El equilibrio de la salud mental depende de nuestra biología, pero también de factores externos como las relaciones familiares, con amigos o en redes sociales
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un “estado de bienestar mental” que nos permite afrontar todo lo que vivimos y nos ayuda a estar bien con la familia, las amistades, en la escuela... Y, sobre todo, con nosotros mismos.
Igual que mantenemos nuestro cuerpo en marcha a través de la alimentación y el ejercicio físico, también tenemos que cuidar de nuestra salud mental para hacer frente a los momentos de estrés, establecer relaciones, estudiar, trabajar y desarrollar nuestras capacidades. La salud mental forma parte de nuestro bienestar general y es también un derecho humano fundamental.
Hay muchos factores que influyen en nuestro equilibrio psicológico. La OMS distingue entre los factores individuales, los factores sociales y los factores estructurales. Los primeros están relacionados con las características biológicas de cada persona y pueden determinar la manera como nos enfrentamos a los problemas o gestionamos las emociones.
Los factores sociales están relacionados con nuestro entorno social: la familia, los amigos, el entorno escolar o laboral, y cómo la relación con estas personas puede afectar nuestra salud mental. Por otro lado, los factores estructurales dependen de factores externos como la pobreza, la violencia, la desigualdad o la degradación del medio ambiente.
La combinación de todos estos factores puede influir en nuestra capacidad para hacer frente a los problemas que surgen en nuestro día a día. En los casos más graves, estas dificultades pueden derivar en trastornos de salud mental, como la depresión, la ansiedad o los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Situaciones difíciles como las crisis económicas o la pandemia de covid también pueden afectarnos psicológicamente. Por eso es imprescindible que los gobiernos y las instituciones inviertan en políticas de prevención y sensibilización. Para concienciar la ciudadanía, cada 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental y, durante este mes, se realizan acciones de reivindicación sobre el bienestar mental.
La adolescencia y las redes sociales
La salud mental es especialmente vulnerable en la adolescencia, un periodo de desarrollo físico y psicológico en que los más jóvenes son más sensibles a las influencias externas. En este contexto, uno de los factores que pueden desestabilizarnos son las redes sociales, que se han convertido en una herramienta indispensable en nuestro día a día, ya sea para comunicarnos, trabajar o entretenernos.
Sin embargo, estas aplicaciones digitales también tienen riesgos. Plataformas como Instagram o TikTok están en el punto de mira para publicar y difundir contenidos peligrosos, como por ejemplo retos virales que ponen en peligro la vida de los participantes o publicaciones que perpetúan estereotipos de belleza poco saludables.
Una investigación del Wall Street Journal realizada en 2021 destapó unos documentos internos de Meta (empresa propietaria de Instagram) donde se reconocían los efectos negativos de esta red social sobre los y las adolescentes. Las fotos y vídeos que se publican en Instagram aumentan la presión estética y hacen que se sientan más inseguros con su cuerpo y su imagen.
El estudio Impacto de la tecnología en la adolescencia de UNICEF detalla que 2 de cada 10 adolescentes podría estar sufriendo ciberacoso. El informe también revela que uno de cada tres estudiantes españoles puede estar sufriendo interferencias en su vida cotidiana por culpa de la actividad a internet, que suele por intensa y muy frecuente.
Además, muchos usuarios tienden a mostrar solo la cara bonita de la vida, hecho que puede desencadenar una presión para ser perfectos y, en consecuencia, una alteración de la salud mental. En este sentido, hay que ser conscientes que no todo lo que se publica en las redes sociales es verdad y no puede condicionar quiénes somos en la vida real.
¿Qué podemos hacer para cuidar nuestra salud mental?
En todo el mundo, 89 millones de chicos y 77 millones de chicas de entre 10 y 19 años viven con un trastorno mental. El suicidio es la quinta causa de muerte más frecuente en esta franja de edad y, cada año, 45.800 adolescentes se quitan la vida. De media, los países dedican menos del 2% del presupuesto sanitario a la salud mental. Son datos de UNICEF y la OMS.
La OMS pide a los gobiernos de todo el mundo que se esfuercen para invertir más dinero en los sistemas de salud y, concretamente, en los programas de prevención y tratamiento de los trastornos mentales. Según la organización, la terapia psicológica tiene que pasar por una atención comunitaria y no por un ingreso en hospitales psiquiátricos.
Por otro lado, UNICEF señala que ir a la escuela, tener una red de amistades fuerte, contar con el apoyo de la familia o vivir en un ambiente sin normas de género son elementos básicos para una buena salud mental. Y, si hay un trastorno, hay que hablar sobre ello y romper el silencio que rodea esta situación.
Hablar de cómo nos sentimos es esencial, así como buscar apoyo en nuestro círculo más cercano y no perpetuar estereotipos. Porque sufrir un trastorno mental no significa estar loco ni que seamos débiles; de hecho, hay que ser una persona muy fuerte para querer superarlo. Tenemos que romper los prejuicios que rodean la salud mental y sus trastornos porque es una situación que nos puede tocar a todos.