3 octubre 2024
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3 octubre 2024

Adolescentes y violencia de género: una lacra que crece

Cada vez hay más chicos jóvenes que niegan la violencia de género y no reconocen la desigualdad entre hombre y mujeres

La violencia de género es una de las consecuencias más graves de la desigualdad de género. Esta problemática afecta a mujeres de todos los países y de todas las edades; sin embargo, los estudios muestran que cada vez se producen más casos de violencia machista entre adolescentes.

A pesar de que cada vez hay más información sobre la violencia de género en los medios de comunicación y las redes sociales, el porcentaje de chicos jóvenes (de 15 a 29 años) que niegan la violencia de género o le resta importancia ha aumentado en los últimos años, según un estudio de la Fundación FAD Juventud en España. 

Así, 1 de cada 5 adolescentes y jóvenes varones cree que la violencia de género es solo un “invento ideológico” creado por el movimiento feminista. Del mismo modo, solo 4 de cada 10 hombres consideran que las desigualdades de género son elevadas y que perjudican a las mujeres (por 7 de cada 10 mujeres que sí lo creen).

Como consecuencia, se normalizan actitudes de control y abuso en las relaciones como mirar el móvil de la pareja, controlar con quién queda o querer saber dónde está en todo momento, forzar una relación sexual no deseada, insultar o humillar.

A pesar de las políticas de igualdad aplicadas por los gobiernos, el problema de base sigue estando muy presente: la desigualdad entre hombres y mujeres en diferentes ámbitos, ya sea en el hogar, el entorno laboral o los espacios públicos. 

En esta relación desigual, el hombre adopta una posición de superioridad y, en el peor de los casos, utiliza la violencia para imponerse a la mujer. Según el estudio de FAD, el 24% de los chicos jóvenes consideran que la violencia de género es inevitable porque “aunque está mal, siempre ha existido”. 

Para combatir la violencia de género, lo más importante es educar en la igualdad: que los niños y niñas sientan que están al mismo nivel desde pequeños, que son igualmente válidos para todas las actividades (estudios, deportes, actividades de ocio) y que nadie tiene derecho a coartar su libertad ni su forma de relacionarse. 

Una educación que promueve la igualdad de género permite superar los estereotipos y prejuicios machistas que sobreviven desde hace décadas en nuestra sociedad y que siguen presentes también entre las generaciones más jóvenes.

El mito del amor romántico

Muchas chicas y mujeres que sufren abusos por parte de su pareja justifican su comportamiento “por amor”, pero cualquier relación que no se base en el respeto y la igualdad no es amor de verdad.

El “mito de amor romántico” está basado en una serie de ideas preconcebidas que suelen estar muy extendidas en sociedad, por ejemplo: que necesitamos a nuestra pareja para sentirnos completos, que si queremos a alguien debemos dedicarle todo nuestro tiempo y atención, que tener celos es comprensible porque significa que la otra persona nos importa…

Otro de los grandes mitos del amor romántico es que las personas deben tener pareja, porque eso es “lo normal”, y que esa relación debe ser la más importante. Lo cierto es que, al vivir en sociedad, las personas se relacionan en muchos otros ámbitos más allá de la pareja y esas relaciones pueden ser igual de importantes: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, las personas con quienes compartimos aficiones…

En algunas ocasiones, el amor romántico también sirve de justificación para la violencia de género. Por ejemplo, que “el amor lo puede todo” y que una pareja violenta acabará cambiando con el tiempo; o también que “el amor verdadero” significa aguantar cualquier agresión o maltrato, a nivel físico o psicológico.

Del mismo modo que las personas evolucionan, nuestros sentimientos por una persona también pueden cambiar y nada nos obliga a mantener una relación, mucho menos cuando esta se mantiene bajo amenazas o coacción.

Más allá de la violencia física

“Violencia de género” es cualquier agresión contra una persona por causa de su género, sea hombre o mujer. Aunque no es lo mismo que la “violencia machista”, los medios de comunicación e incluso los gobiernos e instituciones suelen utilizar estos términos como sinónimos porque la gran mayoría de víctimas de la violencia de género son mujeres.

El agresor puede ejercer la violencia contra su pareja de diferentes formas, ya sea mediante agresiones físicas o psicológicas. El caso más grave de violencia física es el feminicidio, es decir, el asesinato de una mujer por el hecho de serlo. Según los últimos datos de ONU Mujeres, más de un tercio de las mujeres asesinadas en todo el mundo murieron a manos de su pareja o expareja.

No obstante, la violencia de género tiene efectos más allá de los daños físicos y puede manifestarse de formas muy diversas: desde insultos o humillaciones, hasta intentar controlar a la otra persona o limitar su independencia económica. 

Este tipo de agresiones son difíciles de detectar y forman la parte invisible de la violencia de género. A menudo, estas formas de violencia están tan inseridas en nuestra sociedad que ni las percibimos: lenguaje y anuncios sexistas, invisibilización de la mujer en la esfera pública, micromachismos… 

Tomar conciencia y denunciar este tipo de actitudes es el primer paso para prevenir la violencia machista y vivir en un mundo más justo e igualitario.

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