Las agresiones físicas, los insultos o la exclusión social son algunas de las formas de acoso más habituales en los centros educativos
El 2 de mayo se celebra el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, una jornada impulsada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para concienciar sobre esta problemática que afecta a millones de niños, niñas y adolescentes en todos los países del mundo y en diferentes formas, incluyendo el ciberacoso.
Uno de cada tres jóvenes en todo el mundo sufre acoso escolar o bullying, según el último informe de la ONU publicado en 2019. Y los estudios más recientes no indican que la situación haya mejorado, más bien al contrario.
En España, por ejemplo, se calcula que uno de cada cinco niños sufre algún tipo de acoso escolar y que sólo el 15% se atreve a contarlo, según datos de la Asociación No al Acoso Escolar (NACE). Además, la situación de abuso en el entorno escolar ha empeorado debido al mal uso de las nuevas tecnologías, la violencia en los videojuegos o la impunidad de los acosadores.
¿Qué es el acoso escolar y cómo detectarlo?
La ONU define el acoso escolar como la “conducta de persecución física y/o psicológica que realiza un estudiante contra otro de forma negativa, continua e intencionada”. Las agresiones físicas o verbales, la exclusión social, difundir rumores o difamaciones e incluso el acoso sexual son algunas de las formas más habituales de acoso escolar.
¿Cómo podemos reconocer a una víctima del bullying? Las víctimas suelen mostrar baja autoestima, inseguridad o timidez. Los menores que sufren acoso suelen aislarse de sus compañeros y eso también se refleja en sus redes sociales: publican muy poco y también tienen pocos seguidores.
Por otro lado, los acosadores se comportan de forma agresiva y no saben cómo gestionar la frustración: si sacan malas notas, si los profesores les castigan o si el resto de alumnos no les hacen caso, por ejemplo, reaccionan con violencia (ya sea física o verbal). Los acosadores también amenazan e insultan a sus víctimas para obtener reconocimiento y aceptación.
Las personas de colectivos vulnerables, como las personas con discapacidad o diversidad funcional, el colectivo LGTBIQ o los alumnos de origen migrante tienen más riesgo de ser víctimas de acoso escolar. Un informe de Naciones Unidas indica que los alumnos y alumnas con discapacidad tienen entre tres y cuatro veces más probabilidades de ser víctimas de violencia en la escuela o el instituto.
Las consecuencias del ‘bullying’
El acoso escolar tiene consecuencias tanto a nivel físico como psicológico, puede afectar a la salud mental de las víctimas y perjudicarlas incluso después de la etapa escolar, provocando dificultades para relacionarse a nivel social.
Las víctimas pueden dejar de asistir a clase, bajar el rendimiento académico o dejar de participar en actividades de las que antes disfrutaban. También pueden sufrir cambios bruscos de humor, tener insomnio o pesadillas, o incluso desarrollar trastornos alimentarios.
Las consecuencias pueden ser muy graves y, en ocasiones, llevan a la víctima al suicidio. El suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años en todo el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
En caso de detectar casos de abuso en el entorno escolar, es fundamental comunicarlo a los profesores y proteger a las víctimas ante los agresores, escuchándolas y ofreciéndoles apoyo públicamente sin necesidad de enfrentarse al agresor. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha creado una guía contra el acoso escolar y los institutos suelen tener un protocolo para hacer frente a estos casos.
Para combatir el acoso escolar, lo más importante es tener empatía y ser capaces de ponernos en el lugar de la otra persona: tanto de la víctima, que está sufriendo, como del agresor, para entender qué motivos le llevan a actuar así y cómo le perjudican. El bullying también tiene consecuencias negativas para quien lo practica: irritabilidad, fracaso escolar, sentimiento de culpa, ruptura de relaciones sociales y falta de control.
El ciberacoso: abuso en las redes
El ciberbullying o ciberacoso es el acoso o intimidación por medio de las tecnologías digitales, según describe UNICEF. Se trata de un fenómeno nuevo difícil de entender para muchos adultos, ya que ellos no han vivido su infancia y adolescencia conectados a los móviles y las redes sociales.
Este acoso se puede dar por redes sociales, aplicaciones de mensajería o plataformas de videojuegos. En este caso, los acosadores intentan atemorizar, enfadar o humillar a otras personas con publicaciones y mensajes que se comparten con el resto de usuarios. Por ejemplo: publicar fotografías o vídeos vergonzosos, enviar mensajes hirientes o amenazantes, o hacerse pasar por otra persona para enviar mensajes agresivos o amenazas.
El ciberacoso es muy peligroso porque todo lo que se publica en internet puede llegar a muchas personas de forma muy rápida, y ese rastro es difícil de eliminar. Además, este tipo de acoso acompaña a la víctima incluso sus lugares de intimidad: en casa, en su habitación, en cualquier sitio donde pueda estar conectada.
A menudo, el ciberacosador actúa desde el anonimato. Pero, en ese sentido, el ciberacoso también tiene una ventaja a la hora de denunciar: deja una huella digital y un registro que puede servir de prueba para ayudar a detener el abuso.
Como sucede con la desinformación y los bulos que circulan por internet y las redes sociales, detener el ciberacoso también es responsabilidad de todos: si ves que alguien es víctima de acoso en las redes, ¡no contribuyas a difundirlo!