Las cifras de suicidios e intentos de suicidio han aumentado en los últimos años, también entre la población más joven
Cada año, cerca de 700.000 personas se suicidan en todo el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Se trata de un problema que afecta a personas de todas las clases sociales y económicas, aunque la mayoría de suicidios se producen en países y entornos con bajos ingresos.
Además, el suicidio afecta a personas de todas las edades. Las autoridades están preocupadas porque se ha convertido en una de las principales causas de muerte externa entre los más jóvenes. Es una tendencia que se repite en países y regiones de todo el mundo.
En América Latina y el Caribe, el suicidio es la tercera causa de muerte entre menores de 15 a 19 años, según un informe de Unicef. En Estados Unidos, es la segunda causa de muerte entre adolescentes y adultos jóvenes (de 10 a 34 años), de acuerdo con los datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
El aumento de pensamientos suicidas entre jóvenes de 18 a 29 años se ha incrementado en varios países europeos como Bélgica, Francia u Holanda, según indica el último informe de salud de la OCDE. Los expertos explican que la pandemia de covid y las restricciones posteriores (confinamiento, clases suspendidas, cursos perdidos, la imposibilidad de ver a los amigos) tuvieron un fuerte impacto sobre la salud mental de los adolescentes.
Durante la pandemia, el suicidio se convirtió en la primera causa de muerte externa entre niños y adolescentes en España, por delante de accidentes y lesiones. En 2020 hubo 314 suicidios entre menores de edad, según datos oficiales recogidos por la Fundación ANAR. Esta organización señala la violencia (maltrato físico o psicológico, acoso escolar o agresión sexual) y los trastornos de salud mental (depresión, ansiedad, trastornos alimentarios) como problemas asociados al pensamiento suicida.
La crisis económica y la falta de recursos en el ámbito sanitario agravan todavía más el problema. Los gobiernos deben invertir en sistemas de prevención que permitan tratar a las personas con problemas de salud mental y evitar las conductas suicidas: profesionales que sepan escucharlos y ofrecer el apoyo necesario para encontrar alternativas.
Factores de riesgo en el suicidio juvenil
Los casos de conducta suicida suelen estar relacionados con trastornos mentales, como la depresión, la ansiedad o algún trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Sin embargo, los jóvenes también pueden tener ideas suicidas y no padecer este tipo de trastornos.
En los últimos años, el suicidio juvenil se ha asociado principalmente al impacto de las redes sociales. Algunos contenidos pueden tener un impacto negativo en la salud mental de los jóvenes; por ejemplo, a través de la presión estética que ejercen plataformas como Instagram o TikTok. Además, los jóvenes se encuentran más expuestos a peligros como el ciberacoso y el grooming (acoso sexual por parte de adultos con menores en internet).
Sin embargo, más allá de las nuevas tecnologías también existen otros factores de riesgo, como la violencia fuera de la red. El acoso, el maltrato físico y/o psicológico, las agresiones sexuales y la violencia de género son situaciones violentas que existían antes de las redes sociales y que pueden provocar ideaciones suicidas en las víctimas.
Por otro lado, existen una serie de grupos vulnerables donde las tasas de suicidio son más elevadas al estar más expuestos a la discriminación y el riesgo de exclusión por parte de la sociedad. Es el caso de las personas refugiadas o migrantes, las personas con alguna discapacidad física o mental o los miembros del colectivo LGTBIQ+.
Los adolescentes se encuentran en una etapa de desarrollo vital: están descubriendo quiénes son, qué les gusta, qué quieren hacer con su vida. Estos pensamientos no siempre cuentan con la validación de su entorno y hay situaciones que pueden afectarles a nivel psicológico: conflictos familiares, la pérdida de seres queridos, el fracaso escolar… Todos estos factores influyen en su bienestar emocional y, si no cuentan con el apoyo de familia y amigos, pueden sentirse abandonados y no encontrar salida a sus problemas.
Hablar del suicidio para prevenirlo
A la hora de hablar de suicidio y conductas suicidas, existe una preocupación global sobre lo que se conoce como “efecto llamada”. Este término hace referencia a la idea de que hablar sobre el suicidio pueda provocar una especie de contagio entre los jóvenes, que pueden querer imitar este tipo de conducta.
Sin embargo, el tabú, el estigma y el silencio que rodean a las conductas suicidas pueden tener un efecto mucho más grave y dificultar su prevención. Por ejemplo, la vergüenza o el miedo a hablar de los propios problemas o sentimientos puede hacer que muchas personas con pensamientos suicidas, que están pensando en quitarse la vida o tratan de hacerlo, no busquen la ayuda que necesitan.
Por eso, para prevenir el suicidio es imprescindible hablar abiertamente sobre él. Los medios de comunicación deben facilitar información sobre este tema con el objetivo de concienciar a la población, ya que se trata de un grave problema de salud pública.
Lo importante es que esta información sea transmitida con responsabilidad y sensibilidad, siguiendo una serie de recomendaciones: alejarse de sensacionalismos y ofrecer el mínimo de detalles sobre casos reales para proteger a las víctimas y sus familiares, prestar especial cuidado al lenguaje que se utiliza en las noticias, aportar datos contrastados y testimonios fiables y ofrecer información de ayuda.