29 marzo 2024
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29 marzo 2024

Acabar con el ‘bullying’ es cosa de todos

El acoso escolar afecta a niños, niñas y adolescentes de todo el mundo y tiene consecuencias tanto a nivel académico como para la salud de los menores

“Todas las formas de violencia escolar representan una vulneración del derecho de los niños, niñas y adolescentes a la educación y a la salud y el bienestar.” Es el inicio del informe Más allá de los números (2021), elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que analiza la situación de acoso y violencia en centros educativos de todo el mundo.

A escala mundial, 1 de cada 3 niños y niñas es víctima de acoso escolar, según el mismo informe de la UNESCO. Las regiones donde se registran más casos de acoso y agresiones físicas son África Subsahariana (48%), África del Norte (42,7%) y Oriente Medio (41%). 

Los abusos físicos son los más frecuentes (golpes, patadas, empujones). Sin embargo, las víctimas de bullying también pueden sufrir acoso psicológico, más difícil de detectar, e incluso ser víctimas de acoso sexual, un tipo de violencia que afecta sobre todo a las chicas adolescentes.

Otra de las conclusiones del informe es que los niños tienen más probabilidades de sufrir acoso físico, mientras que la mayoría de víctimas de acoso psicológico son niñas. Además, ellas tienen más probabilidad de sufrir acoso por su apariencia física.

Por otro lado, internet y las nuevas tecnologías han dado lugar a nuevas formas de abuso en las redes. Los datos globales indican que el ciberbullying o ciberacoso es un problema que va en aumento y que puede adoptar diferentes formas: desde mensajes de odio a través de redes sociales, hasta la difusión de rumores o el envío de fotografías entre estudiantes con el objetivo de ridiculizar a otro compañero o compañera.

El entorno académico (equipo docente y directivo), las relaciones con los compañeros de clase y el apoyo de la familia son fundamentales para prevenir y combatir el acoso escolar. Lo más importante es tener empatía y ser capaces de ponernos en el lugar de la otra persona: tanto de la víctima, que está sufriendo, como del agresor, para entender qué motivos le llevan a actuar así y cómo le perjudican.

Causas y consecuencias del acoso escolar

Cualquier persona puede ser víctima de acoso. No obstante, algunos factores influyen en las conductas abusivas. La edad, por ejemplo: a medida que los niños crecen, es menos probable que sean víctimas de agresiones físicas; en cambio, los estudiantes mayores tienen un mayor riesgo de sufrir ciberacoso.

El origen o nacionalidad, la raza y la pertenencia a una minoría o religión también puede convertirse en motivo de discriminación y abuso. Las estadísticas indican que los niños, niñas y adolescentes que pertenecen a familias con menos recursos, así como los menores migrantes, tienen más posibilidades de recibir acoso.

El bullying tiene consecuencias a nivel educativo y académico. Los menores víctimas de acoso escolar se sienten marginados y eso tiene varios efectos negativos: aislarse de los demás, perder amistades, falta de seguridad y confianza en uno mismo… Estas secuelas pueden alargarse más allá de la adolescencia y condicionar nuestra capacidad para relacionarnos en la vida adulta.

Por otro lado, el acoso también repercute en el rendimiento escolar de las víctimas: les cuesta concentrarse en los estudios y hacer los deberes, y eso afecta a sus resultados académicos y futuro profesional. Además, al ver la escuela como un entorno hostil, muchos empiezan a faltar a clase.

En el ámbito de la salud, el acoso escolar se asocia a trastornos como la ansiedad o la depresión, e incluso puede promover conductas de riesgo como las autolesiones o el consumo de drogas para evadirse de la realidad. En los casos más graves, los estudiantes pueden empezar a tener pensamientos suicidas: el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años, según datos de la Organización Mundial de la Salud.

¿Cómo actuar frente al acoso?

Las personas que sufren bullying no saben a quién acudir, les da vergüenza explicar lo que les pasa o tienen miedo a las represalias por parte de los acosadores si cuentan lo que está sucediendo a su familia o profesores.

Por eso es importante que todo el entorno escolar, tanto compañeros de clase como docentes, estén alerta ante cualquier comportamiento abusivo o violento contra un estudiante. La clave está en detener este tipo de actitudes desde el principio: no pueden ignorarse ni restarles importancia, porque esto solo hará que los agresores se sientan impunes para seguir actuando de la misma forma.

La víctima necesita un espacio seguro donde poder contar cómo se siente, con confianza y sin ser juzgada. Combatir el abuso es un proceso largo y complejo: no basta con enfrentarse al abusador, es necesaria una red de apoyo que proteja a la víctima y haga que se sienta escuchada.

También el agresor o agresora debe tener la posibilidad de explicar por qué actúa de esa manera: hablar con él o ella desde un punto de vista comprensivo (más que punitivo) puede ser mucho más útil para hacerle reflexionar y cambiar su actitud. 

Para prevenir los casos de abuso, es fundamental promover una cultura de respeto y tolerancia dentro de los centros escolares, en todos los cursos y en todos los espacios: en el aula, en los pasillos, en el patio, en las actividades extraescolares…

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