El gobierno de Macron ha vetado los vuelos nacionales cuyos trayectos puedan realizarse en tren en menos de dos horas y media
Francia ha aprobado una ley que prohíbe el uso de vuelos nacionales de corta distancia cuando exista una alternativa para realizar el trayecto en tren, siempre que este se pueda hacer en menos de dos horas y media. La medida, que entró en vigor el 23 de mayo, tiene el objetivo de reducir la contaminación producida por aquellos trayectos en los que no es necesario coger un avión.
Según los últimos datos de la Comisión Europea, la aviación es una de las fuentes contaminantes que contribuye al cambio climático que más rápido ha crecido en las últimas décadas. Si no se toman medidas, las emisiones contaminantes de este medio de transporte podrían alcanzar las 188 millones de toneladas en 2050.
Para que se aplique la prohibición en Francia, la Unión Europea ha puesto una serie de condiciones: debe haber suficientes trenes entre las ciudades, con horarios adecuados y estos deben circular desde temprano y hasta tarde para que los viajeros puedan pasar al menos ocho horas en el destino.
De momento, con la nueva ley el gobierno de Macron ha suprimido las tres rutas que unen el aeropuerto de París-Orly con las ciudades de Burdeos, Nantes y Lyon. Sin embargo, a medida que mejoren las rutas ferroviarias en el país, más vuelos nacionales podrían llegar a prohibirse.
Algunas organizaciones han criticado que la medida aprobada por el gobierno francés debería ser más ambiciosa y limitar aún más las conexiones nacionales. Por ejemplo, entre París y Marsella, cuyo tren de alta velocidad tarda unas tres horas aproximadamente en realizar el trayecto.
Otros sectores denuncian que no es más que una medida simbólica, pues estas restricciones apenas tendrá impacto en la reducción de emisiones contaminantes. Además, recuerdan que las tres rutas que se han prohibido llevan sin realizar trayectos en avión desde la pandemia de la covid-19.
La contaminación de la aviación
En los últimos años, la industria de la aviación ha crecido exponencialmente y cada vez es mayor el número de vuelos y pasajeros. Este medio de transporte ofrece una gran ventaja, pues es una forma rápida y eficiente de viajar a largas distancias. El problema es que este crecimiento ha traído consigo preocupantes consecuencias para el cambio climático.
Los motores a reacción utilizados en los aviones queman grandes cantidades de combustibles fósiles, lo que produce emisiones contaminantes que son perjudiciales para la atmósfera. Según el último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente, las emisiones de CO2 de los aviones que despegaron en la UE alcanzaron los 147 millones de toneladas en 2019, lo que supuso un 34% más que en 2005.
Pero el impacto medioambiental de este medio de transporte no se limita a las emisiones producidas durante el vuelo. Los aeropuertos y sus operaciones también generan contaminación acústica, emisiones de gases contaminantes en tierra y contribuyen a la eliminación de los hábitats naturales en las áreas próximas.
Por esta razón, multitud de organizaciones dedicadas a promover la conciencia ecológica llevan años recordando que existen otros transportes más sostenibles como el tren. En 2019, las emisiones de la aviación en la UE fueron responsables del 3,8% del total de emisiones de CO2, mientras que el tren apenas alcanzó un 0,1% de ese porcentaje total, según los últimos datos de la Comisión Europea.
Los trenes son más eficientes desde el punto de vista energético, ya que no requieren grandes cantidades de combustible para su funcionamiento, como sí necesitan los aviones para el despegue y aterrizaje. Además, el transporte ferroviario produce menos contaminación acústica.
Aunque el tren se presenta como una alternativa más sostenible, en algunos países las instalaciones ferroviarias no están lo suficientemente desarrolladas y la red de trenes no conecta todo el territorio nacional de manera eficiente. Esta falta de infraestructura puede obligar a muchas personas a recurrir al avión como única opción viable para sus viajes.
El impacto de los jets privados
La cuestión de los vuelos nacionales en Francia no es algo novedoso. En septiembre del año pasado, el asunto copó la atención mediática después de que el futbolista Kylian Mbappé y Christophe Galtier, entrenador del Paris Saint Germain (PSG), se rieran en una rueda de prensa acerca de la posibilidad de que el equipo realizase sus trayectos en tren y no en avión.
La polémica volvió a poner sobre la mesa el impacto medioambiental no solo de los vuelos comerciales que utilizan los ciudadanos de a pie, sino el de los jets privados de equipos de fútbol, celebrities e incluso miembros de la política. Estos aviones, utilizados por una pequeña élite, también contribuyen significativamente al calentamiento global.
Según un informe de GreenPeace, las emisiones de los aviones privados no dejan de crecer en Europa y en 2022 se duplicaron, causando más de 3 millones de toneladas de emisiones de CO2, equivalentes a las emisiones medias anuales de CO2 de 555.000 residentes en la Unión Europea.
La organización denuncia que el 55% de todos los vuelos en jets privados que se realizaron en Europa el año pasado fueron vuelos cortos o ultracortos de menos de 750 km. Estos podrían haberse hecho utilizando otros medios de transporte, como el tren o el ferry, contaminando menos y sin tardar mucho más tiempo en realizar el trayecto.