15 noviembre 2024
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15 noviembre 2024

Los manuscritos perdidos de Darwin

Dos cuadernos escritos por Charles Darwin, el creador de la teoría de la evolución, aparecen después de dos décadas perdidos

Una bolsa de papel de color rosa apareció a principios de marzo en el suelo de la biblioteca de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Nadie sabía cómo había llegado hasta allí, pero dentro había dos cuadernos escritos durante la década de 1830 por el naturalista Charles Darwin (1809-1882), creador de la teoría de la evolución de las especies.

Los diarios, que están valorados en millones de euros, desaparecieron en el año 2000, cuando se sacaron de la caja donde estaban guardados para fotografiarlos con fines documentales. No fue hasta un par de meses después que el personal de la biblioteca se dio cuenta de que los manuscritos no estaban en su lugar: habían desaparecido.

Al principio creyeron que los libros se habían guardado en el lugar equivocado y, durante años, estuvieron buscando entre los más de 10 millones de libros y documentos que se conservan en la biblioteca de la universidad. Finalmente, en noviembre de 2020, se denunció el robo de los cuadernos a las autoridades. 

Desde entonces, la policía británica ha estado investigando su paradero sin mucho éxito. Los diarios tenían un gran valor, pero también habrían sido difíciles de vender en el mercado de coleccionistas porque eran objetos robados

El paquete donde se encontraron iba acompañado por un sobre marrón que contenía una nota: “Bibliotecario/a, Feliz Pascua. Firmado: X”. Los investigadores creen que la misma persona que robó los diarios hace más de 20 años los ha devuelto ahora, en perfecto estado de conservación.

Uno de los cuadernos incluye el famoso dibujo del Árbol de la vida, que sirve como metáfora de la evolución de las especies. Se trata del esbozo de un árbol, cuyas ramas representan las diferentes evoluciones de una misma especie y cómo algunas consiguen adaptarse y sobrevivir, pero otras no.

Una teoría revolucionaria

Darwin escribió los cuadernos durante su viaje de 5 años a bordo del Beagle, un barco de la marina real británica. La nave llevaba a cabo una expedición científica a América del Sur entre 1831 y 1836, con el objetivo de cartografiar la costa sudamericana.

La visita a las Islas Galápagos (Ecuador), un archipiélago volcánico en el océano Pacífico, fue la clave para desarrollar la teoría de la evolución: en aquellas islas, Darwin se percató de las diferencias entre especies muy parecidas y cómo estas diferencias respondían a una adaptación del medio en el que vivían.

Por ejemplo, observó que el pico de las aves era diferente según el tipo de alimentos que comían: fruta, semillas o insectos. Así, Darwin llegó a la conclusión de que esas aves tenían un antepasado común porque se parecían mucho, pero que se habían adaptado al entorno y a los alimentos disponibles y así habían sobrevivido. Esa fue la base de su teoría. 

Veinte años después de ese viaje, Darwin publicó El origen de las especies (1859), una obra que supuso toda una revolución en el campo de la biología y cambió la forma en que entendíamos el origen del ser humano y nuestra relación con el resto de especies.

No obstante, la teoría de Darwin también provocó una gran polémica, porque daba a entender que los humanos compartían el mismo origen que otros animales, como los simios. Esta idea chocaba con el pensamiento predominante hasta entonces: que el hombre había sido creado por dios. La creencia del origen divino del hombre estaba tan arraigada, que algunos científicos incluso acusaron a Darwin de herejía.

A día de hoy, la teoría de Darwin es ampliamente aceptada por la comunidad científica, si bien existen algunos sectores religiosos que siguen defendiendo el creacionismo: que todos los seres del planeta fueron creados por Dios.

Darwin y la evolución de las mujeres

Darwin es considerado uno de los mayores referentes del pensamiento moderno: sus ideas sirvieron para impulsar la ciencia y la investigación, desplazando la religión como respuesta al origen de la vida.

Sin embargo, también sucumbió a los prejuicios de la época al considerar que la mujer era inferior al hombre. Los primeros movimientos feministas surgieron ya entre los siglos XVIII y XIX, pero Darwin creció en una sociedad en la que las mujeres estaban relegadas a un papel secundario, al cuidado del hogar y la familia, y sin posibilidades de desarrollar una carrera profesional.

Estas ideas machistas quedan reflejadas en su obra. En el libro El origen del hombre (1871), Darwin teoriza sobre temas como la anatomía, las capacidades mentales, la memoria o la imaginación, y llega a la conclusión de que el sexo humano influye en características como la inteligencia o la sensibilidad. Así, escribió que: "El hombre es más valiente, combativo y energético que la mujer, y tiene un mayor genio inventivo”.

Este tipo de ideas se apoyaban en la mentalidad de la época y seguían la misma lógica de su teoría de las especies: si las mujeres estuvieran capacitadas para lograr grandes éxitos científicos y destacar como los hombres, ya lo habrían hecho; por lo tanto, que no hayan destacado hasta ahora significa que son el sexo débil.

Darwin no tuvo en cuenta la discriminación que las mujeres habían sufrido a lo largo de los siglos y que, en la gran mayoría de casos, las condenó al olvido de la historia.

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