24 abril 2024
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24 abril 2024

Tres mujeres artistas que quedaron en segundo plano

El trabajo de muchas mujeres pintoras y escultoras ha quedado al margen de la historia del arte, contada por artistas hombres

La primera vez que el Museo del Prado dedicó una exposición monográfica a una mujer artista fue en 2016. La autora en cuestión era Clara Peeters, pintora flamenca del siglo XVII y una de las pioneras del género artístico de la naturaleza muerta. A pesar de su talento, Peeters no recibió el reconocimiento que merecía, como tantas otras mujeres olvidadas en los libros de historia y las galerías de arte. 

La lista de pintoras o escultoras que han sido desacreditadas por su género en el pasado es muy larga. Sin embargo, con la llegada de una nueva ola feminista, se ha empezado a reivindicar la figura de estas artistas y sus obras. Os presentamos el legado de tres mujeres que marcaron un antes y un después en la historia del arte.

Artemisia Gentileschi

Hija de un artista ilustre, Artemisia Gentileschi (1593-1653) fue una gran pintora barroca italiana. Sus cuadros, influenciados por el estilo de Caravaggio, jugaban con las luces y sombras y representaban escenas religiosas o mitológicas con mujeres fuertes. 

Con tan solo 17 años, la artista pintó el famoso cuadro Susana y los viejos, demostrando su talento a una edad temprana. A lo largo de su vida no paró de pintar y tuvo encargos de las grandes cortes europeas, como la de Felipe IV de España o Carlos I de Inglaterra.

Sin embargo, en la mayoría de artículos académicos y reportajes periodísticos, el detalle más recordado de la vida de Gentileschi es que fue violada por su maestro, Agostino Tassi. Este hecho marcó su producción artística, pero su trayectoria no debería reducirse a ello: es una muestra más de la discriminación hacia las mujeres artistas, que acaban siendo reducidas al papel de víctimas.

Tras su muerte, las obras de Artemisa Gentileschi fueron olvidadas. A pesar de todo lo que había conseguido, la agresión sexual que sufrió siempre tuvo más importancia que su arte. En la actualidad sus cuadros pueden verse en el Museo del Prado, en la Galería de los Uffizi o en el Palazzo Pitti de Florencia.

Camille Claudel

La francesa Camille Claudel (1864-1943) disfrutaba moldeando figuras en el barro desde muy pequeña. Gracias a su habilidad y a su pasión por la escultura fue admitida en la Academia Colarossi de París, uno de los pocos centros que aceptaba mujeres en aquella época. Allí conoció al escultor Auguste Rodin, el famoso autor de El Pensador, quien le propuso formar parte de su equipo. Ella era la única mujer del taller, lo que implicaba recibir burlas y comentarios constantemente. 

Claudel acabó convirtiéndose en la modelo y amante de Rodin. La diferencia de edad era grande (se llevaban 24 años) y Rodin ya estaba casado con otra mujer, así que la relación nunca fue fácil. Tras varios años trabajando juntos, la escultora decidió marcharse, cansada de vivir a la sombra de su mentor y de no obtener el reconocimiento que merecía. 

Fue entonces cuando se encerró en un estudio para esculpir, mientras su salud mental se iba debilitando. En 1913 fue ingresada en un asilo mental a petición de su familia y, un año más tarde, fue trasladada a un hospital psiquiátrico, donde murió tres décadas después completamente sola. En la actualidad, el Museo Rodin de París alberga la mayor colección de obras de Camille Claudel que existe.

Margaret Keane

Más cercana a la actualidad, Margaret Keane (1927-2022) fue una pintora estadounidense que se caracterizaba por retratar personas y animales con los ojos muy grandes. Sus cuadros se popularizaron en la década de 1960 y se hicieron muy famosos entre la sociedad norteamericana, generando una gran fortuna. 

Paradójicamente, Margaret no recibió ni un dólar por estas obras hasta muchos años después. Su marido, Walter Keane, la obligaba a pintar durante largas jornadas para después atribuirse su autoría. Walter la mantenía encerrada en casa y se gastaba el dinero en sus propias diversiones. 

Tras divorciarse en 1965, Margaret demandó a su exmarido en 1986. El juicio duró varias semanas y el juez pidió a ambos que pintaran en la sala del tribunal para demostrar quién era el auténtico autor. Margaret hizo un retrato en poco menos de una hora, mientras que Walter se negó alegando una lesión de hombro. Finalmente, el juez sentenció que Walter debía pagar 4 millones de dólares a su exesposa, una compensación que nunca llegó a completar. 

Esta historia inspiró al director de cine Tim Burton para realizar la película Big Eyes (2014). La cinta explicaba el sufrimiento que Margaret Keane vivió durante años y le daba, por fin, el reconocimiento que merecía. Hoy en día sus cuadros se pueden ver en museos y galerías de Estados Unidos, Bélgica o España, entre otros países. 

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Este artículo forma parte de una secuencia didáctica con actividades y tutorización periodística.

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