico o positivo ayudar a los ladrones a esconderse.
En teoría, la gran mayoría de países está en contra de los paraísos fiscales, pero sus criterios para definirlos suelen ser muy poco estrictos y las «listas oficiales» son muy escuetas, con lo que muchos de estos territorios operan tranquilamente sin estar señalados.
Cuanta más facilidad tienen los ricos para esconder su patrimonio en paraísos fiscales, menos dinero pueden dedicar los gobiernos a los servicios públicos y los programas sociales. Esto, a su vez, provocará un aumento en la desigualdad.