Existe una relación entre cambio climático y crisis social, que podemos combatir mediante la ecología integral
Vivimos en un planeta con recursos limitados y, sin embargo, nuestras acciones están llevando a un punto crítico tanto al medioambiente como a las sociedades humanas. El calentamiento global está convirtiendo en inhabitables muchas zonas del planeta, y la situación será cada vez más complicada a causa de las altas temperaturas y las olas de calor.
Desastres ecológicos como huracanes o incendios obligan a muchas personas a tener que marchar de sus hogares. Otra consecuencia son las hambrunas y las enfermedades, que cada vez son cada vez más habituales. Los efectos de estos crecientes desastres son personas muertas, heridas, desplazadas y más empobrecidas que van engrosando las filas de los descartados.
Existe una relación directa entre cambio climático y crisis social. Es importante ser conscientes de cómo nuestras actividades y acciones tienen un impacto en el planeta, incluso aquellas que parecen más inocentes. Y para poder actuar, tenemos que aprender a identificarlas.
La crisis ecológica y sus causas
Nuestro planeta está sufriendo cambios drásticos debido a las actividades humanas. La emisión de gases contaminantes, la tala de bosques, el consumo descontrolado o la agricultura intensiva son algunas de estas acciones perjudiciales para el planeta.
El aumento de la temperatura mundial está provocando fenómenos meteorológicos extremos como sequías, tormentas e inundaciones. Cada vez son más las personas que se ven obligadas a migrar para huir de estos fenómenos que pueden ser mortales.
El calentamiento global, además, impacta en la biodiversidad. Miles de especies se extinguen cada año debido a la destrucción de hábitats. Esto afecta el equilibrio natural que sostiene la vida en la Tierra.
Otra problemática importante es la contaminación del agua. El acceso a agua potable es un derecho básico, pero en muchas partes del mundo, el agua está contaminada o es escasa. La falta de acceso a agua potable afecta la salud y la calidad de vida de millones de personas, especialmente en países en desarrollo. En este sentido, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promueven el derecho al agua y al saneamiento, esenciales para una vida digna.
Impacto social y soluciones desde la ecología integral
La crisis ambiental afecta de manera desigual a las personas más pobres y vulnerables. Las comunidades que dependen directamente de la naturaleza para su subsistencia son las más afectadas por los cambios climáticos, las sequías y la pérdida de biodiversidad. Las mujeres, los niños y las personas con discapacidades suelen ser los colectivos más impactados por la inseguridad alimentaria, la desigualdad económica y las migraciones forzadas.
La escasez de agua y el cambio climático afectan la producción de alimentos, lo que provoca que aumenten sus precios y dejen a millones de personas en una situación de inseguridad alimentaria.
La creciente desigualdad económica está acelerando las crisis ambientales puesto que las grandes corporaciones no paran de estimular el consumo y el crecimiento económico, para lo cual es necesario incrementar la extracción de recursos y la explotación de los ecosistemas naturales. Mientras las clases más privilegiadas de los países ricos contribuimos más a la crisis climática, son los países pobres los que sufren las peores consecuencias.
Los desastres naturales y la falta de recursos obligan a muchas personas a abandonar sus hogares en lo que se conoce como las migraciones forzadas.
¿Qué podemos hacer?
La ecología integral propone un enfoque holístico que no se limita exclusivamente a la protección del medio ambiente, sino que también aboga por la justicia social. Este concepto reconoce que la crisis ambiental no puede separarse de las condiciones sociales y económicas, por lo que cualquier solución debe considerar el bienestar de las personas, especialmente de las más vulnerables. El equilibrio entre el ser humano y la naturaleza es fundamental para garantizar un futuro sostenible y justo para todos.
En este contexto, una de las acciones clave que podemos tomar es reducir el consumo innecesario. Adoptar un estilo de vida más sostenible implica repensar nuestros hábitos de consumo diario, apostando por productos que no solo sean ecológicos, sino que también respeten los derechos laborales y sociales de quienes los producen. Al hacerlo, podemos minimizar el impacto ambiental que generamos y, al mismo tiempo, contribuir a la creación de una economía más justa y solidaria. Una economía que debe ser decreciente sobre todo por los mayores consumidores.
Otro aspecto fundamental es el apoyo a políticas que promuevan tanto la equidad social como la protección del medioambiente. Los gobiernos y las instituciones tienen un papel crucial en la implementación de medidas que favorezcan un desarrollo sostenible de quienes están todavía entre los más pobres y que aseguren la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos Como individuos podemos incidir apoyando legislaciones que protejan los ecosistemas, reduzcan las emisiones de gases contaminantes y promuevan el acceso equitativo a los recursos naturales.
Finalmente, es vital que participemos activamente en iniciativas comunitarias para el cuidado del entorno local. Al involucrarnos en actividades como la limpieza de parques, la reforestación o la educación ambiental en nuestra comunidad podemos fortalecer los lazos sociales, construir formas alternativas de satisfacer colectivamente nuestras necesidades y contribuimos de manera directa a la preservación de los espacios naturales locales. La ecología integral nos invita a vernos como parte de una red más amplia de relaciones interdependientes entre nosotros y el planeta.
Este artículo forma parte de la Unidad Didática ‘Ecología integral’, elaborada en colaboración con Cáritas.
