El consumo masivo lleva a la sobreexplotación de bienes naturales y pone en riesgo el medio ambiente y la salud de las personas
Imagina esta situación: entras a una tienda y ves una camiseta que te encanta. Cuesta poco dinero, así que te la compras sin pensarlo. Pero ¿te has preguntado qué hay detrás de esa camiseta?
Para empezar, esa prenda probablemente está hecha de algodón, un cultivo que necesita mucha agua. Para producir una sola camiseta, se usan más de 2.700 litros de agua, lo mismo que una persona bebería en casi tres años. Piensa ahora en el origen de esa agua. En muchos casos, se extrae de ríos o lagos, sin tener en cuenta situaciones de sequía y, en muchos casos, dejando a las comunidades locales con menos acceso a este recurso esencial.
Reflexiona también en el proceso de fabricación de la camiseta. Mucha de la ropa que utilizamos en nuestro día a día se produce en países lejanos, donde las personas, incluso niños y adolescentes, trabajan en fábricas donde les pagan muy poco y en condiciones terribles.
Cuando esa camiseta ya no te guste, ¿sabes qué pasará con ella? Si la tiras, probablemente terminará en un vertedero o directamente en el océano, donde puede tardar décadas en descomponerse, con lo que también tendrá un impacto en la contaminación del medio ambiente.
El problema principal es que no se trata únicamente de una camiseta. Muchas de las cosas que consumimos y utilizamos en nuestro día a día, desde la electricidad que necesitas para tener luz o hacer funcionar el ordenador, hasta la comida que cocinas cada día, sigue un proceso de producción parecido, cuyo impacto en la salud de nuestro planeta y de las personas es mayor de lo que crees.
Un modelo depredador que afecta a todos
El principal modelo económico actual es el que se basa en una sobreexplotación de los bienes naturales, lo que está llevando a superar todos los límites de la naturaleza.
El modelo de producción ilimitado es un sistema que busca producir bienes y servicios de manera continua para generar más ganancias, ignorando los límites de los recursos naturales y las consecuencias sociales o ambientales. Se basa en la extracción intensiva de recursos, el consumismo y la generación masiva de residuos, lo que provoca contaminación, agotamiento de recursos y desigualdad social. Este modelo no respeta los límites del planeta ni las necesidades de las generaciones futuras.
Es aquí, en este primer momento del modelo económico, donde comienza la agresión a los Derechos Humanos fundamentales.
Vivimos atrapados en un consumo que va más allá de lo necesario, sin reflexionar sobre el origen, la producción o la verdadera necesidad de los productos que adquirimos. Las grandes ciudades agravan este problema, al demandar enormes cantidades de recursos y energía, con transporte particular, grandes centros comerciales y sistemas poco sostenibles.
La mayor parte de esta energía depende de hidrocarburos, que no solo contaminan, sino que están agotándose. En lugar de buscar soluciones sostenibles, muchas empresas optan por técnicas como el fracking o la minería, perpetuando un modelo insostenible.
Este sistema es injusto. Las grandes empresas obtienen enormes ganancias, mientras que las comunidades más vulnerables pierden agua, tierra, salud e incluso derechos básicos.
Un reto es transformar el sistema energético y de consumo de manera urgente y profunda. Pero lo más importante es lograr un decrecimiento equilibrado y un reparto justo de la riqueza.
¿Qué puedes hacer tú?
Aunque parezca un problema gigante, existen pequeñas acciones que puedes realizar para ser parte de la solución. Por ejemplo, compra solo lo que realmente necesitas. Antes de adquirir algo, pregúntate: “¿De verdad lo necesito?”. Además, investiga y apoya marcas responsables que respeten los derechos de sus trabajadores y cuiden el medio ambiente.
Puedes revisar cuánta ropa tienes, identificar piezas que no usas, analizar sus materiales y origen, y reflexionar sobre qué haces con las prendas que ya no quieres. De esta manera, puedes tomar conciencia sobre tus hábitos de consumo.
También puedes darle nueva vida a lo que ya tienes: reutiliza, dona o intercambia ropa en lugar de desecharla. Y no olvides informar a otros. Compartir este tipo de información con amigos y familiares es una buena manera de concienciar sobre la importancia de un consumo consciente.
A un nivel más amplio, tampoco todo está perdido. Cada vez más personas, empresas y gobiernos están adoptando energías limpias, como la solar y la eólica, en sus actividades. Por ejemplo, los paneles solares captan la luz del sol y la convierten en electricidad sin generar contaminación; muchas escuelas ya los están utilizando para ahorrar energía. Por su parte, los molinos de viento generan electricidad aprovechando el aire, una fuente inagotable.
Estos avances son parte de lo que se conoce como “transición energética“, un esfuerzo global que busca proteger el planeta y garantizar que siempre tengamos acceso a energía sostenible. Con estas acciones y cambios, estamos dando pasos importantes hacia un futuro más consciente y respetuoso con el medio ambiente. Aunque es imprescindible transferir recursos de los más ricos a los países y comunidades que ya están sufriendo los graves impactos climáticos producidos por nuestros excesos.
Este artículo forma parte de la Unidad Didática ‘Ecología integral’, elaborada en colaboración con Cáritas.