24 noviembre 2024
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24 noviembre 2024

Nueva Zelanda prohíbe el tabaco a los más jóvenes

De acuerdo con la nueva legislación aprobada por el parlamento neozelandés, será ilegal vender cigarrillos a cualquier persona nacida a partir de 2009

Nueva Zelanda ha decidido plantarse contra el tabaco, una de las principales causas de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y de cáncer. Así, el parlamento neozelandés ha aprobado una nueva ley que prohibirá comprar cigarrillos o productos derivados del tabaco a las personas nacidas a partir de 2009 (ahora tienen 13 años).

La ley entrará en vigor a partir del año que viene y tendrá una aplicación gradual, lo que significa que la edad mínima para comprar tabaco ira aumentando con el paso de los años. Dentro de 50 años, por ejemplo, solo las personas que tengan 63 años o más podrán comprar tabaco. El objetivo es que, en un futuro, Nueva Zelanda sea un país libre de humo.

La normativa también limita la cantidad de establecimientos que pueden vender tabaco, que pasará de los 6.000 actuales a 600 en todo el país. Además, se rebajará el nivel de nicotina que pueden llevar estos productos, para que sean menos adictivos.

Por otro lado, la nueva medida permitirá ahorrar más de 3.000 millones de dólares al sistema de salud de Nueva Zelanda, ya que los casos de tabaquismo disminuirán y los hospitales y centros de salud no tendrán que tratar las enfermedades provocadas por el consumo tabaco.

Nueva Zelanda es uno de los países con menor índice de tabaquismo del mundo. Según datos oficiales publicados en noviembre, solo el 8% de los adultos eran fumadores habituales, una cifra que ha ido disminuyendo con los años (en 2021, la población fumadora representaba el 9,4% y hace una década, el 16,4%).

No obstante, los datos también indican que el consumo de tabaco entre los jóvenes es más frecuente, sobre todo en el caso de los cigarrillos electrónicos o vapers: casi 1 de cada 3 personas de 18 a 24 años (22,9%) fuma diariamente con estos dispositivos. 

Las cifras de tabaquismo también reflejan una desigualdad económica y social. El consumo de tabaco es mayor entre las clases sociales más pobres, como los indígenas maoríes o los pueblos del Pacífico, que tienen 4 veces más probabilidades de ser fumadores habituales. 

Para estos grupos de población, fumar resulta más barato que adoptar hábitos saludables (comer verdura y pescado, evitar la comida basura o hacer ejercicio). Esto resulta en una peor salud para las personas con menos recursos

Una amenaza para la salud y el medio ambiente

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el tabaquismo una de las mayores amenazas para la salud pública. Cada año provoca más de 8 millones de muertes, de las que 1,2 millones son personas no fumadoras que han estado expuestas al humo del tabaco.

En 2020 (el último año del que hay datos disponibles), el 22,3% de la población mundial consumía tabaco. Esto representa unos 1.300 millones de personas en todo el mundo, y la gran mayoría (más del 80%) vive en países con ingresos medianos o bajos, una muestra más de que el tabaquismo es un trastorno derivado de la desigualdad.

Según la OMS, la población de estos países es más vulnerable a los anuncios y campañas publicitarias de la industria tabacalera y también tienen menos recursos para acceder a una alimentación y hábitos saludables. Por otro lado, el tabaquismo aumenta la pobreza porque los hogares gastan en tabaco un dinero que podrían dedicar a necesidades básicas, como la alimentación o la vivienda.

La nicotina del tabaco es una sustancia altamente adictiva y puede afectar a los pulmones y la circulación de la sangre, además de ser un factor de riesgo en 20 tipos de cáncer. En el caso de la covid-19, los fumadores tienen más probabilidades de desarrollar síntomas respiratorios graves.

Por último, el tabaco también tiene efectos sobre el medio ambiente. Por un lado, las plantaciones de tabaco son una de las principales causas de deforestación, también a la hora de fabricar las cajetillas de tabaco; por el otro, el consumo de tabaco genera emisiones de CO₂ y produce grandes cantidades de desechos: cada día se tiran 10.000 millones de colillas al suelo, ya sea en la ciudad o en entornos naturales.

Los intereses ocultos del tabaco

A pesar de ser uno de los hábitos más perjudiciales para la salud, el tabaco sigue siendo un producto legal en la mayoría de países. Esto se debe a que la industria tabacalera mueve grandes cantidades de dinero y sus intereses económicos pasan por delante de las advertencias sanitarias.

En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio de la Sociedad Americana contra el Cáncer calcula que las pérdidas económicas provocadas por el tabaco (casi 900.000 millones de dólares derivados del tratamiento en hospitales, bajas por enfermedad o muertes) son 10 veces superiores a las ganancias obtenidas por la venta de tabaco, que recauda 92.000 millones al año.

No obstante, los gobiernos e instituciones como la OMS siguen desarrollando acciones para prevenir el tabaquismo. Entre las políticas públicas más habituales está la creación de espacios libres de humo (hospitales, escuelas, parques infantiles), prohibir la publicidad de tabaco y lanzar programas de ayuda para dejar de fumar. Pero, sin duda, la medida más efectiva es aumentar los impuestos y encarecer el precio de las cajetillas.

Los estudios también muestran que cada vez hay más fumadores jóvenes. Un estudio de la prestigiosa revista médica The Lancet destaca que el 90% de los nuevos fumadores empezaron a fumar antes de los 25 años. En ese sentido, promover campañas anti-tabaco entre los adolescentes es la clave para combatir la epidemia de tabaquismo.

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