15 noviembre 2024
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15 noviembre 2024

Máquinas que piensan y sienten

Google despide a uno de sus ingenieros de inteligencia artificial por revelar los avances de un programa que parece tener conciencia propia

La inteligencia artificial (IA) es uno de los mayores retos tecnológicos de nuestro tiempo. Grandes empresas como Google o Tesla invierten miles de millones para desarrollar esta tecnología, cuyo objetivo es que las máquinas puedan reproducir el pensamiento humano a través de la programación.

Uno de estos sistemas ha generado polémica y muchos titulares durante las últimas semanas: el Modelo de Lenguaje para Aplicaciones de Diálogo (LaMDA, por las siglas en inglés) es un sistema desarrollado por Google para funcionar como ‘chatbot’ o robot de conversación, que hace las tareas de asistente para los usuarios. 

LaMDA utiliza algoritmos para aprender y reproducir el lenguaje y el pensamiento humanos. Uno de los ingenieros que trabajaba en el proyecto, Blake Lemoine, se encargaba de mantener conversaciones de prueba con el sistema para comprobar que no respondiera con expresiones o ideas discriminatorias.

No obstante, Lemoine empezó a tener conversaciones extrañas con LaMDA: el programa ofrecía respuestas increíblemente reales y muy complejas, como si tuviera conciencia propia. Por ejemplo, cuando el ingeniero le preguntó por qué el lenguaje era tan importante para los humanos, la IA respondió: “Es lo que nos diferencia de otros animales” (identificándose como un ser humano).

Lemoine informó a sus jefes de que el programa podía mostrar sentimientos, pero no hicieron caso de sus advertencias y le apartaron del proyecto. Como respuesta, él publicó la conversación con LaMDA en la plataforma Medium. Google despidió a Lemoine, acusándolo de compartir información confidencial de la empresa.

¿Cómo funciona la inteligencia artificial? 

Las máquinas más básicas están programadas para funcionar con instrucciones muy sencillas y realizar tareas simples. Por ejemplo, encenderse y apagarse, moverse en una dirección, encender una luz, mover un dispositivo…

La evolución de la programación permitió desarrollar los algoritmos informáticos: un conjunto de instrucciones concretas y bien ordenadas que van un paso más allá y permiten resolver problemas. Los algoritmos permiten procesar información y realizar acciones más complejas con máquinas más avanzadas como ordenadores, móviles, procesadores de materiales…

Por ejemplo, estos algoritmos son los que calculan la ruta más rápida de un sitio a otro, teniendo en cuenta variables como el tráfico, el tipo de transporte, las posibles incidencias en el recorrido… En este caso, la máquina puede “calcular sola el recorrido” porque antes le hemos proporcionado una serie de datos e instrucciones para que los tenga en cuenta.

La inteligencia artificial también utiliza algoritmos para imitar el pensamiento humano. En los primeros modelos de IA, los programadores crearon las instrucciones para responder a cuestiones y pensamientos básicos: preguntas de sí/no o reacciones sencillas. Por ejemplo: si se le preguntaba a una IA si tenía hambre, respondía sí o no y podía decir cuál era su alimento favorito (siempre en función de los datos introducidos previamente por los programadores).

Pero la evolución de la IA durante décadas ha hecho que las máquinas sean capaces de elaborar razonamientos mucho más complicados, incluso filosóficos, que nos hacen creer que realmente pueden pensar por su cuenta. Esto ha abierto un debate sobre los límites éticos de esta tecnología.

Con la inteligencia artificial ha pasado lo mismo que con los ordenadores: los primeros ocupaban una habitación entera, mientras que los portátiles de hoy caben en una carpeta. Asimismo, las tecnologías IA incluyen cada vez más datos y más variables y los procesan a una velocidad cada vez mayor, imitando el proceso de nuestras neuronas

Aplicaciones de la inteligencia artificial

Prototipos de IA como LaMDA todavía están lejos de aplicarse en la vida real. De momento, los robots asistentes con IA más comunes son los altavoces inteligentes, capaces de proporcionar información y dar opiniones sobre ciertos temas, aunque de forma muy limitada.

Otro de los usos más conocidos de la IA son los vehículos autónomos que circulan sin conductor. Aunque todavía están en fase de pruebas y no pueden adquirirse en ningún mercado, existen varios proyectos en desarrollo. Su introducción dependerá de la legislación de cada país. 

La inteligencia artificial también tiene aplicaciones en el ámbito de la biología y la medicina. El Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL), por ejemplo, ha utilizado un sistema de IA para predecir la estructura de millones de proteínas, lo que permitirá estudiar mejor su funcionamiento y desarrollar fármacos para enfermedades.

Una de los principales ventajas de la IA es que permite analizar grandes cantidades de información y elaborar conclusiones en menos tiempo. Esto tiene aplicaciones en el campo de la medicina (para diagnosticar enfermedades), el comercio (para ver qué productos funcionan mejor) o las finanzas (a la hora de invertir).

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