Un nuevo informe de Save the Children advierte que más de la mitad de la población adolescente no sabe identificar cuándo una noticia es falsa
Leer el periódico, escuchar la radio, ver la televisión, leer hilos en Twitter, consultar Instagram, ver un vídeo en TikTok… En los últimos años, con el auge de Internet y las redes sociales, las formas de consumir información se han multiplicado. Esta diversificación ha permitido que las personas puedan consultar varias fuentes de forma más rápida.
No obstante, la proliferación de noticias en Internet también ha traído desafíos relacionados con la desinformación, siendo los jóvenes los usuarios más vulnerables a este contenido. Así lo determina el nuevo informe de Save the Children, que advierte que más de la mitad de la población adolescente (51%) tiene dificultades para identificar cuándo una noticia es falsa.
El estudio concluye que el 60% de los adolescentes en España utiliza las redes sociales como principal medio para informarse, al mismo nivel que la televisión y por delante de otros medios de comunicación como la prensa online (32%), la radio (9%) o la prensa en papel (5%).
Save the Children señala que el principal problema de la desinformación está en cómo se maneja. Aunque sospechen que están ante una noticia falsa, 1 de cada 4 adolescentes directamente no la contrasta, mientras que un 56% de adolescentes prefiere consultar a familiares y amigos para comprobar su veracidad.
La organización advierte que estos familiares y amigos también pueden estar informándose a través de las mismas fuentes y, por tanto, estar cayendo en bulos y noticias falsas. Esto podría crear un efecto burbuja, es decir, un entorno en el que los jóvenes solo reciben y comparten información de fuentes que refuerzan sus creencias preexistentes, sin exponerse a opiniones diferentes o verificar la veracidad de los hechos.
Una vida irreal e idealizada
Más allá de la desinformación, el entorno digital también plantea otros riesgos para la infancia y adolescencia que afectan directamente la salud mental de los más pequeños. Save the Children alerta de la exposición permanente de los jóvenes a representaciones ideales de determinados estilos de vida y estándares de belleza.
Hablamos de vidas aparentemente “perfectas”, que suelen incluir riqueza, éxito, viajes, diversión constante y ausencia de problemas. Pero debemos recordar que, en redes sociales, las personas tienden a mostrar solo los aspectos más positivos de sus vidas, ocultando dificultades, lo que crea una imagen irreal.
En el caso de las chicas, esta presión se intensifica debido a la continua exposición a la sexualización del cuerpo femenino, lo que puede afectar su autoestima, generar inseguridades y fomentar una visión distorsionada de su propia identidad y su valor personal.
La adolescencia representa uno de los años más importantes en nuestro desarrollo social. En este período, encajar y ser aceptado socialmente, que nos vean bien y que nos quieran, son algunos de nuestros objetivos. En ese sentido, estar expuestos a una imagen falsamente perfecta resulta perjudicial, porque nos hace perseguir un ideal que en realidad no existe.
La presión no viene solo por la cuestión estética, sino también por sentirnos excluidos de eventos a los que no nos han invitado, por querer caer bien publicando ciertos contenidos o por la necesidad de conseguir muchos ‘me gusta’ y comentarios.
Educación mediática
Para abordar y mejorar estas problemáticas asociadas a las redes sociales es fundamental la educación mediática.
Debemos aprender a cuestionar lo que vemos en Internet, a no aceptar todo lo que se presenta como verdadero o ideal sin antes reflexionar. Esto implica verificar fuentes, analizar la autenticidad de la información, y entender que las imágenes y contenidos pueden estar manipulados o distorsionados.
Pensemos, por ejemplo, en lo que está pasando con la inteligencia artificial. Cada vez con más frecuencia se comparte en redes sociales contenido creado por IA que puede confundirnos, por eso debemos estar atentos y utilizar nuestro pensamiento crítico.
Para discernir si un contenido es falso o no, es útil hacerse una serie de preguntas: ¿De dónde proviene la información? ¿La fuente es confiable? ¿Alguien más ha compartido la noticia? ¿Hay estudios que respalden lo que se cuenta? ¿El contenido utiliza un lenguaje sensacionalista o alarmista? ¿Hay algún sesgo ideológico o político?
También es importante ser responsables y no difundir información de cuya veracidad sospechamos, para no contribuir a la difusión de bulos y fake news.
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