7 octubre 2024
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7 octubre 2024

El inicio del Egipto moderno

Egipto dejó de ser un protectorado en 1922, aunque los británicos mantuvieron el control del país hasta su independencia real en 1952

El 28 de febrero de 1922, el Imperio Británico proclamó la independencia de Egipto, un territorio que había ocupado desde finales del siglo XIX. En esta nueva etapa, el país dejaba de ser un protectorado británico y se convertía en el Reino de Egipto.

El anuncio pretendía ser un reconocimiento de la soberanía de Egipto aunque, en realidad, los británicos siguieron dirigiendo el país: instauraron un monarca aliado, el rey Fuad I, y se aseguraron el control del canal de Suez, una importante fuente de ingresos del comercio mundial.

La Declaración de Independencia impulsada por el Imperio Británico también pretendía dar respuesta a las reivindicaciones nacionalistas de una parte de la población egipcia, que reclamaba un estado propio fuera de los imperios que gobernaban en Europa y el Mediterráneo.

Desde el siglo XVI hasta principios del siglo XX, Egipto formó parte del Imperio Otomano, que controlaba desde Turquía hasta Irak y gran parte del Norte de África. En 1882, el Imperio Británico inició una ocupación militar del territorio egipcio para controlar el Canal de Suez y asegurar el comercio con sus colonias en Asia

El Imperio Británico y el Otomano se enfrentaron durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Fue entonces cuando los británicos instauraron un protectorado entre 1914 y 1922, conocido como el Sultanato de Egipto

El sultanato estaba gobernado por instituciones egipcias, pero en realidad estas autoridades respondían a los intereses del Imperio Británico. Esto provocó fuertes manifestaciones y huelgas de todos los sectores de la sociedad egipcia: estudiantes, trabajadores, funcionarios… Fue la llamada Revolución Egipcia de 1919

Para intentar calmar las protestas, el gobierno británico acabó declarando la independencia y la creación del Reino de Egipto en 1922, que sustituía el sistema político del protectorado. Se creó una nueva constitución y se devolvieron algunas competencias que habían quedado en manos de los ingleses: política exterior, control militar del país, gestión de las vías de comunicación… 

No obstante, el nuevo Reino de Egipto también estuvo plagado de corrupción y fue incapaz de resolver los problemas que afectaban a la población, como la pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes. La mayoría de los egipcios creían que el nuevo monarca, Fuad I, y su sucesor, Faruk, eran títeres a manos de los británicos.

La derrota en la Guerra árabe-israelí de 1948, cuando Israel derrotó a una coalición de países árabes liderados por Egipto, fue la gota que colmó el vaso: los militares egipcios llevaron a cabo un golpe de estado para derrocar la monarquía y fundaron la nueva República de Egipto.

Un faraón en el siglo XX

El general Gamal Abdel Nasser impuso un gobierno autoritario, prohibió los partidos políticos de la oposición y eliminó a cualquier figura que pudiera suponer un obstáculo. Cuando Mohamed Naguib, el primer presidente de la nueva república, intentó retirar a los militares del poder para crear un gobierno civil, Nasser ordenó su arresto y se puso al frente del país.

Nasser era el principal impulsor del movimiento panarabista: creía en la unión de todos los estados árabes, que debían trabajar conjuntamente para aumentar su influencia en la región y en el mundo. Así, lideró de nuevo una coalición de países árabes contra Israel en la Guerra de los Seis Días (1967), donde Egipto perdió la península del Sinaí.

Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), impulsó el Movimiento de Países No Alineados, un grupo de estados contrarios a posicionarse a favor de Estados Unidos o la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

En 1956, Nasser ordenó nacionalizar la compañía que operaba el Canal de Suez, que estaba en manos del gobierno británico y francés. De esta forma, todo el dinero que generaba este paso fronterizo (impuestos y aranceles que los barcos debían pagar para transportar sus mercancías) pasaba a las arcas públicas del gobierno egipcio.

Nasser murió en 1970 y su sucesor, el general Anuar el Sadat, dio un giro en el rumbo político del país: se redactó una nueva constitución que promovía un sistema político con varios partidos y se introdujo la liberalización de la economía para atraer inversiones extranjeras. 

El Sadat supuso un cambio en muchas de las políticas del anterior régimen para intentar modernizar la sociedad egipcia: eliminó los cargos de confianza de Nasser, impulsó las relaciones con Estados Unidos y concedió libertad a los nuevos movimientos políticos, como los islamistas, que más adelante tuvieron un papel clave en la política egipcia.

Intentó recuperar los territorios perdidos contra Israel en la Guerra del Yom Kipur (1973), pero el ejército israelí volvió a vencer a los árabes. Entonces participó en las negociaciones de paz con el gobierno israelí, lo que fue considerado una ofensa por una parte del ejército egipcio. El Sadat fue asesinado en 1981 por un grupo de militares que no estaban de acuerdo con sus políticas.

Primavera Árabe: la última revolución

Tras el asesinato de Sadat, el vicepresidente Hosni Mubarak pasó a liderar el país. El nuevo dirigente aprovechó el estado de emergencia para eliminar la oposición política y aumentar su poder, convirtiendo Egipto en un régimen dictatorial.

Mubarak gobernó durante 30 años: fue reelegido en las elecciones de 1987, 1993 y 1999, donde era el único candidato. Para mantenerse en el poder, utilizó las fuerzas de seguridad para reprimir a la sociedad, persiguió cualquier forma de oposición o crítica, detuvo a miles de políticos y activistas y censuró los medios de comunicación. 

La falta de derechos y libertades, la corrupción política y la desigualdad cada vez mayor hicieron crecer el malestar y la rabia entre la población egipcia. La crisis económica de 2008 empeoró todavía más esta situación. Entonces, el estallido de la revolución social en Túnez, a finales de 2010, se extendió hasta Egipto y otros países árabes.

La llamada Primavera Árabe quedó representada en las masivas protestas de 2011 en la plaza Tahrir del Cairo, la capital de Egipto. Durante días, millones de egipcios salieron a las calles para reclamar cambios democráticos y la dimisión de Mubarak. La policía y el ejército reprimieron con violencia a los manifestantes y Mubarak no se retiró del poder hasta el año siguiente. 

En junio de 2012 se convocaron elecciones: ganó Mohamed Morsi, del Partido Libertad y Justicia, un partido islamista que había participado en las protestas contra Mubarak. Fue el primer presidente elegido democráticamente en Egipto, pero no contaba con el apoyo de la comunidad internacional por ser un partido nacionalista e islamista.

En julio de 2013, el ejército llevó a cabo un nuevo golpe de estado para apartar a los islamistas del poder. Se instauró un gobierno militar liderado por Abdelfatá al Sisi, que todavía hoy gobierna en Egipto. Morsi fue condenado por espionaje y murió en la cárcel en 2019.En la actualidad, la sociedad egipcia vive en un estado represivo y sufre la peor crisis de derechos humanos en décadas: cada día se producen detenciones, torturas y asesinatos con total impunidad, según denuncia Human Rights Watch. Las autoridades han prohibido los partidos islamistas y han detenido a miles de personas.

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